El Editorial

Ay Colombia, ojalá no sigas el camino de Venezuela

No hay nada más peligroso para la estabilidad y crecimiento de un país que un conductor que quiere cambiar todo lo que existe y sustituirlo por ideas que en apariencia son nobles, pero que en la realidad son impracticables.

En Venezuela vivimos algo parecido, pero con una persona académicamente menos preparada; en Ecuador lo vivieron con alguien con un buen nivel de preparación, pero con ideas a lo mejor interesantes que, sin embargo, chocaban con la realidad de su país.

Esto no quiere decir que querer introducir cambios no sea una necesidad imperante en muchos de los países de América Latina, que se destacan por ser los mas desiguales del mundo. Pero para que funcionen los cambios requeridos, deben ser concertados y no impuestos desde la silla presidencial.

Lo malo es cuando el narcisismo se impone y se cree que el que manda es el único que tiene la razón, porque eso conduce a descalificar a los que tienen visiones diferentes y termina en un enfrentamiento con aquellos que no comparten su deseo de cambiar todo en el breve lapso que constitucionalmente le corresponde. De allí puede surgir el deseo de refundar al país y modificar la Constitución para asegurarse el tiempo necesario para que el sueño se convierta en realidad.

Ese es el mal que ha destruido las economías y la libertad de muchos países en nuestra región, por creerse quienes gobiernan que son seres providenciales que poseen la llave que abrirá las puertas a través de las cuales se superarán todos los males que adolecen en sus respectivos países.

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