Economía

Viaducto 1: obra de empresarios y trabajadores

En la Venezuela segmentada de hoy todo logro corresponde exclusivamente al gobierno como una unidad monolítica, mientras que en el reverso de la moneda, los tropiezos, los conflictos y cualquier crítica pertenecen a planes terribles urdidos por los adversarios. Es realmente estéril e innecesaria esta confrontación entre hermanos, cuando los venezolanos éramos reconocidos mundialmente por esos indisolubles lazos fraternos que nos unían, y cuando juntos podemos realizar grandes obras.

La construcción del nuevo viaducto Caracas-La Guaira, inaugurado con bombos y platillos como la obra monumental de la revolución y “ejemplo de eficiencia del Gobierno”, nos remota a los inicios del viaducto y de la autopista, inaugurada a finales de 1953, tras cuatro año de trabajo. Imponente fue la vía del 53, con sus túneles, viaductos y técnicas vanguardistas, como también el nuevo viaducto, realizado con tecnologías de última generación. Y es pura coincidencia que en ambos acontecimientos las palmas se las lleve el personalismo de sus conductores.

Si la construcción del viaducto no sirve como lección para un vuelco en las relaciones entre el Estado y el sector privado, será sólo por ceguera o por mezquindad. No hay país en el mundo que se haya desarrollado sólo a través del efecto unilateral del gobierno de turno. En Venezuela se registra la paradoja de una doble actitud: por un lado se sataniza y descalifica al empresario privado, y por el otro, se le convoca a participar con su talento, tecnologías y experiencia en obras de envergadura, como el Viaducto 1.

El país debe saber que detrás de las obras de extensión del Metro de Caracas, de los puentes sobre el Orinoco, de la infraestructura vial, de los nuevos Estadios para la Copa América, y entre otras, del plan de viviendas, está la empresa privada desplegando su mejor esfuerzo, no importa su tendencia política, pero empresa privada al fin. Así como el Gobierno recurrió al ingenio de nuestro sin par Julio César Mármol para escribir el Bolívar Eterno, así también lo hace en el extendido ámbito de la construcción, el urbanismo, y la infraestructura del país. Y es que el país es uno sólo, y es así como debe caminar, no entre odiosas segmentaciones que sólo debilitan y generan atraso.

El Viaducto 1 es fruto del esfuerzo de empresarios y trabajadores. La empresa Precomprimidos C.A., con una trayectoria de 55 años, y una hoja de servicios que prestigia su experiencia, fue la responsable de la obra, con sus arquitectos, ingenieros, constructores, técnicos y obreros especializados, más el equipamiento de punta para enfrentar el desafío. Los puentes Rafael Urdaneta, en Maracaibo; el puente de Angostura sobre el Orinoco, la Central Termoeléctrica de Tacoa, las plantas de laminación de Sidor, son entre otras las obras realizadas por esta compañía. Pero también tuvieron participación en el Viaducto 1 otras empresas, que fueron llamadas para acelerar las obras, como Construcciones Lubrasca, Pewel C.A., e Ingenieros de Santis C.A., está última especializada en protecciones hidráulicas, que también actúa en la Autopista de Oriente.

Los gobiernos son responsables de planificar y decidir la construcción de las obras públicas. Después de los errores cometidos en los infructuosos intentos por salvar el viaducto enfermo en el 2002, y del regreso al sistema de trochas de la Colonia, la construcción del nuevo viaducto no era sólo una necesidad, ni una graciosa concesión, sino una obligación, una verdadera emergencia. Por supuesto nadie recordó esa infausta coyuntura que afectó particularmente al golpeado Estado Vargas y sus habitantes, a los usuarios del puerto y del aeropuerto, y a la economía del país. ¿De qué volumen serán las pérdidas ocasionadas a la economía en más de dos años de desastre vial que felizmente ha terminado? ¿Cuántas horas productivas quedaron atrapadas en el tráfico vehicular de las vías de contingencia?
Llegó la hora de resarcir el tiempo perdido, que el país retorne a la normalidad, que la angustia de los viajeros y de las familias que viven en el litoral central quede sólo en el recuerdo. Es también la oportunidad para los varguenses que han carecido de un plan de reconstrucción, de desarrollo inmobiliario, y de un sistema de transporte masivo y de calidad a la altura de sus perentorias necesidades. Ojala que esa alianza entre Estado y empresarios, que operó en la construcción del viaducto, se reproduzca también en beneficio de la población de Vargas. Es la forma de Hacer País.

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