El Editorial

La falsificación de nuestra historia

Si algo ha tratado de lograr el chavismo ha sido reescribir la historia a imagen y semejanza de los prejuicios e ideas inconexas de su líder.

La primera falsificación fue adoptar la leyenda dorada en la que supuestamente una resistencia heroica de nuestros aborígenes habían intentando detener la conquista de los españoles. En realidad esa resistencia fue limitada y esporádica, ya que a diferencia de México y Perú, en Venezuela la población indígena era escasa y dispersa, y no hubo sino brotes aislados de enfrentamientos con los colonizadores.

De allí inició su campaña por borrar de nuestra historia cuatro siglos, comenzando por la destruccion de la estatua de Cristóbal Colón y el cambio de nombres españoles por los de origen indígena, como el emblemático caso de nuestro Cerro El Avila, referencia esencial de lacapital.

Luego de la épica independentista borró el papel fundamental que tuvo en ellas José Antonio Paez.

De la guerra federal rescató solo un personaje oscuro y controvertido como lo fue Ezequiel Zamora, y trasladó sus restos al Panteón Nacional que estaba, en principio, destinado a ser la morada final de los héroes de la independencia.

Y así fue construyendo historias a su medida, como el enaltecimiento de Maisanta; la versión fabulada de que El Libertador había sido envenenado con arsénico por instrucciones de Santander, lo que lo llevó al sacrilegio de hurgar en su tumba  para tratar de comprobar su disparatada tesis; la invención de una nueva imagen de Simón Bolívar con rasgos indígenas, que algunos sostienen que era para darle algún parecido con él, a pesar de que Bolivar dijo que el retrato que le obsequiaron en Lima era el más parecido a su propia imagen.

Hay tal vez otros ejemplos menores pero que van en la misma dirección, como las imágenes incorporadas a los billetes. Todo eso con el propósito manifiesto de reescribir una historia de Venezuela basada en su idea particular de las tres raices.

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Un comentario

  1. Es completamente cierto. Y es que en la primera oportunidad que contemplé una reunión – de las primeras que se hicieron – dirigidas por militares, era más que evidente que era una sesión de adoctrinamiento, casi que para débiles mentales. Hay fue que escuché la teoría de «El árbol de las tres raíces» y el intento de crear de casi la nada una especie de «ideología pirata» que suplantara la ideología capitalista y la socialista. Se trataba de crear la ideología de Chávez, la de los valores patrios, bandera, himno y hasta el juramento en el Saman de Guere y tratar de llenar de contenido lo que llamaríamos el «Espíritu del 4F». Pero, todo eso se fue por el caño, ya no queda casi ningún comandante del 4F. Ahora hay 2.000 generales gordos y una cúpula podrida que, no sabemos de donde salió y donde el gordo Rosendo, vejeta en nuestra embajada en Portugal (perdonado por Hugo Rafael) a cambio de hacerse para siempre invisible.

    Lo de los indios también es verdad, fue algo hecho para hacernos creer que esas razas exterminadas eran junto con los negros, la base de nuestra raza que, destruyó el Imperio español y que por lo tanto habíamos nacido para un papel glorioso dentro y fuera del país. La verdad es que a los únicos indios que respeto y admiro son los guajiros, por guerreros y valientes, los mejores soldados, pese a que están muy mestizados y los «puros» como el Torito Fernández son ya historia patria. De todos modos, el presidente tiene a un general guajiro al que todos le temen y que podrá tener todos los defectos del mundo, pero son de los que sirven tanto en democracia como en dictadura porque saben hacer su trabajo y por tenerlas bien puestas, no temiéndole ni al fuego cruzado ni corren de espalda.

    Cuando Chávez se degeneró y se quitó la careta de revolucionario y se puso la de un presidente de pacotilla, fue cuando se volvió autoritario. Aprendió el oficio de dividir a los venezolanos, a premiar a los asesinos y descartar a los decentes. Disfrutaba humillando a los mejores oficiales y felicitando a los más arbitrarios y cobardes. Se puso a jurungar hasta los huesos del Libertador pese a no ser ningún angelito. También se acostumbró a tener generales sinvergüenzas quienes le buscaban las mujeres en cada sitio donde llegaba, uno de ellos ya muy golpeado por eso y una desgracia familiar, optó por ahorcarse. Chávez todo lo que tocaba lo destruía. Nunca fue un guerrero. Prefería rendirse y no pelear hasta morir. Fue un pésimo militar y un político maquiavélico, astuto y conocedor de las querencias de nuestro pueblo, llano y sencillo. Nunca quiso a Bolívar, lo envidiaba y lo redujo a un indio con cara de carnicero madrileño de Lavapiés y que murió dando gritos y descubriendo en el último momento que, lo habían asesinado los que más decían que, lo habían querido bien. QUE EN PAZ DESCANSE Y NO LO DEJEN VOLVER.

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