Economía

Los tulipanes del Chavismo

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Las técnicas de inversión financiera guardan semejanzas con la política, con el modo como la gente decide votar o entregar sus esperanzas a un candidato u otro. La más tradicional de todas se esmera en calcular el valor real de la posible inversión a partir de un estudio detallado de las condiciones actuales del producto y de sus posibilidades a futuro.

Si le damos nuestro voto a Chávez es porque pensamos que la reforma constitucional ofrece garantías de futuros dividendos que permitirán aliviar o mejorar las penurias del presente. Si pensamos que el valor presente neto de esta inversión política es insuficiente, votamos en contra, o nos abstenemos, un poco en función a lo que decidan en consenso las organizaciones políticas que militan en la oposición.

Pero hay otra teoría, una que llamaremos la teoría de los castillos en el aire, que fue comentada incluso por J.M. Keynes, exitoso inversionista y economista. Esta escuela de análisis se concentra en los valores psicológicos de la posible inversión. No estudia el valor intrínseco y real del producto, sino la forma como la masa de inversionistas se comporta y cómo fuertes períodos de optimismo tienden a darle un valor exagerado a determinados instrumentos, aún cuando a largo plazo esta inversión nos garantice la ruina, por no tener sustento real en el mundo del trabajo y la economía.

Un ejemplo famoso de esta teoría fue el caso de los botones de tulipanes en Holanda. En 1593, cuenta la historia, un profesor de botánica trajo desde Turquía una colección de flores inusuales, que poco después empezaron a sufrir transformaciones causadas por un virus – el mosaico – y empezaron a surgir pétalos con colores extraños, atractivos al público holandés. La gente empezó a volverse loca y en su demencia comenzaron a adquirir de manera frenética a cualquier precio los raros tulipanes a fin de revenderlos con ganancia. Los precios seguían subiendo y los especuladores hacían su agosto, compraban y revendían, jugando con la fiebre de los tulipanes.

Entre 1634 y 1637 la locura de creer que negociar tulipanes garantizaría dividendos extraordinarios a futuro, hizo que mucha gente vendiera sus propiedades y las invirtiera en flores. Llegó un momento, por supuesto, en que cayeron los precios y una flor llegó a valer poco más que una cebolla, pero en el interim, miles de personas se arruinaron.

Esta teoría de los castillos en el aire se le puede aplicar al chavismo. Hay que aprender a comunicar la locura de este gobierno que ha endeudado y comprometido financieramente a Venezuela, paralizando la inversión privada, aumentando las importaciones, disparando la inflación a cifras record en América Latina, pero vendiéndose como la única opción seria a futuro. El problema se nos presenta a la hora de determinar qué haremos en diciembre, cuando tenga lugar un referéndum, un evento político de primer orden, similar a una elección presidencial, aún cuando sea un fraude porque sólo el poder constituyente puede reformar substancialmente nuestra Constitución.

La única manera contundente de derrotar al chavimo, desnudando la crisis que ocultan sus castillos en el aire, es aprovechando la circunstancia electoral para denunciar hasta qué punto la constitución propuesta es una copia de la cubana, que ha llevado al hermoso pueblo de Martí a la desesperación y la pobreza.

Un Nuevo Tiempo y Primero Justicia quieren participar, AD prefiere esperar antes de adelantar opinión y los partidos cercanos al Comando de la Resistencia se niegan a convalidar al CNE. Por mi parte, prefiero participar, siempre y cuando todos hagamos lo mismo. Obedeceré la opción de consenso. Ningún partido puede acercarse o ausentarse de la mesa de discusiones con decisiones tomadas de antemano. Estamos en campaña.

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