Economía

Venezuela en el contexto del ajuste y la elaboración de la política económica

Venezuela ha caído en un círculo vicioso de conflictividad política y decrecimiento económico, donde el particularismo y la cleptocracia van aunados a un gran deterioro institucional. El contexto de arranque de este deterioro fue, en parte, la ya –en la actual administración- frustrada esperanza de los venezolanas de que las cosas cambiaran en el campo económico y político. En cuanto al primero, la nación ha venido desempeñándose en lo que hemos llamado la trampa de los planes de ajuste y estabilización. Los gobiernos del Presidente Toledo en Perú –un neoliberal populista-, Gutiérrez en Ecuador –un populista confundido- y Chávez en Venezuela –un populista neoliberal- la expresan claramente. Es cierto, sin embargo, que dado el escenario reseñado para Venezuela, la trampa se encuentra a la espera de la próxima administración, si se continúa con la desatención del crecimiento y desarrollo como problemática estructural y de largo plazo.

La reflexión sobre el proceso económico regional, en el actual contexto de globalización y expansión de la llamada economía de mercado, debe incorporar los asuntos relativos a las expectativas de los agentes económicos, el cambio institucional, el liderazgo y la formulación de estrategias de crecimiento y desarrollo que buscasen atender problemas estructurales permanentemente presentes en los campos del empleo, la tecnología y la distribución del ingreso en economías como Venezuela. En razón de ello este trabajo aborda parte de la problemática de los planes de ajuste y estabilización, cuyo primado ha actuado en detrimento de la atención del desarrollo.
A continuación se presenta lo fundamental del marco general previo a la introducción en la región de los planes de ajuste y estabilización. Posterior a su entrada, éstos pasan a ser considerados, por algunos, como fundamentales, para el período de transformación económica al que ingresa la misma a partir de mediados de los años ochenta.

1. La década de los ochenta y los programas de ajuste estructural

A diferencia de lo ocurrido en la década de los setenta -en la que el financiamiento externo disponible para los países en desarrollo era abundante-, en la de los ochenta el financiamiento se contrajo bruscamente, originando una de las mayores crisis para los países en desarrollo y América Latina en particular.

La magnitud de la crisis de la deuda, que causó preocupación en cuanto a la estabilidad financiera internacional, así como la imposibilidad de nuevos flujos financieros a la región, por una parte, y la recesión en la que se encontraban los países en desarrollo y específicamente América Latina, por la otra, fueron factores que incidieron para que los organismos multilaterales, tanto el FMI como el BM, insistieran en la necesidad de ejecutar Programas de Ajuste Estructural, que tenían como principal objetivo garantizar, el pago de la deuda por parte de los países en desarrollo y facilitar la entrada de recursos frescos a sus economías.(i)

Por otro lado, la década de los ochenta va a ser escenario de profundas transformaciones expresadas en la revolución científico-técnica que ha producido cambios en los insumos materiales que se utilizan en la producción, las formas de producir, las relaciones recíprocas entre los factores de producción, la aparición de nuevos productos, las relaciones y las estructuras laborales así como las relaciones internacionales en sentido amplio.

La dinámica de la economía mundial, está caracterizada por estos avances tecnológicos que han ocasionado importantes transformaciones en la estructura del comercio mundial, siendo factor clave el proceso de globalización, el cual se caracteriza, por un avanzado flujo de información, el crecimiento del sector servicios y la internacionalización del capital.

En términos reales, los llamados ajustes estructurales aplicados en los países latinoamericanos, fueron el resultado de factores tanto internos como externos que están íntimamente ligados: por un lado, el agotamiento del modelo de sustitución de importaciones, vigente hasta entonces y que va a ponerse en evidencia a partir de la crisis de la deuda, y, por otro lado, diversas transformaciones y resultados presentes en la economía mundial, sea en la perspectiva del desempeño de las naciones desarrolladas o del creciente peso que, en factores como el comercio, habían alcanzado ya naciones de crecimiento rápido como las del sudeste asiático.

En la perspectiva de los organismos multilaterales, los ajustes estructurales propuestos son resultado del diagnóstico efectuado acerca del comportamiento de las economías en desarrollo, según el cual los factores que desencadenaron la crisis no fueron los de dimensión externa sino la aplicación de políticas económicas incoherentes e inadecuadas, donde la excesiva intervención del Estado en la economía alteró significativamente el funcionamiento de los mercados y la asignación eficiente de los recursos (Banco Mundial, Informe sobre el desarrollo mundial 1987).

En lo económico, los ajustes estructurales se orientan a replantear la forma de inserción internacional de los países latinoamericanos, propugnando una apertura total al exterior y diversificando las exportaciones a partir de la participación de nuevos productos que se caractericen por tener ventajas comparativas. El crecimiento orientado hacia afuera implica la producción para expandir y diversificar las exportaciones tradicionales y no tradicionales, o para sustituir eficientemente las importaciones. En este planteamiento, el sector privado de la economía debe ser el que juegue el papel protagónico y el Estado, simultáneamente, dejará de desempeñar las funciones de producción que realizaba anteriormente.

Tomando en cuenta lo anotado anteriormente, se puede advertir que la estrategia de desarrollo implícita en los ajustes privilegia la liberalización comercial como medio para introducir cambios estructurales en la economía, buscando comprometer al sector privado para convertirse en la fuerza motriz e impulsadora de toda la economía.

En particular, la reforma de la política comercial en los ajustes estructurales, está dirigida a la apertura externa por parte de las economías nacionales. Es decir, a la búsqueda del acceso de bienes, servicios, tecnología, inversión extranjera y corrientes de capital. La nueva política comercial, que así se estructura, tiene un componente principal referido a la liberalización de las importaciones como medio de incentivo a las exportaciones; también busca estimular la producción nacional, porque ésta deberá mejorar la calidad de sus productos y reducir los precios, lo cual llevará a mejorar los niveles de competitividad.

2. Retrospectiva y balance de los Planes de Ajuste y Estabilización

Es una expresión suficientemente difundida el que, la década de los ochenta, fue la década perdida de la región latinoamericana. Hay, sin embargo, otro período, ya superior a una década, pues se inicia en los mismos años ochenta, que debe resaltarse y ubicarse como el período de la transformación económica de la región. En éste se han implementado marchas y contramarchas en los planes de ajuste y estabilización señalados, sean entendidos en una perspectiva ortodoxa o heterodoxa (en el caso de la estabilización, pueden entenderse, por ejemplo, como el abordaje de la curva de demanda agregada o la de oferta agregada, a través de políticas de reducción de gastos o de precios e ingresos, respectivamente). De cualquier manera, los inicios de los mismos tuvieron que ver en la segunda mitad de los años ochenta con opciones de política como las siguientes:

-Incremento del ahorro público. Impulso de la privatización y reducción de los subsidios.
-Incremento del ahorro privado. Fortalecimiento de las instituciones financieras.
-Aumento de la eficiencia económica. Eliminación de controles de precios, incentivos en el comercio exterior y trabas en el ajuste de salarios.
-Mejor canalización de la inversión pública. Formación de recursos humanos e infraestructura.
-Incremento en la disponibilidad de bienes transables. Tipo de cambio real adecuado e incentivos neutrales .
(ii)

¿Cuanto ha avanzado la región en crecimiento y desarrollo en todo este tiempo? ¿Cual ha sido la efectividad de los ya rutinarios planes de ajuste y estabilización? Estancamiento económico y rezago o profundización de la problemática social han sido los elementos de contexto de los últimos lustros. Puede apreciarse, además, que durante los años noventa y comienzos del siglo XXI, no ha sido infrecuente -con distintas secuelas- la fluctuación intensa de las tasas de interés y los tipos de cambio en variados países. Pero, debe señalarse que, muchos países de la región han logrado detener la llamada inflación galopante(iii) , disminuir la protección exagerada de sus mercados e industrias y reformular los papeles de agentes públicos y privados.

Un punto merece referencia especial. Es el caso de la deuda externa, como factor asociado a la brecha del sector externo. Ésta, junto a la brecha fiscal, fueron dos de los desequilibrios que se buscaron atender desde que se dio inicio al período de transformación económica que referimos.

Durante la década de los ochenta, la deuda externa, con sus efectos o articulaciones con variados elementos de las economías endeudadas de América Latina, fue objeto de atención como fenómeno analítico de relevancia. En los años noventa esto varió, y, aquella deuda, pasó a una especie de segundo plano. ¿Que determinó este cambio? ¿Disminuyó su importancia económica?

En términos concretos, no puede afirmarse que la importancia técnica o económica de la deuda latinoamericana haya disminuido considerablemente. Para fines de 1996 los países latinoamericanos tenían un monto de más de 600.000 millones de dólares por concepto de deuda externa desembolsada y para 1999 y 2000(iv) de más de 700.000 millones, lo cual equivale a alrededor de la magnitud que por el mismo concepto tenían el grupo de naciones en desarrollo a finales de los años setenta. Otro asunto ilustrativo en cuanto a lo que se afirma es la dinámica observada en la siempre señalada relación deuda/exportaciones. En el caso de la década de los ochenta tal relación sufrió un permanente deterioro, y en el caso de la década de los noventa los mejoramientos han sido erráticos o no significativos, cuando se analizan en un período de más de 15 años. En cuanto a toda América Latina y el Caribe la relación aludida evoluciona de un 203% en 1980 a 208% en 1996 (CEPAL, Balance… 1996), 215% en 1999 y 180% en 2000 (CEPAL, Balance… 1999; 2000)(v) .

No se puede afirmar que con tales planes de ajuste y estabilización la región (o el conjunto de países con mayor similitud o representatividad) se haya enrumbado por una senda estable de crecimiento y desarrollo, más aun al tomar en cuenta el relevante problema de la productividad(vi) . Pero, igualmente, la macroeconomía y los problemas estructurales de la región impiden negar la pertinencia de aquellos. En tal circunstancia, la región y Venezuela, han caído en la Trampa de los Planes de Ajuste y Estabilización, produciéndose una ideologización en detrimento del crecimiento y desarrollo. Esto, en el sentido de que, por un lado, se ha pasado a convertir aquellos planes en el locus donde se buscan todas las soluciones y, por otro, se ha desatendido el crecimiento y el desarrollo como problemática.

3. El consenso de Washington, los procesos de ajuste y el desarrollo

Las perspectivas de interpretación y ejecución de políticas inspiradas en el llamado Consenso de Washington (se entiende como conjunto de políticas ya señaladas más arriba y las cuales se asocian a los Organismos Internacionales también indicados), han siempre permitido señalar la necesidad o posibilidad de homogeneizar (o también evaluar) los procesos de transformación económica de América Latina en base a dos factores: a) el manejo adecuado que se dé a la política económica y b) la propia introducción de las reformas estructurales.

Cuando a comienzo de los años noventa se difundió el conjunto de propuestas que se recogieron en el Consenso de Washington, algunos se perfilaron en la línea de impulsar la estabilización antes de iniciar los cambios estructurales. Otros, en cambio, plantearon las dificultades de perfilar tales definiciones, mientras se debía, contrariamente, atender las particularidades de las distintas naciones en desarrollo. Para comienzos del siglo XXI, sigue usándose la sistematización que recoge la expresión Consenso de Washington, como conjunto de políticas que resume las propuestas de los organismos internacionales para propender a la liberalización y a la transformación de variadas naciones en desarrollo. En tal sentido, debe resaltarse el rechazo categórico que en determinados ambientes se ha venido presentando en cuanto a la misma. Una expresión, muy alusiva en tal sentido, corresponde al Ministro de Hacienda de Gran Bretaña y fue citada por el Secretario General de la UNCTAD, Rubens Ricupero (Ricupero, 2000; El espíritu de Bangkok. Revista Capítulos Nº 58, Sela, enero-abril, pp. 13-24. Caracas.), en el discurso de clausura de la reunión efectuada por esta institución en febrero del año 2000 en la ciudad de Bangkok. Dijo al respecto el ministro Gordon Brown: “necesitamos apartarnos del Consenso de Washington vigente en los años 80, una criatura de su tiempo que limitó nuestros objetivos de crecimiento y empleo, y la cual suponía que mediante la liberalización, la desregulación, la privatización y el control de los precios, los mercados privados adjudicarían recursos para el crecimiento de una manera más eficiente”.

En realidad, la evaluación de los procesos de ajuste llevados a cabo en América Latina durante los años ochenta permite, en base a las particularidades macroeconómicas y de acumulación de capital ya señaladas, encontrar claras dificultades para enjuiciar o pronunciarse sobre lo que representa un buen o mal manejo de la política económica. En este sentido, es muy ilustrativo el caso de México, pues esta nación, antes de la crisis de fines de 1994, fue señalada en varias ocasiones como un modelo, en razón de que se entendía como un caso de adecuado manejo de aquella política, y que se ajustaba, por lo demás, a la perspectiva de liberalización de mercados de los Organismos Internacionales(vii).

Por otra parte, la discusión internacional en cuanto a los propios planes de ajuste y estabilización ha avanzado en los últimos dos lustros de manera bastante rápida, y ha derivado en conclusiones atinentes a las flexibilidades que debe tener la apreciación y ejecución de la secuencia entre el ajuste y la estabilización o en la adecuada modulación que deben tener estos en el propio transcurso económico. Debe señalarse que, tanto en América Latina como en Venezuela en particular, a esta altura está suficientemente claro que el Ajuste Estructural (también puede entenderse como Cambio Estructural en una perspectiva amplia) no ha sido ni es un proceso de fácil consecución. Pero también, se ha podido afirmar, con los fundamentos que permiten la evaluación de la ejecución de los planes de ajuste y estabilización en América Latina durante los años ochentas, cómo “…las llamadas reformas estructurales no son condición necesaria ni suficiente para garantizar la transición hacia una recuperación económica”(viii) (Ros –Compilador-, 1993; p. 29. La edad de plomo del desarrollo latinoamericano. FCE, Serie Lecturas Nº 77. México. 326 pp.).

La nación venezolana, en lo que tiene que ver con los estamentos de elaboración y ejecución de la política económica, pero también en lo que atañe a ciertos medios académicos e intelectuales, presenta un perfil muy asociado a la ideologización que hemos señalado y a la correspondiente desviación de la atención de los grandes temas del crecimiento y desarrollo que son una prioridad. Pero además, en el campo del desarrollo, a esta altura es muy claro que el propio impulso del crecimiento y el desarrollo tiene en Venezuela y en otras naciones de América Latina, la tarea de base de recuperar, no la década perdida sino el desarrollo perdido (o la pérdida de lo que en varias áreas se había conseguido(ix) hasta entrada la década de los setenta (x).

En tal sentido y sin ambages, puede afirmarse que la sociedad venezolana había alcanzado en los sesentas y hasta mediados de los setentas logros de importancia significativa que podían parangonarse por los tenidos por varios países a nivel de la región o fuera de ella. Entre tales logros deben señalarse: rápido avance en las etapas fáciles de la sustitución de importaciones (H. Silva M., 1975, Proceso y crisis de la economía nacional. 1960-193. Revista Nueva Ciencia 1, Instituto de Investigaciones, Facultad de Ciencias Económicas y Sociales, UCV.), dinamización de la estructura económica en base a la instalación y desarrollo de empresas básicas, mejoramiento y ampliación de las obras de infraestructura y atención de necesidades sociales y básicas de la población como educación y salud. De la misma manera, Venezuela había disfrutado una especie de paz o tranquilidad en los niveles de precios, que la perfilaron durante varios lustros como una economía prácticamente sin inflación o de magnitudes inflacionarias poco relevantes (niveles de alrededor del 2% hasta la primera mitad de los años setenta). En este sentido, es pertinente destacar la conjugación que de los asuntos de la inflación y el desarrollo presenta Malavé (1996, p. 97, Las contingencias del bolívar. Fondo Editorial Fintec. 173 pp.): “La estabilidad monetaria interna,… parecía ser indicio de una economía que se desarrollaba gradualmente, de modo no brusco ni desproporcionado, en la que no podían surgir, por lo mismo, tensiones que quebrantaran el nivel de los precios. A esto se sumaba,… la alta capacidad para importar que permitía la obtención de bienes y servicios externos con que compensar la insuficiencia de la oferta real interna…”.

4. Williamson y el Consenso más recientemente

En un artículo reciente publicado en Finanzas y Desarrollo (Finance & Development, September 2003) y en analitica.com (2-9-03) en una versión en español, J. Williamson presenta una especie de retrospectiva sobre el llamado Consenso de Washington (privatización, disciplina fiscal, liberalización comercial, entre otras medidas), y con el cual se le ha asociado frecuentemente, no dejando de ofrecer un nuevo libro con esa especie de neoliberal cómodo que es P. P. Kuczynski (ex-ministro del equipo de Toledo en Perú). En realidad, Williamson ya era un académico de trayectoria, antes de que se la pasara a identificar con el Consenso de Washington y, en cuanto a este, se puede afirmar que lo que hizo fue estar en el lugar adecuado y a la hora adecuada pues, para el momento, era bastante lo que se había avanzado en cuanto a una propuesta sobre ajuste y estabilización para naciones como las de América Latina -que resumiera la posición de, entre otros, los organismos multilaterales, sin que ello significase, estrictamente, que fuese la posición de los EE.UU.-.

En cualquier caso, el balance de Williamson nos enfrenta a cuatro perfiles desde nuestra interpretación.

En primer lugar, acepta el autor lo que no han querido aceptar los neoliberales extremistas, y es que los resultados en América Latina, después de alrededor de tres lustros de reformas, son magros y puede afirmarse que inestables. Siempre existe la excusa de que el asunto es que las reformas no se hicieron adecuadamente o que hubo factores perturbadores. Lo que ni tangencialmente aborda el autor es el hecho de que la ejecución de planes de ajuste y estabilización, entrampó a la región latinoamericana en una ejecución viciosa de planes de ajuste y estabilización que la llevó -y la sigue llevando- a desatender la elaboración y ejecución de estrategias de crecimiento y desarrollo.

En segundo lugar, el autor nos enfrenta a la realidad de que se cometieron excesos, al recomendar medidas generales que podían haberse particularizado como fue el caso de políticas de liberalización de tasas de interés. Desde el mundo académico anglosajón, es fácil pensar en corregir después de tres lustros, aunque ello haya significado hambre, miseria o empobrecimiento para la región. En realidad, no hacia falta esperar tanto, pues ya para comienzos de los noventa existían suficientes advertencias (puede verse BRUNO, M. (1995). Development Issues in a changing world: new lessons, old debates, open questions. Annual Conference on Development Economics 1994. The World Bank.) sobre los cuidados que debía tenerse y hasta donde era inconveniente la generalización (en el campo de la liberalización del comercio esto es más trascendental que la dulzura expresiva de Williamson cuando afirma que “I acknowledged that there was a difference of view about how fast trade should be liberalized, but everyone agreed that this was the appropriate direction in which to move”).

En tercer lugar, Williamson ofrece un conjunto de medidas que en parte atañen a la atención de la problemática institucional, cambiaria y de los grupos menos favorecidos en la distribución del ingreso, que no representa mayor avance ante lo que son propuestas de parte de analistas latinoamericanos de diversas naciones en asuntos como pobreza y elaboración de estrategias de desarrollo, como se refiere más adelante para los casos de Chile y Argentina o se puede leer en la literatura de organismos y Universidades de la región o de instituciones como UNCTAD.

Y, en cuarto lugar, el autor insiste en algo así como que ya debería olvidarse la expresión Consenso de Washington y pasar a usarse una nueva. Obviamente, se infiere que, debería bautizarse, con nuevo nombre, es a la propuesta que hace el autor y que es desarrollada en su libro con Kuczynski.

5. Chile, Argentina y Venezuela

En este trabajo se ha afirmado que Venezuela se encuentra en la trampa de los planes de ajuste y estabilización, al igual que otras naciones de Latinoamérica. Surge la pregunta sobre ¿por qué dentro de la convergencia de políticas algunos países como Chile pueden haber conseguido más éxito al aplicar las políticas del Consenso de Washington?
Ffrench-Davis (2003, Chile: entre el neoliberalismo y el crecimiento con equidad. Revista Nueva Sociedad N° 183. Enero-febrero, pp. 70-90.) brinda un resumen de lo que son las lecciones del caso chileno. En primer lugar, es importante la consecución de un crecimiento con equidad que se debe basar en acuerdos políticos y concertación entre distintos agentes sociales y políticos. En segundo lugar, deben alcanzarse equilibrios macroeconómicos que sean la base de la estrategia de desarrollo. En tercer lugar, es fundamental la modernización económica que se base en la diversificación de exportaciones, el mejor ordenamiento del presupuesto fiscal y el impulso de una generación empresarial moderna y dinámica. Y, en cuarto lugar, la idea de reformar las reformas en el sentido de introducir correctivos, adaptaciones y modificaciones al conjunto de políticas que se han venido implementando, según se ha visto su necesidad a partir de fallas en el propio crecimiento económico y bienestar de la población. O, también, debido a la vulnerabilidad observada dado el entorno de globalización y de creciente volatilidad.

Ffrench-Davis (2003) resalta como Chile evolucionó de una tasa de crecimiento del producto de 3% en 1974-1989 a una de 6,4% en los años noventa. Entre 1974 y 1989 las exportaciones no tradicionales habrían crecido con un promedio anual de 13%, pero se habría presentado después de 1973, una alta mortalidad empresarial. Por otra parte, para el inicio de los noventa: “En lo distributivo predominaba una situación de desigualdades sociales mucho más intensa que la de dos décadas atrás…” (Ffrench-Davis, 2003; p. 78). Dentro del conjunto de políticas implementadas en los noventa, en el contexto de las administraciones de la Concertación de Partidos por la Democracia, han resultado de utilidad e importancia sobre todo las concernientes al ingreso de capitales, brindando estabilidad macroeconómica en apoyo a la estrategia exportadora y de crecimiento y evitando la apreciación cambiaria y un déficit externo más elevado. El contexto derivó, así, en un crecimiento considerable de la inversión productiva, que se pudo ubicar en los noventa en un 27% en relación al producto.

El caso chileno brinda apoyo a los elementos que se han destacado en este trabajo sobre la importancia de la estrategia de desarrollo. Pero, también, uno altamente problematizado como es el de Argentina, permite apreciar tal significado. Desde 2002, esta nación, se planteó la necesidad de evaluar y apuntalar las fuentes del crecimiento y para ello solicitó el apoyo de la CEPAL -que coordinó el estudio- y del BID -que otorgó el financiamiento- para la realización de tal evaluación, en base a un proyecto cuya primera fase ha concluido con la presentación en mayo de 2003 del documento del Ministerio de Economía intitulado Componentes macroeconómicos, sectoriales y microeconómicos para una estrategia nacional de desarrollo. Lineamientos para fortalecer las fuentes del crecimiento económico. Tal documento recoge numerosos estudios y planteamientos e igualmente, variedad y grados de focalización en temas sectoriales o globales.

Destaca Lavagna (Ministro de economía), en tal documento de 2003), como Argentina tuvo programas macroeconómicos caracterizados por la sobrevalorización del peso en 17 de los últimos 27 años. Esto abarca la tablita cambiaria durante el régimen militar o posteriormente la convertibilidad. Esas experiencias terminaron en colapso, fruto de la acumulación de déficits fiscales y de una muy fuerte expansión de la deuda externa pública total, desatándose profundas crisis recesivas que habían estado reprimidas y acumulándose años perdidos en términos de crecimiento. Más del 80% del tiempo transcurrido (22 de los últimos 27 años) fue desperdiciado en términos de crecimiento económico. No es el único factor que explica el retroceso social argentino observado en el último cuarto de siglo, pero es parte central del proceso que destruyó una porción de su estructura social.

Tangelson y Bordón (Secretario de política económica el primero) (en el mismo documento de 2003) señalan como Argentina tiene que responderse dos preguntas fundamentales: cómo se crea y reparte la riqueza de una nación y cómo se alcanza más y mejor democracia. Según los autores, esta nación necesita la reconstrucción de valores, empezando por el afianzamiento de la familia, la ética individual y social, la solidaridad con los otros -más aun si son débiles y vulnerables-, el respeto por la ley y las instituciones así como la recuperación de la cultura del trabajo y del ahorro. Pero, con la misma fuerza, insisten en la necesidad de disponer de una Estrategia Argentina de Desarrollo, con un patrón de crecimiento económico de tasas altas, con eficiencia y equidad en la distribución. Consideran que la equidad es relevante como valor democrático y como fuente de crecimiento. Debiendo darse ello, en un marco adecuado de políticas y con fortalecimiento de los valores básicos de convivencia y diálogo democrático, que permita lograr tasas de crecimiento sostenido de 4-5% anual. Según Tangelson y Bordón, un crecimiento estable y de amplia base social, es lo que le permitiría a Argentina bajar el desempleo y, junto con políticas sociales y educativas, disminuir la pobreza en los próximos 5 años.

Para Tangelson y Bordón, por la concepción del Estado ausente de los noventa, la capacidad de gestión del mismo está limitada por escasez de recursos humanos calificados y bien remunerados, procedimientos administrativos y equipamientos caducos, así como superposición de funciones y falta de transparencia y controles que favorecen la corrupción, la inoperancia y el despilfarro. En los últimos años, según los autores, se ha ido destruyendo la seguridad jurídica, y esto afecta a las inversiones, especialmente en infraestructura, que se necesitan para aumentar el empleo y mejorar la competitividad de la economía en su conjunto y de las distintas regiones del país. La ausencia de una política de infraestructura articulada con las necesidades de la estructura productiva a nivel de sectores y regiones, constituye uno de los principales pasivos que se heredan para acometer las tareas que se requieren. En el empresariado, además, hay un desarrollo limitado de las mejores prácticas productivas y administrativas, las cuales se encuentran concentradas exclusivamente en determinados sectores y regiones; y, el grado de aparición de nuevos emprendedores es bajo, teniendo así insuficiencia en una de las lecciones del caso chileno según Ffrench-Davis (2003). Insisten Tangelson y Bordón en que, la estrategia seguida por el sector privado de endeudarse en el exterior no era sostenible, dado que ello no significó poder alcanzar una capacidad productiva de repago de esa deuda contraída en moneda dura.

Tangelson y Bordón destacan diversos problemas a considerar: la estructura de exportaciones de Argentina es primarizada y con una oferta exportable concentrada por productos y regiones; el mercado interno está muy afectado por las caídas del empleo y del salario real; hay niveles de pobreza y fragmentación social considerables y se tiene un federalismo en desorden, injusto e ineficaz y una moneda débil. Para Tangelson y Bordón tales restricciones se pueden superar con un conjunto integrado de políticas y el adecuado liderazgo político que genere consensos democráticos estables. En tal sentido presentan seis grupos de temas para un programa de esa naturaleza: “…primero, un marco macroeconómico estable con reducción de la vulnerabilidad externa y mayor seguridad jurídica; segundo, el aumento del empleo digno y el fortalecimiento del mercado interno; tercero, una inserción competitiva en la economía mundial con productos de calidad e identidad nacional; cuarto, el desarrollo de la sociedad del conocimiento; quinto, la conformación de un Estado eficiente, transparente, y honesto; y sexto, la satisfacción de las necesidades básicas de la población, especialmente de los grupos más vulnerables…” (Tangelson y Bordón, pp. IX-X del documento señalado).

Las dos naciones señaladas refieren, en el caso de la primera, a una experiencia considerada con logros y, la segunda, una altamente problematizada. Pero, ambas, indican la importancia de la estrategia de desarrollo ante los rutinarios planes de ajuste y estabilización. En el caso de Venezuela, una estrategia de desarrollo debería propender a atender el problema estructural que se asocia al capitalismo rentístico (Baptista, 1997, Teoría económica del capitalismo rentístico. Ediciones Iesa. 166 pp. Caracas, Venezuela.) y la dinámica fiscal y cambiaria que de allí se deriva. Para ello es fundamental lo relativo a elementos altamente relacionados o complementarios a los indicados, como son la diversificación productiva y de exportaciones, el fortalecimiento de la inversión productiva y de la formación de capital, el financiamiento del desarrollo con lo que corresponde al ahorro y la recuperación del sector industrial.

Sobre lo que concierne al ahorro en Bello (2002, ¿Porqué Venezuela no crece? Versión de una respuesta dada a una pregunta del taller de reflexión “Venezuela responde a sus retos”, bajo los auspicios del David Rockfeller Center of Latin American Studies y el Center for International Development de la Universidad de Harvard.) se analiza como el ahorro vinculado al sector petrolero se ha visto condicionado al ciclo de los precios petroleros, a las restricciones impuestas por la OPEP y a las necesidades de financiamiento de las distintas administraciones. Por su parte, el ahorro atribuible al gobierno se ha visto mermado por la considerable transferencia por servicio de la deuda pública y la reducción de la base tributaria.

El ahorro originado en el sector privado, ha presentado limitaciones por el bajo crecimiento económico y la transferencia al exterior de una porción importante dada la llamada la selección adversa de cartera, vinculada al agotamiento de la sustitución de importaciones, a la sobrevaluación, a los episodios de represión financiera y a las alteraciones políticas. El ahorro externo, por su lado, ha reflejado un flujo neto negativo, dado que Venezuela no ha representado una economía que sea atrayente a los inversionistas extranjeros, con excepción del sector energético.

El resultado de esta dinámica ha sido un coeficiente de ahorro interno bajo, que determina a su vez una tasa de inversión reducida e insuficiente para fundamentar un crecimiento económico estable y significativo.

Como un problema sectorial específico y altamente vinculado a la apertura, la inserción internacional y al amplio marco del contexto económico y político de la Venezuela de comienzos del siglo XXI, se encuentra la dramática situación del aparato industrial. Conindustria (2003, p.16, El cerco al sector industrial. Caracas, 20 de Mayo.) lo destaca de la siguiente manera: “Aproximadamente el 70% de las empresas, en todos los estratos industriales, considera que la situación actual de la industria es negativa”. Y, “Menos del 5% de las empresas grandes y pequeñas prevén un mejoramiento de la situación de la industria”. Igualmente alarmante es el panorama retrospectivo que plantea Conindustria (2003; p. 15): “De 11.539 industrias existentes en 1998, hasta el 2002 habían cerrado 5.039. El promedio anual de industrias cerradas es de 1000 establecimientos.”. Igualmente, “En la actualidad sólo existen cerca de 4.500 industrias, lo que representa una disminución de 61% durante el periodo 98-03”.

Nota Final

El escenario en cuanto al ahorro, la inversión, la desinversión industrial y el deterioro institucional no ha hecho sino profundizarse en su perfil negativo en los años 2002 a 2004. Mientras, los líderes de la “revolución” fracasada siguen regodeándose en sus propias verdades, como lo demuestra el discurso del Presidente Chávez del 30-3-04.

Notas

(i) Hoy día, sin embargo, debe tenerse una perspectiva más amplia en cuanto a la dinámica y la secuencia de tales planes, dado que los mismos han terminado convirtiéndose en una manera de enfocar y ejecutar la problemática y política económicas, respectivamente, que ha producido una desatención de la dimensión del crecimiento y desarrollo.

(ii) Se ubican incentivos neutrales cuando no hay discriminación entre la producción destinada al mercado interno y la dirigida al externo.

(iii) Puede señalarse al respecto que de 23 países de América latina y el Caribe sólo Venezuela presentó una inflación superior al 30% entre los años 1994/1996, (CEPAL, Balance preliminar…1996). Por otra parte, entre 1997/1999 sólo Venezuela y Ecuador presentaron un nivel de inflación superior al 20%. En particular, en el año 1999, la inflación venezolana bordeó el 20% y la ecuatoriana el 50% (CEPAL, Balance preliminar… 1999); y, en el 2000, sólo Ecuador presentó una inflación superior al 20% -se ubicó en 96,6 %- y Venezuela la tuvo en alrededor del 14% (CEPAL, Balance preliminar… 2000). Para 2001, la inflación en Venezuela, aunque menor a la de 2000, se mantuvo en dos dígitos (CEPAL, Balance preliminar… 2001).

(iv) Para el año 2000 el monto específico fue de 750.000 millones de dólares, presentándose una reducción nominal en relación a 1999, aunque de baja significación. En cualquier caso, este tipo de reducciones no se presentaban desde 1988, (CEPAL, Balance… 2000).

(v) Debe señalarse que la disminución observada en la relación atañe, para el año 2000, en varios casos, a aumento de las exportaciones, más que a disminución de la deuda.

(vi) El crecimiento de la productividad (PIB/L) ha evolucionado desde un 3,1%, en el largo periodo de 1945-1980, a -1,8% en el de 1980-1990 y 1,1% en el de 1990-1998 (Ramos J., 2000; Hacia una segunda generación de reformas. Políticas de competitividad en economías abiertas. El Trimestre Económico, Nº 265. México, enero-marzo.). Existe la medición de la llamada productividad total de los factores, que permite realizar comparaciones del aprovechamiento relativo que cada país hace en el uso de los factores. Una aplicación para varios países de América Latina puede verse en Hofman, André (2000) ( The Economic Development of Latin America in the 20th Century. March. Edward Elgar Publishing, PO Box 574, Williston, VT 05495, U.S.A. 336 pp.).

(vii) Después de más de dos años de la crisis de 1994, México alcanzó cierta nivelación en el campo comercial y financiero (superávit, desembolso de deuda, respectivamente), pero ello no excluye ni la profundidad ni la importancia de la inflexión tenida a partir de la crisis referida, la cual se extendió a otros países de América Latina a través del llamado efecto tequila.

(viii) Es llamativo cómo Colombia fue el país que tuvo un mejor desempeño económico en los años ochentas dentro del contexto latinoamericano, pero a la vez el que aplicó políticas que podían llamarse “obsoletas” (Ros, 1993, ya referido). En los años noventa, el panorama económico colombiano cambia en los resultados de las principales variables macroeconómicas. Algunos autores, que han buscado medir la aplicación de las reformas sugeridas desde el Consenso de Washington, al evaluar los años ochenta y noventa han ubicado a Colombia como un reformador gradual. Otros como J. J. Echavarria (2000, p. 143, Colombia en la década de los noventa: neoliberalismo y reformas estructurales en el trópico. Coyuntura Económica, N° 3. Colombia.) llegan a sugerir que: “Se requiere un manejo macroeconómico relativamente ortodoxo, como el que caracterizó al país en décadas pasadas, como precondición para regresar a la senda histórica del crecimiento…”.

(ix) En el caso de Venezuela es curioso cómo las corrientes de opinión o movimientos políticos que presentaban matiz crítico o de oposición al sistema político-social imperante en los años sesenta y setenta, no percibían o reconocían como de provecho el grado de bienestar social alcanzado. Este último puede ilustrarse por indicadores como los siguientes: “…El censo de 1961 señala que el porcentaje de analfabetismo era 32% para los hombres y 41,5% para las mujeres. Las cifras del censo de 1981 establecen 13,5% para los hombres y 17% para las mujeres… En el mismo lapso se construyen más de 18.000 escuelas y liceos. Se amplia a 21 las universidades oficiales, que gradúan cerca de 15.000 profesionales por año” (T. Marquez, 1996, p. 111, Estrategias de reducción de la pobreza y política social en Venezuela: el rol de la educación y la salud. Revista Venezolana de Economía y Ciencias Sociales. Nº 1, 1996, pp. 104-139. Instituto de Investigaciones, Facultad de Economía, UCV.).

(x) Esto está asociado a elementos que señalan que para volver a alcanzar los niveles de ingreso percápita que se habían alcanzado hasta finales de esa década, se debería poder crecer a una tasa por sobre el 5% durante un número largo de años. Pero también al hecho de que la población ha visto descender considerablemente sus posibilidades de tener acceso a servicios de salud y educación que se presten con eficacia. De ocho países encuestados en años relativamente recientes en América Latina, los venezolanos se presentaron como los más pesimistas y, en cuanto a salud, el 74% de los entrevistados consideró que los servicios se deterioraron; de la misma manera opinó el 75% en cuanto a Educación y acceso a vivienda. Ver nota de IPS, El Globo (Economía, p. 8), 30-1-97.

Fundado hace 28 años, Analitica.com es el primer medio digital creado en Venezuela. Tu aporte voluntario es fundamental para que continuemos creciendo e informando. ¡Contamos contigo!
Contribuir

Publicaciones relacionadas

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Botón volver arriba