Economía

Significado del viernes negro para Venezuela (devaluación del 18 de febrero de 1983)

El 4 de febrero de 2002, fui solicitado para responder algunas preguntas sobre la desastrosa devaluación del 18 de febrero de 1983, recordada como Viernes Negro, para publicación en el periódico Ultimas Noticias el 17 de febrero de 2002. El mensaje electrónico lo recibí de una persona quien escribió llamarse Cástor E. Carmona y dió como dirección electrónica [email protected]. Al pasar la fecha sin encontrar en el periódico el artículo del Sr. Carmona y ver que pasaban las semanas sin resultado alguno, decidí comunicarme con el Sr. Carmona a su dirección electrónica para encontrar que la misma había sido cancelada (o quizás núnca existió).

Comunicaciones posteriores a directivos del Ultimas Noticias (incluyendo a su director E. Rangel) resultaron infructuosas, incluyendo a otras de sus autoridades, que ni siquiera tuvieron la cortesía de dar acuso de recibo. Por todo lo expuesto y por considerar que el tema es interesante en sí mismo y por la profunda crisis que vive el país, me he permitido presentar en Venezuela Analitica mis comentarios sobre las preguntas de la supuesta (y aparentemente ficticia) encuesta, actualizados para tomar en cuenta acontecimientos recientes.

A continuación reproduzco las preguntas, seguidas por mis comentarios:

Preguntas:

– ¿Cuál es la importancia que tuvo el “Viernes Negro” en la historia del país, tanto en lo económico, político y social?

– ¿A qué obedeció la medida?

– ¿Debió tomarse antes o después de tal fecha, y otras medidas que debieron acompañarla?

– ¿Realmente se declaró ese día la “quiebra del país”, o ésta era una circunstancia que venía gestándose con anterioridad por la manera en que se venían manejando las diversas variables macroeconómicas –renta petrolera, finanzas pública, reservas internacionales, etc-?

– ¿Seguiría Venezuela siendo la misma de no haberse tomado esa decisión?
– ¿Qué lecciones dejó la fecha?

Comentarios

La brevedad reclamada por esta encuesta solo me permite comentar sobre el proceso, o la metodología que considero correcta para responder a la sustancia, pero lamentablemente no a la sustancia misma por falta de espacio y tiempo.

Para analizar correctamente el “Viernes Negro”, en cuanto a sus causas y resultados, y comprenderlo en su contexto histórico, es necesario enfocarlo desde distintos puntos de vista. Son estos, la política económica del gobierno de turno, el Banco Central como ente independiente, el sector privado venezolano y, por último, el ciudadano común (hoy conocido como el soberano), quien generalmente desconoce lo que acontece a nivel de la complejidad macroeconómica y macropolítica nacional.

Existe un punto de vista adicional, distinto e independiente, que en este caso especifico también merece consideración. Me refiero al actor principal que manejó el ajedrez económico-político culminando con la devaluación – el presidente del Banco Central, Leopoldo Díaz Bruzual, mejor conocido como “Búfalo”. Sin esta consideración particular, no puede entenderse el “Viernes Negro”, sus causas de fondo y sus consecuencias posteriores.

Un resultado importante del Viernes Negro es que rompió con la tradicional confianza del país en su gobierno, del sector privado en los políticos, de los economistas en el Banco Central, y de los técnicos del Banco Central en su Presidente.

Por otra parte, la devaluación fue una decisión inevitable que se tomó tardíamente (debió tomarse mucho antes), por encontrarse inmersa en un conflicto político-partidista, además de un conflicto entre el Ejecutivo Nacional a traves de su representante, el Ministro de Hacienda, para entonces el empresario y banquero, Arturo Sosa, y el Banco Central, a través de su Presidente, Leopoldo Díaz Bruzual.

El bolívar estaba sobrevaluado desde hacía tiempo, debido a una política económica (y petrolera) confusa, contradictoria, profundizando el problema financiero del pais. Hubo grandes vagabunderías y actos de corrupción que si bien nunca fueron castigados, condujeron a precipitarlo y agravar sus efectos posteriores.

Pudo haber sido evitado con medidas preventivas aplicadas a tiempo y debió ser seguido con medidas correctivas que no se produjeron, con una política económica (y petrolera) muy diferente a la del Presidente Herrera Campins. Una devaluación núnca debe producirse sin medidas complementarias necesarias para lograr los objetivos perseguidos.

En cuanto a la pregunta sobre la “quiebra del país”, esta no podría ser producida por un viernes negro, como no podría producirla ninguna decisión puntual. Se requieren muchas decisiones y hechos que a lo largo del tiempo van acumulando resultados negativos. Decisiones y hechos económicos, financieros, políticos y sociales.

El llamado proceso de “quiebra del país” lo inició el primer gobierno del Presidente Pérez y lo continuó el gobierno del Presidente Lusinchi. Lo agravó el gobierno del Presidente Herrera Campins y lo continuó agravando el segundo gobierno del Presidente Pérez. Lo profundizó al punto de no haber retorno posible el segundo gobierno del Presidente Caldera y actualmente la quiebra del país la está culminando y terminando de materializar el Presidente Chavez con su desgobierno.

De no haberse producido el Viernes Negro, el pais hubiese continuado en crisis, seguramente padeciendo peores resultados, pero es imposible determinar si un proceso sin devaluación habría sido mejor o peor que el realmente vivido por el país. Cualquier análisis estaría permeado de valores subjetivos, prejuiciado ideologicamente, a favor o en contra, por lo que produciría poca luz sobre la materia. Serían meras conjeturas, como lo son muchos de los comentarios y las opiniones que suelen leerse en los periódicos, revistas y libritos que publican por ahí economistas, cuasi economistas y pseudo economistas.

De cualquier manera, el problema de fondo no fué, ni és, el llamado Viernes Negro, sino la llamada “enfermedad holandesa-a-la-venezolana”. Es decir, la incapacidad de los gobiernos, sus asesores y los intelectuales de la economía, para comprender la sobrevaluación estructural y permanente del bolivar y enfrentar los problemas que produce con políticas adecuadas.

Lo crucial ha sido (y continúa siendo) que las élites, especialmente los economistas (incluyendo profesores universitarios y de institutos especializados, muchos de ellos con doctorados en el exterior), porfían ciega y testaduramente que el desarrollo del país no es posible sin cuantiosas divisas. Además, y peor aún, porfían con igual terquedad y miopía, que podemos convertir en recursos productivos y utilizar eficientemente todas las divisas que pueda producir el sector petrolero. No reconocen o niegan que tenemos problemas de capacidad de absorción, agravados por las distorsiones que sufren los factores de producción causados por las persistentes sobrevaluaciones del bolívar. Imputan los fracasos a la corrupción y a la incompetencia e ineptitud de quienes aplicaron (y aplican en la actualidad) políticas inadecuadas, atribuyendose la sabiduría y los conocimientos correctivos, para entonces proponer políticas alternativas identicamente inadecuadas.

En los actuales momentos, a mediados del 2002, estos analistas-comentaristas resumen sus propuestas en lo que algunos denominan “proyecto de país”, otros prefieren llamarlo “la Venezuela post-petrolera” , y algunos otros lo enfocan hacia “la Venezuela para la transición”.

Poco les interesa que hayamos gastado más divisas que el resto de America Latina en su conjunto, lo que ha agravado nuestro subdesarrollo. Poco les interesa que el desarrollo lo produce el trabajo capacitado, adecuadamente organizado y remunerado, nó el dinero que se gasta proveniente de los ingresos petroleros, lo cual tambien ha agravado nuestro subdesarrollo. Y poco les interesa que la gravedad de la situación que atraviesa la mayoría de los venezolanos y nuestra condición de pais absolutamente dependiente del petroleo, obliga aplicar politicas económicas ‘sui generis’.

Pretenden ver la solución de nuestro subdesarrollo en el crecimiento desbocado del sector petrolero, bajo el artificio que titulan “política económica o petrolera eficiente” y la falsa ilusión de que contamos con un alto acelerador económico y un alto multiplicador petrolero, capaces de convertir al país en una gran fábrica de hidrocarburos, pero sin tomar en cuenta los altos costos económicos y sociales, incluyendo las muy bajas productividades del capital y el trabajo (bajas relaciones capital-trabajo y producto-trabajo), pero también sin tomar en cuenta el efecto-ingreso negativo que producirían los bajos precios a que tendríamos que vender esos hidrocarburos y sin tomar en cuenta la alta propensión a importar que caracteriza a la economía venezolana.

Pretenden ver en el petróleo una ventaja comparativa y competitiva absoluta y natural, cuando la realidad es que estas ventajas las crean y generan los países a través de sus políticas públicas, económicas y sociales. Fué así como los países más industrializados del planeta construyeron sus economías y las aprovechan hoy con la globalización, incluyendo Estados Unidos, Francia, Alemania e Inglaterra, entre otros. También resaltan por sus características especiales Suiza, Hong Kong, Korea del Sur y Japón. Y los integrantes de la vieja Unión Sovietica, en particular Rusia, actualmente intentan lo mismo.

Insisten que somos un país en vías de desarrollo, cuando en realidad somos un país en vías de subdesarrollo. No hacemos más que complicar las cosas, profundizando los problemas, haciendo cada día más dificil el proceso de desarrollo.

Actualizando los problemas en el contexto del año 2002 que estamos viviendo, existe un asombroso paralelismo entre la crisis venezolana y la crisis del sistema financero estadounidense (incluyendo su mercado de valores). Pareciera que con el Presidente Chávez finalmente hemos llegado al fondo de la fosa, como esa que los analistas de los mercados financieros pretenden reconocer al referirse a la capitulación de un mercado de valores que ha sufrido una prolongada precipitosa caída causada por múltiples problemas, entre los que se destacan corrupción, fraude, falta de liderazgo, incapacidad, ineficiencia, ingobernabilidad, malversación y cuantas otras calificaciones se le pueda ocurrir a cualquier analista honesto e imparcial (incluyendo constantes violaciones constitucionales).

¿Qué lecciones dejó la fecha? Ninguna. La lección la dejó un bolívar devaluado, un Banco Central golpeado, un Ministerio de Hacienda inefectivo, una Presidencia debilitada y una política petrolera vergonzosa—esta última es la única que no aplica al escenario que vivimos en 2002, al cual habría que añadir una lista interminable de calificativos negativos.

Una lección no comprendida aún es que en nuestro país nada se puede hacer en secreto (muchos supieron de la medida antes de producirse).

Otra lección tampoco comprendida aún es que cualquiera nó califica para ser Ministro de Hacienda responsable, ni Presidente de Banco Central competente.

La tercera lección aún sin comprender es que un buen Ministro de Energía no puede ser miope ni limitado.

Y una cuarta lección que todavia tampoco comprendemos es que, para ser un buen Presidente, no basta con comer ‘torontos’, ni con ondear el texto de una constitución ‘bicha’ para arremeter contra la democracia puntofijista al mismo tiempo que se exalta el frustrado golpe anti-democrático del 4 de febrero, se rememora al Libertador Simón Bolívar y se incita la violencia con grupos armados bajo pretexto de defender lo indefendible.

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