El Editorial

¿Cómo salir de esta crisis?

Hasta ahora poco, para no decir nada, se ha hecho para resolverla. El intento fallido de convocar a una mesa de diálogo naufragó en un mar de acusaciones recíprocas sin que se llegara a acordar soluciones para los principales problemas del país como lo son: el desabastecimiento crónico, la inflación galopante, la criminalidad desbordada, las fallas sistemáticas de los principales servicios públicos, la crisis hospitalaria, la crisis penitenciaria, y lo peor de todo la perdida de valores morales y la anomia que amenazan por convertir a Venezuela en un país ingobernable.

No se trata de identificar culpables porque eso no resuelve la crisis, sino de buscar fórmulas para un entendimiento básico que le de un piso político estable a Venezuela. Para que eso pueda ser posible se requiere una redefinición de los objetivos y un liderazgo claro y definido tanto en el régimen como en la oposición.

Mientras en cada bando haya demasiadas manos que deciden o impiden decidir el rumbo que deba adoptarse para encontrar el camino que permita superar la crisis, seguiremos dando vueltas en redondo sin encontrar una salida aceptable para todos que permita resolver en paz el drama en el que estamos inmersos la mayoría absoluta de los venezolanos

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Un comentario

  1. De entrada es casi imposible pensar que exista en el corto y mediano plazo la posibilidad de salir de este barranco en el que nos encontramos, y es que estamos viviendo una crisis dentro de otra crisis mas profunda y universal que nos ha encontrado en la peor de las condiciones para poder enfrentarla con alguna posibilidad de éxito. Y es que lo que acaba de suceder en Colombia, donde la izquierda en Bogotá inclinó la balanza a su propio favor, apertura un canal directo de la subversión latinoamericana y pone en peligro la supervivencia de una de las democracias mas solidas del continente. Ganó Cuba, ganó la alianza FARC – ELN, perdió Colombia y se atornilla al presidente Maduro en el poder, como beneficiario indirecto de un continente ganado para los movimientos subversivos y terroristas que ahora se podrán expandir con relativa comodidad por todo el continente.

    Pensar que es posible un entendimiento entre nosotros para que alguien con sensatez señale un rumbo o una salida al conflicto, cuando hay un plan preconcebido – que se esta cumpliendo al pie de la letra – para acabar de sepultar lo poco de institucionalidad que nos queda o, donde las formalidades mínimas para aparentar un respeto a los derechos humanos no existe, es como creer que soñando despiertos vamos a salir del problema. Y es que la crisis venezolana es tan profunda, que el resquebrajamiento de sus estructuras ya tiene carácter de irreversibilidad y necesariamente tendrá que emerger algo nuevo y diferente (no necesariamente positivo). El peso de la realidad nos esta diciendo que lo que esta sucediendo en Ucrania ; España ; Medio Oriente y en otras partes de nuestro convulsionado mundo, no nos afecta, es como tapar el sol con un dedo. El mundo va hacia la debacle y nos aproximamos al momento de una crisis global de consecuencias impredecibles y ciertamente, no estamos ni remotamente preparados para enfrentarla.

    Que entre nosotros se termine imponiendo el socialismo (comunismo), hoy parece solamente una nomenclatura , ya que los problemas centrales que hoy afectan a los países democráticos y capitalistas nos son comunes : hambre, desempleo, inseguridad , guerras , movimientos autonómicos , emergencia de nuevos Imperios , el declive de Occidente ; en fin, la gestación de un Nuevo Orden en medio de una crisis económica donde absolutamente nadie puede escapar. Y en nuestro caso, sin posibilidad alguna de »redención» puesto que las bases populares permanecen indiferentes y resignadas – al igual que las clases medias educadas y pensantes -, que por si solas poco pueden hacer, y donde todos juntos se están acostumbrando a la pobreza y la escasez, sin el menor asomo o interés por jugar un papel activo (salvo las conocidas excepciones) por cambiar la situación. Estamos atrapados y sin salida.

    Hace muchos años conocí a un vejo anarquista en uno de esos pueblos tristes y desolados de la posguerra española y le escuché una frase propia de un ex guerrero nostálgico y decadente: » Solo la guerra salva y extraño los campos de batalla con el dulce hedor de los cadáveres en descomposición «. La verdad es que por terrible nunca la olvidé ni olvidé aquel zapatero que hizo de la guerra su razón de ser y el fundamento de su vida. Dios quiera que no tengamos que llegar a esos extremos para resolver nuestras diferencias ; pero en este momento de nuestra realidad histórica, soy muy pesimista.

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