Economía

Misión: doblegar a los trabajadores

(%=Image(4384305,»C»)%) El pasado 1 de mayo los trabajadores recordaron a los Mártires de Chicago, grupo de sindicalistas que fueron ejecutados en Estados Unidos por su participación en las luchas por la consecución de la jornada laboral de ocho horas. Lamentablemente los trabajadores venezolanos no tenían nada que celebrar. El ascenso al poder del fachochavismo ha representado la imposición de un neototalitarismo, que lejos de impulsar cambios estructurales destinados al mejoramiento de los trabajadores, ha profundizado su explotación. El régimen ha eliminado la autonomía sindical, minimizado el papel de los sindicatos, criminalizado la protesta laboral (2.400 luchadores procesados penalmente), reprimido y encarcelado a trabajadores y dirigentes por mantener una posición crítica a la política gubernamental. Ello, sin olvidar su silencio cómplice frente al asesinato de trabajadores a manos de agentes de los cuerpos de seguridad y de posibles sicarios. El disfraz socialista con que se maquilla retóricamente el fachochavismo, le ha permitido arrastrar consigo algunos sectores de las capas más atrasadas del proletariado, que jamás le hubieran seguido si lograsen entender su verdadero carácter de clase, y su verdadera naturaleza. Este proyecto ha logrado atraerse a las masas porque especula y manipula de forma demagógica sus necesidades y exigencias más apremiantes, al igual que azuza prejuicios hondamente arraigados en ellas por su pasado de explotación. El fachochavismo como proyecto auspicia la más desenfrenada explotación de las masas, pero se acerca a ellas con una demagogia anticapitalista, muy hábil, explotando el profundo odio de los trabajadores contra la burguesía patronal, y contra los viejos partidos de la socialdemocracia que los traicionaron en el pasado. Los fascistas actuales prometieron a los trabajadores “salarios justos” pero los han colocado a un nivel de vida aun más miserable. Ofrecieron trabajo digno, pero en realidad han introducido la flexibilización laboral con lo cual se ha intensificado su explotación. Aseguraron el restablecimiento de las prestaciones sociales con “retroactividad” y la reducción de la jornada de trabajo a 36 horas semanales, que hoy son simples consignas electorales incumplidas. Han destruido sus sindicatos y pretenden reemplazarlos por los “Consejos de Trabajadores”, les han arrebatado el derecho a la huelga, y han convertido sus centros de trabajo en cuarteles donde reina el despotismo militar. La pestilencia civico-militar persigue doblegar y acallar a los trabajadores, ante la lamentablemente complicidad de las dos principales centrales obreras: la CTV y UNETE. La primera por haberse divorciado de las bases sindicales, lo que le impide asumir la lucha en defensa de los intereses de la clase obrera, y la segunda por ser un apéndice del aparato político del régimen dedicada a promocionar la política antiobrera del gobierno y complacer al hiperlíder en sus intenciones de perpetuarse en el poder.

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