El Editorial

Algo está podrido en Dinamarca

En este último año hemos podido constatar un cambio brusco en el respeto a los mínimos cánones de civilidad y  a la legalidad formal. Pareciera que la Constitución y las leyes de la República se han convertido en letra muerta bajo el peso apabullante de una presunta razón de Estado que no es otra cosa que el deseo de aferrarse en el poder de una nueva nomenclatura  como la que existió en la URSS, Yugoslavia, y otros países comunistas de la antigua Europa del Este y que sigue existiendo en Cuba.

Una de las características de ese tipo de régimen, supuestamente socialista, es la desaparición del sector privado de la economía para ser controlado al principio por un ineficiente poder central quien decide qué, cuándo y cómo los ciudadanos podrán tener derecho a los bienes que se digne producir el gobierno.

El final de esa utopía fallida es de todos conocidos, al colapsar el sistema se retorna a la privatización de las empresas del Estado  y, qué casualidad, los nuevos dueños de las mismas son los antiguos funcionarios del depuesto régimen, que ahora pasan a formar parte de una oligarquía plutocrática.

En nuestro país eso está ocurriendo antes del colapso, si no basta averiguar quiénes son los verdaderos dueños de periódicos, televisoras, estaciones de radio, líneas aéreas, bancos, compañías de seguro y pare usted de contar.

A menos que los inversionistas que se montaron en tan pingues negocios sean extraterrestres, la única explicación posible es que la sombra del árbol al que se arrimaron los afortunados dueños de esas empresas permitió que de la nada surgiese una nueva clase dominante, eso sí, revolucionaria y comprometida con la supervivencia del Socialismo del siglo XXI.

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2 comentarios

  1. Lo lamentable es que hemos perdido quince años de nuestras vidas, y la gran oportunidad de haber corregido los errores del pasado como haber tenido tal grado de desarrollo y bienestar, que ningún país del continente nos hubiese superado. Y es que esta realidad socialista (comunista) es tan decadente e insufrible, tan a destiempo de la historia, que solo ha sembrado divisiones, odios y miserias, para las presentes y futuras generaciones.

    Ya no solo es la escasez de bienes y servicios a nivel de la inmensa mayoría de la población, sino que además vivimos en medio de una permanente represión y acoso policial que se ha incrementado bajo la presente administración. Quizás con el ex – Caudillo no fue tan necesaria o tan evidente, pues la abundancia de dólares maquillaba sus aviesas intenciones y contradicciones ; pero con el presidente Maduro, es que la barbarie ha aflorado con toda su iniquidad. Estamos frente al socialismo (comunismo) expresado en toda su crudeza y realidad, y todavía, no hemos visto lo peor, pero ya lo veremos sin lugar a dudas.

    Esta nueva burguesía criolla, emergente y rastrera, ha prosperado en medio de oportunidades creadas por esa especie de »Omertá» atávica de nuestra clase dirigente, que ha nacido no fruto del trabajo fecundo y creador, sino a la sombra de un Poder podrido desde sus orígenes y que lamentablemente, depreda los recursos en medio de la mas absoluta impunidad. Sin Dios, sin Constitución y sin leyes. Pero, con un agravante, es ineficiente, improductiva y se soslaya en la miseria colectiva y al mejor estilo de un país portátil. Empresas al mejor estilo de un gran »maletín», pero sin maletín, y bajo la protección del Estado.

    En un país donde todo se compra y se vende no hay posibilidad de redención. Y es que poco les importa que los señalen con el dedo a ellos, a sus hijos y a sus familias. Perdieron el pudor y la decencia, porque al final, sueñan con pasar sus últimos años de vida bajo el confort de un exilio dorado. Atrás dejarán los escombros, dejarán en el cesto de la basura las banderas rojas, se olvidarán de su tierra ancestral y las proclamas de »Patria socialista o muerte», tan solo serán un mal recuerdo y hasta se reirán de ellas. Esta es la Venezuela de hoy y tal vez de mañana también.

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