Economía

Venezuela: el liderazgo petrolero de Chávez

La concepción de que el petróleo es un arma diplomática no es nueva en Venezuela. Tal vez tuvo su expresión más simbólica durante el primer gobierno de Carlos Andrés Pérez (1974-79), quien montó una hábil estrategia internacional teniendo, por un lado, altos precios del crudo y una fortalecida Organización de
Países Exportadores de Petróleo (OPEP), y por el otro la ola internacional a favor de la cooperación sur-sur y el papel venezolano como actor de peso en el ámbito de América Latina y el Caribe.

Hoy, con el gobierno de Hugo Chávez, esa concepción de diplomacia petrolera toma nuevamente fuerza en Venezuela y es una postura abiertamente defendida por el ministro de Relaciones Exteriores, el periodista José Vicente Rangel.

El segundo gobierno de Pérez (1989-93) y el de Rafael Caldera (1994-99), así como el transitorio de Ramón J. Velásquez -entre uno y otro después del juicio a Pérez-, coincidieron en distanciarse de la OPEP. Sostuvieron políticas petroleras que
en muchas ocasiones contradecían la visión de conjunto de la organización, e incluso manejaron como escenario la posibilidad de que Venezuela abandonara la entidad, que justamente ayudó a fundar hace 40 años.

La postura llevada también al terreno de la producción de crudo tuvo consecuencias negativas, pues el petróleo hasta inicios del año 99 tuvo sus niveles de precios más bajos desde los años 70. Esto fue consecuencia de la sobreproducción en la que se
embarcaron algunos socios de la OPEP y otros productores, en claro incumplimiento de las cuotas establecidas por la propia organización para sus 11 países miembros.

La llegada de Chávez al poder y el nombramiento de Alí Rodríguez como ministro de Energía significó retomar una relación más estrecha y un diálogo más cercano, que han confluido en una verdadera voluntad política de fortalecer a la OPEP. La recuperación paulatina de los precios a lo largo de 1999 y de este año 2000 (excluyendo por supuesto la especulación que ha prevalecido últimamente y factores de perturbación como el conflicto del Medio Oriente), son consecuencia de la nueva
política que ha tenido a Venezuela como puntal.

Venezuela y Arabia Saudita redefinieron en 1999 una mesa de diálogo para recortar la producción, espacio al que integraron a México, y a través del cual se tendieron puentes con productores no socios de la OPEP como Noruega y Rusia.

Ese papel relevante fue un motivo de peso para que Chávez convocara en Caracas la realización de la segunda Cumbre de la OPEP de soberanos, jefes de Estado y de Gobierno. Es significativo que haya sido sólo la segunda cita de este tipo en
40 años de historia y que haya sido celebrada 25 años después de la primera, Argel (1975).

La realización en sí de la cumbre ya podría apuntarse como un éxito diplomático para Chávez y para el ministro Rodríguez, actualmente presidente de la OPEP. Los medios de comunicación y los principales «opinólogos» venezolanos le restaron importancia a este hecho, además de colocar el peso en lo anecdótico y no en el trascendente en sí de la cita.

Hubo, como de costumbre, «la foto en familia». Chávez es la principal figura de esa imagen, en cuyo reverso podría inscribirse que es la segunda en 40 años, hecho significativo ya mencionado; estamos ante la primera imagen de unidad de la organización desde los año 80 y la cumbre sirvió de excusa, por ejemplo, para que se reuniesen los líderes de Irak e Irán a solas en una acertada conjugación diplomática movida por Venezuela.

El tono de la «Declaración de Caracas» es decididamente a favor del diálogo con los países consumidores y eso ya también es un hito, además de recuperar la OPEP su rol de interlocutor de peso en el escenario mundial. Esto se evidenció con la posible apertura de un diálogo con la Unión Europea o con el grupo de países más industrializados del planeta, el G-7.

Si la cumbre fue un éxito, en términos del relanzamiento de la OPEP (cuyos países habían aclarado que la reunión de Caracas no era para debatir precios), eso está íntimamente relacionado con la fuerte personalidad de Chávez. No debe olvidarse la gira, intensa y agotadora si medimos días y kilómetros recorridos, que lo llevó a cada uno de los otros 10 países de la organización, a fines de julio para hacer las invitaciones, personalmente, para la cita de Caracas. Venezuela es el único país del hemisferio occidental dentro de la OPEP, esto significó que Chávez visitara algunos países en el Medio Oriente, pero también en Africa y en Asia, sin dejar a ninguno excluido.

En el marco de esa gira justamente demostró una independencia diplomática importante con su histórica visita a Irak, así como la no menos simbólica a Libia. Con estos dos encuentros Venezuela puso marcada distancia de la órbita de Estados Unidos en política exterior, como lo recogió la prensa internacional por esos días.

Criticado por su acercamiento a este mundo «donde no se respeta la democracia», Chávez fue claramente irónico al decir que la OPEP no era un club en defensa de la democracia, sino una instancia de coordinación de políticas petroleras de países cuyas economías están ligadas estrechamente al crudo.

Y está a las puertas de ser nuevamente criticado por su diplomacia petrolera. Después de insistir a lo largo de 1999 ante México para ampliar el Acuerdo de San José, que desde hace 20 años garantiza suministro petrolero con condiciones especiales de pago a países de Centroamérica y el Caribe, Venezuela ha lanzado su Acuerdo Energético de Caracas.

La gran novedad de este acuerdo es que permitirá incluir a Cuba en los suministros de petróleo, también en condiciones ventajosas de pago, pues la mayor de las Antillas no forma parte del Acuerdo de San José, y México no aceptó la petición venezolana de integrarla.

Además de las críticas que vendrán por suministrar petróleo a la Cuba que aún enarbola la bandera del socialismo, la diplomacia de Venezuela deberá actuar con cautela ante una eventual reacción negativa de México y posible presiones de la Comunidad del Caribe anglófono (Caricom) por la exclusión de Guyana del plan energético. Pero, claro, esos son los riesgos de cualquier política internacional con personalidad, como sin duda es la que tiene Chávez, usando al petróleo como eje de esa diplomacia.

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