El Editorial

Hiperinflación y devaluación: dos monstruos que se retroalimentan

Al escribir estas líneas, al tipo de cambio oficial del Banco Central de Venezuela $ 1 valía cerca de Bs 1.900.000. Por tanto, el nuevo billete de Bs 1.000.000 -el de mayor denominación en Venezuela- equivale a unos 52 centavos de dólar. Este es el resultado de la aguda devaluación que ha experimentado el signo monetario venezolano. También se han agregado al cono monetario billetes de Bs 500.000 y Bs 200.000, que equivalen a 26 centavos de dólar y 10 centavos de dólar respectivamente.

En los años 70 un billete de Bs 500 valía uno $ 117 y, sin ir tan lejos, a principios del 2002 el billete de mayor denominación en Venezuela era de Bs 10.000 y equivalía a unos 13 dólares.

Al tomar Chávez el poder en enero de 1999, un dólar los EEEUU valía Bs 560; al cambio oficial del BCV ese mismo dólar vale hoy Bs 1.900.000; pero, al agregarle los ocho ceros que le han quitado al bolívar por razones de maquillaje (3 ceros en el 2008 y cinco ceros en el 2018), un billete de $ 1 equivaldría Bs 190.000.000.000.000, es decir, ciento noventa billones de bolívares anteriores a la revolución.

Padecemos la mayor hiperinflación del mundo que se extiende ya por un período de 39 meses. De nada sirve emitir billetes de mayor denominación, ni tampoco quitarle ceros al bolívar. Lo importante sería atacar las causas del mortal cáncer monetario que nos carcome.

La catástrofe monetaria empezó con el famoso “millardito de Chávez”. Incapaz de comprender los fundamentos más elementales de la economía, le pidió al Banco Central “un millardito” de las reservas internacionales para financiar el desarrollo agrícola, pero sin presentar ningún plan ni programa de cómo iba a utilizar ese dinero. Aquello era una clara violación del Art. 320 de la Constitución que prohibía al BCV financiar el gasto público. Acostumbraba a usar los recursos a su leal saber y entender, como si se tratase de su propio peculio o de una partida secreta sobre la cual no tenía que rendir cuentas.

Las Reservas Internacionales en poder del BCV alcanzaron un récord histórico de $ 43.137 millones de dólares en el 2009 (después de más de un lustro de precios petroleros excepcionales). Para enero del 2021 esas reservas internacionales habían caído a apenas $ 6.362 millones.

Lo cierto es que el régimen siempre le ha dado la espalda a la ciencia económica. Por eso ha destruido lo que por derecho propio ha debido ser la economía más próspera de la región, transformando a Venezuela en la segunda economía más pobre del continente americano según cifras del PIB per cápita en dólares del Fondo Monetario Internacional. Sólo Haití es más pobre.

Estamos atrapados en un círculo vicioso. La inflación alimenta la devaluación y la devaluación retroalimenta la inflación. Así estamos cayendo por un precipicio hiperinflacionario que no tiene salida sin un cambio de 180 grados en el modelo económico que se viene aplicando. No es la dolarización “sui generis” del consumo una solución al problema, porque mientras el BCV siga financiando el déficit fiscal mediante la emisión de bolívares sin respaldo, ello no logrará otra cosa que alimentar a ambos monstruos.

Pero volviendo al tema del cono monetario, la realidad es que si no se toman medidas para enfrentar con seriedad el tema de la hiperinflación, estos nuevos billetes habrán perdido su valor en pocos meses, y se hará necesaria una nueva reconversión monetaria eliminándole quizá unos cinco ceros adicionales a nuestra ya desvencijada moneda. Ese es un camino muy trillado en Latinoamérica.

Los nuevos billetes emitidos aparentemente sólo tienen por objeto pagar la gasolina o el pasaje en el transporte público. Muy rápido se diluirá su poder adquisitivo porque los precios seguirán aumentando tanto en dólares como en bolívares, en la misma medida en que los monstruos de la devaluación y la hiperinflación sigan retroalimentánse mutuamente.

José Toro Hardy, editor adjunto de Analítica

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