Economía

Socialismo: siglo XXI, ¿o XIX?

Santiago de Chile (AIPE)- El crecimiento económico de Chile se tornó mediocre hacia fines de los años 90 y ya no crece más que el resto del mundo; ahí no más, al cinco por ciento, por debajo de los emergentes y hasta de América Latina, a pesar del precio del cobre.

Es que los concertacionistas nunca se convencieron de que Chile se disparó por los cambios liberales iniciados a mediados de los 70; los mantuvieron por un tiempo, para después intentar volver al pasado en estatismo, inseguridad ciudadana, democratismo centralizado, educación totalitaria, salud burocrática y hermandad latina, tipo Mercosur, OEA, CAN, Haití, Hugo-Evo, o al del socialismo del siglo XXI.

Clanes familiares político-parlamentarios buenos para los “gastos reservados” encabezan esta avanzada ultra picante, que se nutre de la ideología socialista estatista de los años 50, de más impuestos y regulaciones, para «liquidar» a explotadores y chupasangres, mejorar la distribución y protegernos del mal.

El conformismo transversal, del Lagos amado por la gran empresa, los medios de comunicación, la ¿oposición? política, el PDC, la Iglesia, etcétera, ha matado la creatividad, la libertad y el debate democrático, reemplazándolos por multiplicidad de leyes, controles, impuestos y estatismo represivo, completamente alejado de los cambios liberales del mundo emergente.

Nuestros socialistas de todos los partidos desprecian la libertad y no la ven como la base de los avances modernos. Visitan los países que progresan y miran los miles de computadores, pero no las políticas liberales que los hicieron posibles. No ven que éstas, al incentivar a los individuos, son las que han generado la riqueza que mejora la condición social de los pobres; no entienden que los pobres progresan por las oportunidades de emprender y trabajar que abren los cambios liberales. Estos son los que explicaron el gran salto chileno, así como la paralización de las reformas y la vuelta atrás en áreas como la educación y otras que se insinúan parecen estar detrás del relativo estancamiento reciente. Se ven pocas propuestas de libertad y oportunidades, las que en unos seis meses nos pondrían a la cabeza en inversión y aumento del producto. Es algo obvio para gente normal, pero incomprensible para los socialistas que piensan que todos somos tontos y que se nos debe proteger y pastorear. No comparten el «personalismo» occidental cristiano y ven a los individuos como animalitos, víctimas de leyes «sociales» inmutables, de explotación capitalista, de lucha de clases, de la dialéctica científica y de otras patrañas.

Nuestra «crisis» va más allá de lo productivo. Piense en el crimen, en la mala educación, en el centralismo «democrático», en la crisis judicial, en las drogas, en madres solteras con hijos pobres y los cientos de regulaciones y prohibiciones que mantienen a unos dos millones de ciudadanos fuera de la fuerza de trabajo y de la pequeña actividad empresarial, por los costos imposibles, algo que nuestros intelectuales, educadores y políticos no entienden porque les horroriza la gente libre y creen que el Estado (Dios) debe protegernos (controlarnos) al costo que sea, como el que se insinúa en estos días en previsión, educación, superintendencias, etcétera. Son «constructivistas», es decir, creen que el progreso no lo hacen las personas, sino el Estado iluminado y racional, capaz de planificar a la perfección la felicidad de los ciudadanos. Se quedaron en el siglo XIX, aunque ahora lo llaman XXI.

___* Profesor de economía, Universidad Finis Terrae, fue presidente del Banco Central de Chile.

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