El Editorial

Ceguera y codicia: Germen de la caída de las dictaduras

Algunos defectos humanos se amplifican peligrosamente cuando quienes gobiernan creen que el poder no es un servicio, sino su razón de ser.

La ceguera que los caracteriza nace de una ausencia de visión ética y social, lo que los lleva a tomar decisiones destinadas a beneficiar intereses personales o de su círculo cercano, siempre en detrimento del bien común.

La codicia, por su parte, es el denominador común de las dictaduras. La concentración del poder y la ausencia de controles democráticos les permite abusar de su autoridad sin temor a consecuencias. Esto alimenta un enriquecimiento desmedido a expensas de una población que enfrenta privaciones cada vez mayores.

Estas dinámicas generan un efecto corrosivo en las estructuras de poder. Con el tiempo, se suma el descontento popular reflejado en movimientos sociales, protestas masivas, crisis económicas insostenibles, pérdida de apoyo internacional y, finalmente, la total ausencia de legitimidad.

La caída de las dictaduras, no obstante, no ocurre de manera espontánea. Suele ser el resultado de una combinación de factores internos, como el colapso económico y el descontento social, y externos, como la presión internacional y el respaldo a actores de oposición legítimos.

La historia ha demostrado que ni la ceguera ni la codicia pueden sostener un régimen indefinidamente. Las dictaduras, al final, terminan enfrentándose al juicio inevitable de los pueblos que buscarán, siempre, construir un futuro basado en la justicia y la libertad.

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