El Editorial

España: la mediocrización de la política

La situación política en España, más allá de los previsibles resultados de las elecciones del domingo, son el reflejo de una mediocrización de la vida política española en la que los principales dirigentes políticos, en liza, no parecieran estar a la altura de las circunstancias.

Por un lado, persiste una anacrónica división del espectro político en la que se mantiene la artificial e ineficiente división entre izquierdas y derechas, dentro de las cuales imperan matices que van desde la ortodoxia hasta extremismos más o menos pueriles.

Lo que no parece existir, salvo en tímidas expresiones, es el entendimiento de que la España de hoy debe enfrentar los grandes retos del futuro con una unidad política superior que de al traste con la visión dicotómica de la política.

En ese sentido, se han manifestado líderes políticos del pasado que ven más allá de sus narices, como Felipe González y Rajoy, quienes entienden que la crisis existencial española sólo puede superarse con un entendimiento entre los dos principales partidos, el PSOE y el PP.

Los líderes actuales no parecieran estar a la talla de una tarea que va más allá de contener las tendencias centrífugas que amenazan con invertebrar a la península, sino la de enfrentar los grandes cambios que ocurrirán a nivel planetario con la nueva revolución industrial surgida de la explosión exponencial de la inteligencia artificial, la robótica, la nanotecnología y la biotecnología.

Lamentablemente, esa no es solo una característica de la política española de hoy, sino de muchos otros países en los que la clase dirigente adopta la política del avestruz de hundir la cabeza bajo tierra, para no tener que decidir cómo sobrevivir en un mundo plano.

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Un comentario

  1. El conocimiento que tengo de la política en España es muy limitado. Todo marchó bien en la época de Felipe González, cuando se requería valor y honestidad para que hubiese una vida social ordenada a los principios de convivencia.
    Toda política que pretenda participar en la configuración del futuro debe tener una visión. Lo anterior también es aplicable a la política de desarrollo del siglo XXI, cuya visión contempla el respeto de los derechos humanos a nivel mundial, la conservación de la paz, la mitigación de la pobreza, la atenuación de las desigualdades.
    Son posibilidades en tiempos de guerra y desigualdad interna.

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