El Editorial

Ha muerto CAP, viva la democracia

El paso del tiempo todo lo aclara. Carlos Andrés Pérez, quien fue vilipendiado y destituido por un golpe civil propulsado por los eternos náufragos de la política, es hoy en día redimido mil y una vez por la lapa que se filtró en la historia venezolana gracias a la encomiable labor de aquellos que se ufanaban de ser los grandes notables de este país.

Chávez, el golpista de 1992, nunca habría alcanzado el poder sin la unión de tantas voluntades para acabar con la vida democrática del país. Es cierto que no todos fueron aciertos en la presidencia de Carlos Andrés Pérez, pero la forma como aceptó su espuria salida del poder es una lección de democracia que difícilmente podremos olvidar.

Lamentablemente, para nuestro país las ambiciones de unos, unidas a las mediocridades de otros, dieron lugar a este engendro que conduce, por ahora, esta otrora tierra de gracia.

Violentar la Constitución, al permitir que el odio se convierta en el factor dominante en la interrupción ilegitima del hilo constitucional, fue la causa principal de la decadencia de la democracia venezolana. En estos momentos vale la pena destacar la gallardía política de Eduardo Fernández, entonces líder de Copei, cuando entendió que había algo más importante que pensar en su futuro político. Otros, que no queremos recordar por haber fallecido, no tuvieron la misma mirada hacia el futuro. Cuando el yo es más importante que el  destino de una nación ocurren situaciones como las que hoy estamos padeciendo.

Reivindicar al Pérez demócrata es importante. Como figura histórica podrá ser evaluada en sus aciertos y errores, pero nunca se le podrá imputar que hubiese querido arrebatar de las manos del pueblo el sentido fundamental de la democracia.

La era democrática volverá; Venezuela no es un país que está dispuesto a someterse a la bota militar. Basta ya con el sonsonete de que Venezuela es un cuartel. Venezuela es un país que cree, en su gran mayoría, en la importancia de la democracia para la convivencia social y no va a dejar que unos aventureros disfrazados de demócratas se la arrebaten.  Ya pasó la Navidad, ahora es cuando hay que luchar por restablecer, una a una, las disposiciones de nuestra Constitución que, sin aprobación popular, fueron suplantadas por un golpe de estado civil y antidemocrático.

El 23 de enero de 1958 se establecieron unas bases sólidas que se quebrantaron a finales del siglo XX, y hoy es hora de pensar y extender las manos hacia todos aquellos que, conscientes de sus dificultades, estén dispuestos a luchar por el restablecimiento de una auténtica democracia en nuestro país.

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