Economía

Venezuela: Petróleo y Crecimiento

Los resultados económicos del año 2004, recientemente publicados por el BCV, señalan que el PIB, si bien creció en una importante proporción, 17 %, la magnitud del mismo alcanzó el nivel de producción de bienes y servicios del año 2001. Cifra ésta que se aproxima a los 100.000 millones de Dólares. Pero, si indagamos cuanto era el PIB para 1983 año del Viernes Negro, nos encontramos que éste rondaba alrededor de la mágica cifra de los 100 mil millones de Dólares. En otras palabras, Venezuela tiene un período, ya muy largo de 22 años, sin crecimiento económico. La población ha aumentado, en cifras redondas, en unos 10 millones de habitantes, lo cual se ha traducido en una reducción drástica del ingreso por habitante. De allí los altos niveles de pobreza.

Sin embargo, como el presente y futuro es lo que cuenta, entonces la pregunta a realizarse sería. ¿Estamos verdaderamente orientados hacia una economía con crecimiento sostenible, al menos por los próximos 10 años?

Los estudios realizados por la UCAB sobre la pobreza, señalan que es necesario un crecimiento económico anual superior al 7 % del PIB, por un período de 10 años, para que se pueda reducir la pobreza sustancialmente. Ello significa, desde luego, diseñar una política económica de largo plazo, que permita estos niveles de comportamiento de nuestra economía.

De todos es conocido, la importancia que ha significado para el país la explotación del petróleo. Además, es una realidad que Venezuela tiene un enorme potencial en el desarrollo de esta industria, habida cuenta de sus enormes reservas, las mayores en el Continente Americano. La pregunta nuevamente sería: ¿Cual es el rol que la explotación del petróleo desempeñaría en una política de crecimiento económico?

Desde hace algunos años atrás se viene planteando la necesidad de incrementar la producción de petróleo para obtener en unos 10 años unos 7 millones de barriles por día, cifra similar a la actual producción de Arabia Saudita. Adicionalmente sería necesario desarrollar nuevas refinerías, bien en territorio nacional o en países altamente consumidores. El desarrollo de esta expansión demandará recursos del orden de unos 150 mil millones de Dólares de inversión los cuales, distribuidos proporcionalmente, significan alrededor de unos 15 mil millones de Dólares anuales. Vale decir un 15 % del PIB.

Una inversión como la planteada, le traerá enorme beneficios al país en materia de empleo y desarrollo de actividades complementarias a la inversión en los campos petroleros, tales como nuevos desarrollos urbanísticos, construcción en general y en la industria nacional por sus efectos multiplicadores en el consumo de bienes y servicios. Sería una gran oportunidad de establecer en el país, un centro tecnológico alrededor del petróleo. No hay duda alguna.

Esta inversión deberá ser realizada por varios agentes económicos y no solamente por el Estado. Ello por la elemental razón de la incapacidad financiera del propio Estado de asumir totalmente estos compromisos, por cuanto los niveles de ahorro de PDVSA son limitados ante esta ingente masa de recursos financieros. Quizás el Estado a través de PDVSA, pueda contribuir con unos 45 mil millones, pero el resto tendrá que ser realizado bajo formas asociativas de capital, sin descartar la emisión de deuda. Además, se hace necesario diversificar los riesgos que implican, una inversión total de estas magnitudes.

Pero estos niveles no son suficientes para obtener un crecimiento anual del 7 %. Ello sólo es posible si se logra obtener una inversión total equivalente al 30% del PIB. Por consiguiente, no es posible lograr los objetivos de crecimiento basado únicamente en petróleo.

Se hace necesario entonces invertir otros 150 mil millones de Dólares en otras áreas de la economía, para que concurran ambos esfuerzos y se pueda disminuir los altos niveles de pobreza en 10 años.

Invertir otros 150 mil millones de Dólares en otros sectores de la economía, que brinden un beneficio al crecimiento y creación de riqueza, significa que se debe pensar en un aumento sustancial de las exportaciones no petroleras, las cuales permitan además de la obtención de los niveles de empleo adecuado, una mayor diversificación en los ingresos externos y por tanto disminuir los niveles de riesgo asociado al petróleo. Allí las integraciones y asociaciones con otros mercados regionales y continentales, juegan un papel primordial en la consolidación de un sector de actividad económica no petrolero.

Paralelamente, el Estado deberá asumir programas de expansión y mejoramiento de la infraestructura de transporte, agua, energía eléctrica y equipamiento físico en general. Y quizás de enorme significación, programas de educación y adiestramiento a esa gran masa de población que no tiene ocupación y no está entrenada para trabajar.

Al igual que sucede en el sector petróleo, los ahorros nacionales no serán suficientes para el financiamiento de la inversión en los sectores privado y público, por lo cual será indispensable, igualmente, la obtención de recursos externos de capital.

La historia de estos 22 años de empobrecimiento, desde el Viernes Negro a esta fecha, está asociada a estos los cambios radicales en los precios del petróleo y a la poca o casi ninguna capacidad del país de atenuar estos efectos. Por ello, a Venezuela se le considera como un país de alto riesgo. En otras palabras, el modelo rentista ha colapsado.

Y si a ello le adicionamos la crisis política ocasionada por el manejo inadecuado de los asuntos económicos y políticos desde los Gobiernos en estos 22 años, por no haber sido capaces de diseñar y convencer al país sobre una política económica con visión de futuro, las percepciones de inversionistas con relación al país son de prudencia reservada.

Lo cierto es que no es posible seguir dando bandazos y desaciertos, con relación a las decisiones de política económica sin que se visualice ésta dentro de un contexto de largo plazo.

Venezuela se encuentra en una encrucijada en la cual toda esta materia de economía, debe ser sometida a un gran debate nacional. Allí tienen los partidos una gran responsabilidad por asumir. Si no existe una política de largo plazo, que refleje consensualmente la voluntad nacional, no será posible mejorar los niveles de ingreso del venezolano. No se trata entonces que una parte le imponga a la otra un determinado modelo. Sería un grave error.

(*): Profesor Universitario

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