Economía

¿Sabemos por qué le tememos a la inflación?

¿Usted le tiene miedo a la inflación? Sin lugar a dudas que su respuesta
será afirmativa si usted es medianamente sensato. Sin embargo, ¿sabe
usted lo que es la inflación? Muchos pensarán que uno está fastidiando con esos
términos tan rebuscados, que uno estará buscando los conceptos del
diccionario cuando todos nos entendemos bien sin tener ese libro a la
mano.

Nosotros usamos sin distinguir palabras como «barragana» o «amante», y muy
pocos han buscado las palabras «obnubilar», «decimonónico», «maquiavélico»
(una vez escuché a una mujer de pocos estudios preguntarle a un señor
sobre el significado de esa palabra que tanto utilizaba para calificar a su
enemigo, y después de tartamudear y dudar un poco el hombre respondió:
«Maquiavélico significa que quiere todo para él y nada para los demás»),
etcétera.

Pero el problema comienza en que una cosa es lo que el público no
conocedor entiende por inflación y otra cosa es lo que los economistas entienden por
élla. En cierta ocasión en el entonces existente programa «Noticias 33»
por Globovisión se hizo una encuesta entre el público para averiguar si la
gente sabía lo que era inflación. Hubo muchas respuestas, y de unos 15
entrevistados solamente acertó uno. Los demás dieron todo tipo de
respuestas, pero hubo uno que resumió lo que los demás entenderían:
«Inflación es todo esto que estamos viviendo», o sea, aumento de precios,
desempleo, recesión, crisis política, falta de aumentos salariales, etc.

Hagamos un paréntesis para recordar que en la década de los ochenta las
encuestas preguntaban al público sobre «inflación» y «alto costo de la
vida», o sea, lo mismo.

Diagnóstico errado

Otro punto a tomar en cuenta sobre la gravedad de este problema es que
mucha gente se queja de la inflación y la opinión pública crea una presión sobre
los equipos gubernamentales para combatirla, cuando tal vez eso no es lo
que de verdad quieren. Después de todo, muchas veces los gobiernos están
obligados a obedecer los mandatos de la opinión pública. Lo único que
falta es que la opinión pública haga presiones por motivos astrológicos o de
supersticiones.

Para comparar, imagínense que un paciente le diga al médico que padece del
corazón y le insista en ello, y si es cardiólogo, pues le hará todo un
tratamiento para esa enfermedad tal y como le dice el paciente. Sin
embargo, el paciente se refería al corazón, pero otros males del corazón,
o más bien son problemas amorosos; en ese caso debería verse con un
psiquiatra o un consejero sentimental. Y si la sociedad (y la nueva constitución) le
pide a los economistas que se concentren en el control de la inflación, pues
lo harán, pero en el concepto que ellos entienden, no según la creencia
popular.

Pero así como hacen falta cardiólogos con valor que le digan al paciente que
se vayan donde un psiquiatra, también faltan economistas con coraje que
digan que el principal problema económico del país son la tendencia
recesiva y el desempleo, y no la inflación, la cual pasaría a un segundo plano.

El concepto de inflación

Inflación es simple y llanamente el incremento general y sostenido en el
nivel de precios. Es general porque se habla de inflación cuando todos (o
al menos la apabullante mayoría) los precios suben, y es sostenido porque
no hay marcha atrás, o sea, se excluyen los aumentos por razones estacionales
(porque en diciembre de todos los años el precio del tomate se multiplica
por 5 ó por 10, pero en enero vuelve a bajar).

Como ven, en el concepto de inflación no está incluido nada que tenga que
ver con el empleo, la recesión, la crisis política, la corrupción, la
«especulación» (otro término muy mal utilizado por la opinión pública), el
dólar, ni las tasas de interés, ni nada de eso. Está vinculada a todos
ellos porque en las ciencias sociales todo está interrelacionado, pero hay
que especificarlos para poder estudiarlos y atenderlos mejor.

Los males de la inflación

Técnicamente hablando, si una economía y su sociedad estuvieran totalmente
indexadas, el único problema que causaría la inflación sería la
incomodidad de cambiar los precios y los salarios muy repetidamente. En otras
palabras, casi todos los males que se le atribuyen a la inflación son inventados o
exagerados, o producto de las mismas regulaciones jurídicas y sociales.

Por ejemplo, hasta donde sabemos sigue vigente la Ley de Protección al
Consumidor que prohibe el remarcaje de precios hacia arriba. Sin lugar a
dudas, es una ley diseñada para una economía donde la inflación es
inexistente, o sea, donde los precios varíen muy poco (debemos diferenciar
lo que es Inflación de las variaciones del Indice de Precios al
Consumidor). Algo similar podemos decir de las leyes laborales.

Las soluciones a la inflación y la Curva de Phillips

Por supuesto que una solución mágica e integral es más agradable que
plantear una solución realista. Preferimos acudir donde un curioso (o un
brujo, astrólogo, espiritista, evangélico, etc.) porque con unas velas, unos
rezos y unos tabacos (casi todos los hacen por uno) quedamos sanados,
mientras que el médico nos pedirá exámenes, nos enviará medicinas
costosas, y luego nos operará con todo lo que ello implica (abrir el cuerpo, sacar
sangre, perder sangre, tranfusiones, riesgo de contraer nuevas enfermedades,
mucho dinero, etc.).

Y para la inflación, el desempleo, las altas tasas activas (si debemos), las
bajas tasas pasivas (si vivimos de la renta), la devaluación (si somos
importadores o consumidores), la revaluación (si somos productores) y todo
eso queremos también soluciones mágicas y rápidas, que no nos resuelvan un
problema solamente sino, y que además debemos molestarnos porque hay que
esperar un tiempo y trabajar mucho. Como deseamos que todo se resuelva en
un solo día, y eso es lo que nos ha movido a buscar repetidamente la
figura de un Mesías, tanto en forma de persona como en forma de mecanismo.

Un ejemplo lo tenemos en la propuesta de la dolarización como un mecanismo
mesiánico que nos acabará la inflación en un solo día, y que al día
siguiente el empleo comenzará a crecer como la espuma y los problemas
económicos desaparecerán en un santiamén.

Pero (y como diría Perucho Conde, «que baile que nunca falta un condenado
pero») se nos ocurrió recordar la Curva de Phillips, una hipótesis que se
planteó hace casi 40 años (no son los 40 años de pseudo-democracia
corrupta y puntofijista) en Inglaterra y que fue reformulada ligeramente para
terminar por decirnos que la inflación y el desempleo se mueven en
sentidos contrarios, o sea, cuando aumenta el desempleo baja la inflación (no la
estanflación, que es lo que tenemos en Venezuela), y viceversa. Eso nos
dice que si llegamos a controlar la inflación será a costas de más cierre
de empresas y desempleo, y si reactivamos la economía entonces debemos
soportar más inflación. No hay salidas mágicas.

En otras palabras, en la actualidad tenemos un asunto de prioridades.

¿Qué preferimos ahora? ¿Bajar la velocidad con que aumentan los precios o
bajar el desempleo y reactivar la economía no petrolera? Yo se que todos
quisieran seleccionar las dos opciones, pero en el corto plazo sólo
podemos tomar una. Yo prefiero que se reactive la economía no petrolera y baje el
desempleo.

En otras palabras, ¿qué prefieren?, ¿qué me bajen los precios (con
mercaditos populares, presión sobre los comerciantes, control de precios,
etc.) o que me den más dinero para comprar lo que yo quiera? Escojan
ustedes, pero recuerden, sólo pueden seleccionar una, y a la otra, según
nos comportemos, podremos optar a ella dentro de varios años.

Y deben acudir a un médico adecuado, no al médico incorrecto ni al
curioso.

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