Economía

No tomar decisiones también es una decisión: El caso de la devaluación

Los políticos venezolanos nos han acostumbrado a no tomar decisiones cuando las mismas son técnicamente requeridas, bajo el argumento de sus costos políticos y sociales. Se han acostumbrado a “correr la arruga” como si “por obra y gracia” las cosas se solucionan solas. Una vez mas la historia se repitió con las mismas consecuencias: hay que adoptar correctivos que, por tardíos, tienden a no tener efectos positivos cuando las mismas no se toman en un marco de políticas/acciones integrales, tanto económicas como políticas. Esto es lo que ha pasado con la reciente devaluación del bolívar de principios de año. No es suficiente, no es creíble, ni tampoco sostenible, por lo que se requerirán nuevas correcciones mas adelante.

No queremos aprender del pasado. El retrasar la adopción de políticas y acciones no hace mas que agravar las situaciones y hacerlas mas costosas, por lo que se alejan las soluciones verdaderas.

Tal vez lo más sorprendente es que la medida devaluacionista se tomó cuando los precios del petróleo habían mostrado una recuperación nada desestimable (Precio Promedio 2009: 57 $/bl; Precio al Cierre del 8 de enero 2010 y fecha de la medida de devaluación: 74,45 $/bl). ¿Por qué no se devaluó en 2009 si el precio del petróleo era mucho menor al de comienzos de enero 2010?  Muchos hubiesen preguntado: ¿Para qué devaluar si el precio del petróleo se estaba recuperando y con ello los ingresos petroleros, a la par de mostrar un nivel cómodo de reservas internacionales?

Y es que el problema es que por no tomar decisiones entre 2006 y 2009, la tasa de cambio se fue progresivamente alejando de su valor real, en lo que se llama “un proceso de apreciación real de la moneda”; esto lo dicen claramente las estadísticas del Banco Central de Venezuela. ¿La razón? el sostenido proceso inflacionario que evidenció la economía venezolana y que se ha convertido en un proceso que se retroalimenta ante la inacción del Gobierno para aplicar verdaderas políticas que estimulen la oferta de bienes y servicios como solución estructural a nuestro problema inflacionario, así como a las limitadas o nulas ganancias de productividad de la economía en su conjunto.

Se nos ha dicho que este es un Gobierno que toma decisiones “todos los días”, por lo que no requiere aplicar un programa de ajuste correctivo al estilo de los gobiernos pasados (como los ocurridos en los últimos 20 años del siglo pasado con el apoyo del FMI). Sin embargo, la progresiva acumulación de distorsiones económicas por la no adopción de decisiones, por insuficientes o por adoptarlas a destiempo, lleva irremediablemente a acumular rezagos cada vez mayores y, en consecuencia, a acumular  “mayores deudas con la estabilización” que en algún momento deben saldarse. Su efectividad dependerá de la suficiencia, oportunidad e integralidad de las políticas y acciones adoptadas.

La suficiencia la podemos evaluar parcialmente por el quantum del ajuste cambiario realizado en comparación con la apreciación real que ha sufrido la moneda nacional durante los últimos años. Por una parte, debe señalarse que de manera explícita el Gobierno devaluó una parte del mercado cambiario en 21% (pase de 2,15 a 2,60 Bs/S) y otra en 100% (pase de 2,15 a 4,30 Bs/S); sin que se hayan realizado ajustes suficientes para alcanzar los niveles que había mantenido la tasa cambiaria del mercado llamado permuta. Adicionalmente, con base en las cifras del propio BCV, se puede observar que la apreciación real del bolívar entre 2005 y 2009 fue al menos de 50%, por lo que bien cabe preguntarse si las nuevas tasas de cambio anunciadas logran comprar la misma canasta de bienes y servicios que se compraban en 1997, año base para la medición de la apreciación real del bolívar.   

No obstante lo antes señalado, el esquema de cambios múltiples instaurado, incluido el mercado libre/paralelo oficial,  realmente deja claro que el Gobierno aspira o cree que la tasa de cambio oficial de la economía debe ser de 4,30 Bs/US$, pues hacia allá ha tratado de conducir una eventual “unificación cambiaria” a través de las subastas realizadas por el BCV. En este escenario gubernamental, la tasa de cambio de 4,30 seria sostenible y válida solamente en un contexto de “inflación cero”, para así evitar una nueva apreciación real y, en consecuencia, una nueva devaluación nominal futura. ¿Es esto realista cuando las estimaciones más conservadoras apuntan a una inflación de al menos 30% en 2010?

Por otra parte, en un año electoral que vaya acompañado de un crecimiento del gasto público, podría nuevamente hacer insostenible la tasa de cambio de 4,30, abriéndose otra vez la interrogante de si este desfase cambiario conduciría a tomar correctivos oportunos o no para evitar la apreciación real del bolívar. De existir limitaciones para cubrir el gasto real estimado para 2010 ante los efectos inflacionarios previsibles, el Gobierno se podría ver tentado a regresar a un único mercado de cambio fijado en 4,30 (para acercarlo lo mas posible al cambio implícito usado en nuestra economía para el calculo del valor de reposición de la moneda, sin tener que devaluar por encima de la tasa de cambio fijo máxima establecida en enero pasado), con lo cual se  abriría espacio para financiar el gasto público. Muchos podrán pensar ahora que esto puede ser una locura y que esta decisión en nada atacaría el nivel que cabria esperar alcance la tasa de cambio en el mercado paralelo; no les quito razón, pero ¿es que acaso creíamos que el Gobierno podía tomar una decisión devaluacionista en un año electoral y con los precios del petróleo en aumento, por mas evidente que era?   

Asimismo, cabe anotar que si bien ese nuevo correctivo iría en la dirección correcta de acercamiento al valor real de la divisa, el que signifique que no sea suficiente para acercar el cambio “oficial” al “paralelo”, estaría nuevamente denotando el rezago en el ajuste necesario y estimulando la falta de credibilidad en las políticas públicas. Ello no desconoce que la actual tasa de cambio del mercado paralelo está influida por elementos derivados de la distorsión que genera el propio control de cambio. Si a lo anterior se suma la ausencia de otras medidas económicas estimuladoras de la producción interna y un marco político-legal propiciatorio de la misma, se estaría nuevamente en presencia de la falta de integralidad de los esfuerzos que son necesarios para el crecimiento y desarrollo sostenible.    

La distorsión que genera el tipo de cambio de Bs/US$ 2,60 es muy grande por su sensible divorcio con respecto al de Bs/US$ 4,30 o su valor real como para mantenerlo por mucho tiempo en ese nivel. Hacerlo sería una nueva muestra de la visión política y cortoplacista de nuestros políticos que reeditará las distorsiones, desequilibrios y falta de credibilidad en las acciones del gobierno, y que reproduce la expresión de que “No tomar decisiones también es una decisión”, … pero con consecuencias que no son precisamente nulas sino negativas sobre la economía y el bienestar de la población. Esto abrirá una vez mas las puertas para la adopción de nuevas decisiones de devaluación como las de comienzos de año. Nos referimos a correcciones cada cierto tiempo sin apego a la racionalidad y equilibrio económico, pero si de premura financiera y fiscal.      

Lo anterior se ilustraría señalando que la oportunidad del ajuste cambiario podría no estar asociado al comportamiento favorable del mercado petrolero internacional, particularmente de sus precios, así como a la reavivación de la inflación, cayéndose nuevamente en el ciclo del “no ajuste”, ni suficiente ni oportuno, con lo cual se acumularían nuevos rezagos y se potenciarían los costos de los futuros ajustes. Estos realmente siempre llegarán, mas tarde o mas temprano, con sus consecuencias dolorosas sobre la población.  

Hagamos votos porque los políticos aprendan las lecciones del pasado y piensen mas en la población, ya que no tomar decisiones aludiendo a sus impactos desfavorables sobre la población también es una decisión, por cierto, nada acertada. Ello también ocurriría si las decisiones se tomaran tardíamente.

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