El Editorial

Asalto al Congreso

En una de esas mañanas frías del mes de enero, sucesos extraordinarios ocurrían de los cuales dependería el futuro del presidente y también del país.

El Congreso estaba reunido en un ambiente de polarización que nada bueno auguraba. Los dos partidos políticos y sus simpatizantes estaban fuertemente enfrentados entre sí. De la decisión del Congreso iba a depender el destino político de la nación. El presidente mostraba claros signos de autoritarismo, característicos de su personalidad avasallante. Se trataba de un hombre acostumbrado a imponer su voluntad.

Una gran muchedumbre convocada por el mandatario se había reunido esa mañana frente al Congreso, donde los parlamentarios se aprestaban a tomar decisiones trascendentales que afectaban las ambiciones del gobernante. Incitada por el odio, aquella turba perdió el control e invadió el recinto parlamentario.

Nos referimos, por supuesto, al 28 de enero de 1848. En el Congreso se discutía el enjuiciamiento (impeachment) del presidente José Tadeo Monagas por hechos violatorios de la constitución. Se le acusaba de haber ejercido facultades extraordinarias ilegalmente. Esto trajo como resultado un enfrentamiento entre el gobierno de José Tadeo Monagas del Partido Liberal -que había sido electo en 1846- y el Partido Conservador encabezado por José Antonio Páez.

Aquel día el doctor Martín Sanabria, se presentó ante la Cámara Baja del Congreso para entregar el mensaje anual presidencial. Cuando se disponía a retirarse para hacer lo mismo ante el Senado, se le pidió permanecer para informar acerca del estado de agitación reinante en la ciudad.

Se corrió el rumor en la muchedumbre liberal congregada frente al Convento de San Francisco -donde sesionaba el Congreso- que el Ministro Sanabria había sido arrestado. Al grito encolerizado de “muera la oligarquía” la turba enardecida, alimentada por un profundo odio instigado por Antonio Leocadio Guzmán (recientemente indultado por Monagas después de haber sido condenado a muerte), penetró violentamente al recinto parlamentario. En aquel asalto monstruoso fallecieron 6 personas: Santos Michelena (de un bayonetazo) y también los parlamentarios Francisco Argote, José Antonio Salas y Juan García, además del sargento Pedro Pablo Azpurua y un sastre que participaba en la trifulca. Entre los numerosos heridos estaba Guillermo Smith, jefe de la guardia del parlamento.

Se presenta entonces en el lugar el presidente José Tadeo Monagas acompañado por el general Santiago Mariño y con sus fuerzas restablece el orden.

Aquel asalto al congreso marcaría la historia venezolana, dando lugar a una etapa que desembocaría años después en la Guerra Federal y que contribuiría a ensombrecer el resto del Siglo XIX venezolano con infinidad de revoluciones, cada una más absurda que la anterior.

Convencido Monagas por su vice presidente, Diego Bautista Urbaneja, de que era necesario contener el daño y reparar el desprestigio, procede a convocar nuevamente al Congreso. No fue fácil. Para lograrlo tuvo que sobornar, amenazar y chantajear a muchos de los representantes.

Finalmente logró reunir el quórum necesario. No tuvo la institucionalidad del país la fortaleza moral necesaria para salvaguardar el orden democrático. Sólo uno de los representantes se negó a asistir: Fermín Toro. “Decidle al general Monagas que mi cadáver lo llevarán, pero que Fermín Toro no se prostituye”

Recuperada la normalidad, José Tadeo Monagas da por finalizado el episodio con una de las frases más cínicas que se haya pronunciado en nuestra historia: “La Constitución sirve para todo”

Tristemente los demás diputados, oportunistas y sumisos, se sometieron a la bota de Monagas, quien así inicia una dictadura que se conoció como “la revolución azul” que habría de prolongarse hasta 1858. Fue una etapa de nepotismo donde compartió la presidencia con su hermano José Gregorio Monagas, pero manteniendo siempre el poder.

Finalmente fue derrocado por Julián Castro en la llamada Revolución de Marzo. Aquellos sucesos desembocaron en uno de los hechos más sangrientos de nuestra historia donde perecieron cerca del 10% de los venezolanos: la Guerra Federal, una de las revoluciones fratricidas más cruentas en la historia de la América Latina.

José Toro Hardy, editor adjunto de Analítica

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