Economía

Se agotan las reservas líquidas del país

El Banco Central debe sacrificar su liquidez y con ello son menos los dólares que entrega a Cadivi

No se ha ponderado todavía en Venezuela el daño que la reforma León-Cabezas le causó a la estabilidad monetaria del país tras la modificación de la ley del BCV de julio de 2005. Con dicha reforma se creó un concepto abstracto y por abstracto peligroso, el «nivel adecuado de reservas internacionales», especie de comodín que emplean las autoridades que dirigen el ente emisor para descapitalizarse mediante la entregas de las reservas al gobierno para que funjan como mecanismo de financiamiento del déficit fiscal.

La opinión especializada desconoce la metodología de ese nivel adecuado de reservas, la cual es guardada como un secreto de Estado. Ciertamente, durante 2004, Armando León, vocero oficioso del Directorio del BCV para cualquier desatino monetario y Rodrigo Cabezas, entonces jefe de la Comisión de Finanzas de la Asamblea Nacional, encabezaron una cruzada para reformar la ley que rige el BCV con un solo objeto: financiar el déficit fiscal usando para ello los activos de reservas del banco central. A partir de 2005 la tasa de inflación no ha dejado de aumentar como consecuencia, en parte, de la emisión de dinero artificial que se hace con cargo a unos activos que dejaron de pertenecer al BCV.

Mediante esa reforma el BCV tiene que traspasar en cómodas cuotas al gobierno cada vez que éste lo requiera, una porción de sus reservas internacionales que van a parar a una especie de saco roto llamado Fonden, cuyas contabilidad es un auténtico misterio, hasta el punto que su último estado financiero corresponde a diciembre de 2010. De esta forma, el BCV tiende a sacrificar su liquidez y con ello son menos los dólares que entrega a Cadivi para realizar importaciones y más los obstáculos que se generan para acceder a ese regalo que constituye el tipo de cambio oficial de Bs 4,30 por US$.

MENOS DIVISAS Al secarse las reservas líquidas en manos del banco central, Cadivi restringe o retarda la liquidación de las divisas a los importadores. Esta situación se refleja en la acumulación de deuda de las empresas venezolanas con sus proveedores externos, la renuencia a otorgar divisas para cancelar los dividendos y otros conjunto de requisitos para quienes necesitan moneda externa, como es el caso de la nueva providencia para estudios de venezolanos en el exterior, que simplemente significa que cada vez habrá menos divisas para los estudiantes.

Información reciente relata que la industria farmacéutica venezolana debe más de US$ 800 millones a proveedores del extranjero, algo similar consigna el gremio de distribuidores de repuestos automotrices a quien la asignación de divisas le ha mermado considerablemente. A ello se suman otros sectores que por temor y terror a represalias por parte de entes oficiales, que no aceptan críticas públicas acerca del desabastecimiento de bienes esenciales. Lo cierto es que hay escasez puntual y sostenida en algunos casos de medicamentos esenciales para pacientes con patologías que pueden poner en peligro sus vidas. Similarmente, es un drama para quienes tengan vehículo el hecho de solicitar un repuesto.

En algunas ocasiones piezas elementales tardan hasta cuatro meses en ser conseguidas, argumentado los vendedores que se han reducido los despachos desde el exterior por falta oportuna de pagos.

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