El Editorial

Gritos en la oscuridad

Parece haber un esfuerzo del Gobierno por mejorar la situación de desabastecimiento y de caída de la producción industrial, a juzgar por los anuncios respecto a Cadivi y la entrega de dólares pendientes desde hace demasiado tiempo, iniciativa que, hasta el momento, parece muy buena y conveniente, que también tendrá efectos sociopolíticos si realmente se recuperan la producción y el abastecimiento.

Donde, en cambio, no mejora nada el enfermo, y más bien empeora, es en lo político. Hablando de cualquier tema, el Presidente Maduro no deja de reinsertar acusaciones contra Henrique Capriles y la oposición. La reticencia –por llamarla así- del Consejo Nacional Electoral para proceder a la auditoría plena de los votos de las elecciones del 14 de abril, sólo puede hacer pensar en que algo no se hizo bien en ese proceso y que la oposición tendría razón para estar inconforme. Obviamente, el CNE y el Gobierno no analizan adecuadamente las encuestas que indican que la mayoría de la población quiere que la auditoría se haga tal como la exige el candidato presidencial opositor.

Los señalamientos con testimonios, fotos y videos de diversos sectores, especialmente de la ONG Provea, desmantelando las acusaciones del Gobierno sobre la violencia desatada por la oposición, no sólo no han detenido la furia gubernamental, sino que por el contrario parecen haberla repotenciado; amenazas incomprensibles de ministros y altos dirigentes del Psuv avisando que quieren llevar a la cárcel al propio Capriles y a otros dirigentes opositores, la furia de la Guardia Nacional en Barquisimeto contra estudiantes que protestaban y la negación por la Fiscalía de que esa furia se hubiese producido, el muy denunciado acoso a empleados públicos sospechosos de votar por la oposición, son síntomas claros de que en el Gobierno, más que dureza, hay miedo.

Si el Gobierno no termina de darse cuenta que con su furor no está convenciendo a casi nadie, si se lleva a Capriles y a la Mud a una impugnación oficial de las elecciones, acción que será un escándalo de ilegitimación nacional e internacional aunque el TSJ falle a favor del Gobierno, si no se controlan los excesos militares, puede que lleguemos a tener el sistema eléctrico estabilizado que ofrece el nuevo Ministro del ramo, puede que mejore el abastecimiento de productos, puede que los importadores logren pagar sus deudas a sus proveedores en el extranjero, pero el Presidente Nicolás Maduro no sólo habrá perdido parte de los votos que le dejó Hugo Chávez, sino que podría perder un país que tendría que gobernar por encima de sí mismo. Lo único que habría ganado serían seis años de misión imposible.

Los alardes y proclamadas durezas del Gobierno suenan cada vez más como gritos en la oscuridad, ruidos para disimular el miedo pero que en vez de alejar los terrores, debilitan aún más. Lo que ha demostrado hasta ahora Nicolás Maduro es que en vez de prolongar el chavismo, está estableciendo un madurismo gritón pero políticamente endeble, sospechoso. No parece que sea ésa la tarea que el Presidente Hugo Chávez le encomendó.

Y mucho menos, peligrosamente, lo que el país necesita.

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