Economía

Socialismo y Capitalismo de Estado

Traumatizada por la estanflación, la crisis de los servicios públicos, la inseguridad y los abusos del poder, la sociedad venezolana se crispa en tensión política extrema, multiplicándose los choques frontales entre el gobierno y las fuerzas cada vez más coaligadas de la oposición democrática y la disidencia surgida del propio seno del oficialismo. En medio de esta situación conflictiva, los intelectuales de ambos bandos han reanudado sus debates sobre el significado del término “socialismo”, e incluso entre quienes todavía otorgan un apoyo crítico a Hugo Chávez, ya parece ser mayoritaria la opinión de que la oleada de estatizaciones impulsada por el Presidente no configura, por ahora, ningún tipo de programa socialista sino que en el mejor caso podría ser calificada de “capitalista de Estado”. Para ser socialista (según las definiciones de todos los pensadores clásicos sobre el tema), a la gestión oficial le hacen falta tres elementos fundamentales: 1) ser eficiente, capaz de desarrollar y fortalecer el aparato productivo nacional; 2) ser racional, con sólida planificación de metas y prioridades a mediano y largo plazo, y 3) ser democrática en el sentido más estructural y completo del término, aprobada, apoyada y controlada efectivamente por las mayorías populares y asalariadas del país, y orientada hacia una mayor justicia distributiva, dentro de un marco político de pluralismo, libertad y tolerancia.

Si bien la fórmula leninista o comunista (admirada por Hugo Chávez) en sus etapas ascendentes iniciales supo cumplir con los primeros dos requisitos (eficiencia y racionalidad), jamás cumplió con la tercera que es la más esencial e imprescindible. A partir del momento en que Lenin rechazó las críticas de Rosa Luxemburgo y decidió suprimir toda disidencia democrática en la URSS, ese país (con sus futuros satélites e imitadores) quedó condenado a desarrollar, no un sistema socialista tendiente hacia un desenlace comunista basado en la libertad, sino un capitalismo de Estado despótico y explotador. El sistema económico y social de Stalin y sus sucesores fue calificado de capitalismo de Estado opresor no sólo por los socialdemócratas, sino también por comunistas disidentes: trotskistas, bujarinistas, titoístas y eurocomunistas, entre otros.

Por su caudillismo autocrático, su creación de una monstruosa burguesía burocrática, su incapacidad gestora y administrativa y su enfrentamiento cada vez más feroz al movimiento sindical venezolano, este régimen no puede generar ningún tipo de socialismo, sino sólo una forma particularmente ineficaz y corrosiva de capitalismo de Estado. Aunque todavía la izquierda radical no lo quiera reconocer, el único verdadero socialismo – eficaz, luminoso y profundamente humano- es el socialismo democrático o socialdemocracia (los dos términos son esencialmente sinónimos) que ha germinado y paulatinamente seguirá creciendo y floreciendo en algunos países desarrollados.

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