El Editorial

El Estado devorando a sus hijos

En el Museo del Prado hay una pintura de Francisco Goya que representa a Saturno devorando a su hijo. Esta imagen puede muy bien aplicarse a estados como Cuba, Nicaragua y Venezuela, en los que se ha intentado establecer un Estado totalitario que es el que decide cómo y para qué viven sus súbditos, porque en ninguno de estos tres Estados existen ciudadanos.

El Estado todopoderoso, controlador, como el Big Brother de la novela de George Orwell, siempre te vigila y no acepta que te asocies o te organices, porque eso va en contra del diseño preestablecido por una ideología del siglo XIX.

Ahora bien ese Moloch que sacrifica a sus hijos para, supuestamente, construir un mejor futuro para ellos, lo único que logra es sumirlos en la mayor pobreza, salvo, claro está, a la nomenclatura o nueva clase, que se enriquece obscenamente con lo poco que se produce en el espacio geográfico donde se impone esta mitológica aberración.

Lo que no terminamos de entender es por qué, si la mayoría de las personas sometidas a esa penosa realidad están descontentas, no logran unirse para derribar ese Dios de barro, que lo único que ofrece es miseria y más miseria.

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