El Editorial

Culpables, los demás

Ya ni sorprende la pasmosa desvergüenza del Gobierno y sus voceros para desentenderse de responsabilidades que pertenecen, constitucional y legalmente, a su propio fuero. Esto es algo que viene practicando desde sus inicios: las culpas son siempre de los enemigos del régimen, de la oligarquía apátrida, del Imperio, de los medios de comunicación privados.

Así se ha construido para su entera y grosera justificación, todo un sistema legal, comunicacional y administrativo, de dudosa legitimidad, que usa a discreción no sólo para desprenderse de sus responsabilidades sino para buscar chivos expiatorios en quienes depositar las culpas.

El discurso vertebrado desde esta matriz, apunta a lo mismo: la escasez de carne se debe a los carniceros, a quienes hace presos por jugar con el hambre del pueblo, y no al desmontaje del sector ganadero, amén de los ataques institucionales y delincuenciales, y asfixia de divisas para la agroindustria.

La escasez y el alto costo de los alimentos obedece, en boca del diputado Ricardo Sanguino, no a la errática política económica y la inseguridad jurídica, sino al fenómeno “El Niño” y la sequía; así como también a la especulación ejercida por el sector privado, según el guión oficialista.

El ascenso vertiginoso del llamado dólar permuta, sostiene el Gobierno, es obra de diabólicas transacciones en casas de bolsa por donde se desangra el erario, y no deviene de un diseño de política cambiaria basado en controles ineficaces e inyecciones de dinero fresco en forma de bonos, que en lugar de curar, potencian la enfermedad y reaniman el mercado paralelo, término que, por terquedad o miopía ideológica, ha sido execrado del léxico revolucionario.

Los brotes de Mal de Chagas, enfermedad decimonónica que en tiempos de la democracia representativa había sido mitigada o por lo menos controlada y reducida a su expresión mínima, no tiene nada que ver con las política de salud revolucionarias, sino con el “calentamiento global”, como declaró sin el más mínimo atisbo de pudor una funcionaria de segundo orden. Ya viene rodando una especie engendrada en los laboratorios goebbelianos del Gobierno o en mentes enceguecidas por una suerte de McCarthysmo a la inversa, de acuerdo con la cual se trata de una avanzada de la “guerra bacteriológica” lanzada desde Washington mismo.

Basta recordar que hace pocos meses, el ministro Tarek El Aissami achacaba el aumento de los índices delictivos en el país a la presencia de paramilitares colombianos en Venezuela, como si ese tema -que figura en todas las encuestas como el principal problema que aqueja a los venezolanos-, no fuese con ellos.

El Gobierno siempre se hace la víctima. Actúa como si fuese la oposición y apela a la tesis del “enemigo externo”, con el fin de sacudirse los problemas y apuntar a un responsable. ¿Hasta cuándo será efectivo ese discurso? Los sondeos de opinión comienzan a dar malas señales, a pesar del Manual revolucionario para desprenderse de responsabilidades.

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