En remodelación
No pueden negar los partidos políticos venezolanos sus cuotas de responsabilidad en la situación del país. El PSUV –sólo queda este entre los que conformaban la coalición en el poder, los demás prácticamente se esfumaron- ha aportado muchos de los funcionarios incompetentes y expertos en el “pasar agachados”, dejando que los problemas subsistan dejando de que otro los arregle, si es que se arreglan. Los partidos opositores han derrochado algo más de veinte años –para no hablar de los errores y descuidos de tiempos anteriores a Hugo Chávez- hablando sin parar de abstracciones como la democracia y la libertad, proclamando que el chavismo y el madurismo son dictaduras que ellos echarán del poder y convocado una y otra vez a la ciudadanía a manifestaciones que jamás llegaron a su destino.
Mucho más dinámicos, esforzados e inspiradores fueron aquella Acción Democrática de hace 70 años que se enfrentó firmemente, padeciendo cárceles, heridos, exiliados y muertos, a la dictadura de Pérez Jiménez, y que tuvo la habilidad y la fuerza de crear estructuras organizadas laborales y rurales. O aquel Copei que salió a difundir el socialismo cristiano con conocimiento y convicción. O el mismo Partido Comunista, cuya ideología no compartimos, pero cuya persistencia y la lealtad a sus principios ideológicos lo convirtió en bastión del antimilitarismo y de la lucha valiente por su concepto de la vida y de lo social.
Los partidos de hoy no han superado, incluso está por detrás, a aquellos grandes partidos del pasado. Todos ellos han sufrido el peor castigo para un partido, la indiferencia e incluso el abandono de sus dirigentes y militantes. Sobre esa abulia y ese estancamiento, ha caminado y crecido el PSUV, aunque ya está cayendo en lo mismo.
Varios de esos partidos aseguran estar en proceso de renovación que, en realidad, debería ser de reconstrucción y de promoción de nuevas generaciones. Las dirigencias de los últimos veinte años han fracasado rotundamente como conductores y ya es hora de que se vayan y permitan la reconversión de sus partidos en función de la verdadera realidad y el auténtico porvenir de expectativas de Venezuela.
