Economía

¿Para qué nos endeudamos?

El argumento preferido de quienes siempre acuden al canto de sirena para que Venezuela se endeude es que con la deuda se van a financiar proyectos de desarrollo que permiten pagar la deuda contraída y que el país tiene un bajo nivel de deuda respecto al tamaño de la economía. Suena cautivante esta conseja pero al  mismo tiempo es muy peligrosa.

Ese fue el ardid utilizado durante el primer gobierno de Carlos Andrés Pérez (CAP) para justificar un endeudamiento que contribuyó a descarrilar la economía venezolana y que fue parcialmente la causante de la crisis que se vivió en 1983 cuando se tuvo que devaluar el bolívar y abandonar el régimen de tipo de cambio fijo con libertad cambiaria. Imaginaron los proyectistas de ese masivo endeudamiento que Venezuela estaría poblada de industrias que aumentarían el potencial exportador, lo que generaría ingresos suficientes para cancelar los pasivos emitidos. Sin embargo, todo resultó en una tragedia económica y el mismo CAP tuvo después, en 1991, que comenzar a vender en parte como desechos las industrias que él mismo había contribuido a crear.  Lo que si fue cierto es que la inversión aumentó considerablemente aunque luego esas empresas en manos de la corrupción y la burocracia comenzaron a languidecer.

Con Chávez está pasando algo parecido. La contratación de deuda se ha hecho con una excusa similar: la financiación de planes de desarrollo ahora con el cognomento de impulsar el desarrollo endógeno. Debido a esas experiencias dolorosas que sufrió Venezuela fue que se estableció en la ley que todo endeudamiento debería ser aprobado por la Asamblea Nacional y no ha sido así en el caso del préstamo millonario contraído con China. La idea seductora con la cual los endeudadores de Venezuela han hecho prisionero al presidente Chávez los hacen responsable de un nivel de deuda creciente que en un contexto de precios petroleros hoy estancados y sin contar el BCV con una posición sólida de reservas internacionales, puede poner en aprietos al fisco nacional al punto de crearle un dilema entre pagar la deuda o sacrificar el gasto o mantener el gasto y dejar de pagar parte de la deuda, cuando el servicio de éste comience a apretar al presupuesto nacional. Ahora toca alertar al país sobre un curso delicado que puede adquirir las finanzas públicas nacionales presionadas por el pago del capital y los intereses de un endeudamiento injustificado.

Anda de carreras el ministro Giordani y su comitiva en gira turístico-administrativa por China buscando más dinero prestado para que siga la vorágine del gasto en proyectos tan utópicos como inviables financieramente. Para valorar aunque sea preliminarmente las bondades de la emisión de duda y considerar justificación, se debe apelar a varios indicadores, entre ellos la inversión. Si la deuda se emplea en financiar proyectos de inversión ello debe reflejarse en el coeficiente de inversión que no es otra cosa que el cociente entre inversión y PIB, el cual mide el porcentaje de dedicado a la formación de capital de cada bolívar producido, todo ello en ausencia de otras estadísticas más precisas que el BCV no publica. Según el gráfico anexo, en 2007 por cada  cien bolívares producidos se invertían treinta y cinco, cifra respetable. Con el crecimiento vertiginoso de la deuda a partir de 2008 se desnuda otra realidad. En el primer trimestre de 2010, de cada cien bolívares producidos, se invirtieron veintitrés. Es decir, entre esos años, la deuda no se utilizó para apuntalar la inversión, según consignan las cifras del BCV.

En otros términos el gobierno montó un festín con la deuda y empleó irresponsablemente esos ingresos en cualquier otra cosa menos en favorecer la inversión y menos aún aquella orientada a crear industrias exportadoras que hagan posible que Venezuela pueda incrementar su potencial para producir divisas para cancelar la deuda. No se sabe que van a inventar los arquitectos de este nuevo endeudamiento para explicarle al país porqué y cómo han endeudado a Venezuela de forma criminal como lo están haciendo actualmente. De este endeudamiento no va a quedar ni siquiera las estructuras de acero y concreto armado de los tiempos de CAP entre 1974 y 1978.

 

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