Impulsemos la educación
La mente es extraña, porque en muchos casos se aferra a ideas negativas, y no es que no falten razones cuando las circunstancias en las que se vive se vuelven más difíciles y a veces incomprensibles.
En Iberoamérica vivimos en un eterno pensamiento recurrente de que vamos siempre hacia lo peor. Y tal vez haya motivos, porque ha sido una región pendular del mundo, tanto en lo político como en lo económico, que no ha sido capaz a través del tiempo de reducir significativamente los altísimos niveles de desigualdad social.
Paradójicamente, las consecuencias de la invasión a Ucrania pueden servir para entender que, para sobrevivir en un mundo cada día más polarizado, no entre izquierda y derecha, sino entre democracia y autocracias, es indispensable generar cambios fundamentales en la conducción politica que conduzcan a un crecimiento económico con reducción radical de la desigualdad, como lo han venido haciendo países como Japón, Israel, Corea del Sur o los escandinavos.
Eso solo se logrará a través del impulso abierto y de calidad para la educación de toda la población. Un pueblo educado no podrá ser víctima de las autocracias cleptocráticas, como hoy ocurre lamentablemente en muchos países de nuestra región.