La sociedad civil en el castrochavismo
El presidente Chávez se presenta como el propulsor del socialismo del siglo XXI, una sociedad que no sólo superaría al capitalismo sino también la fracasada dictadura burocrática que caracterizó al socialismo real del siglo XX. Supuestamente, no seguiría el molde de la Unión Soviética y sus satélites, de la China de Mao Zedong, o de la Cuba de Castro.
Sin embargo, sus fuentes de inspiración y las acciones, parecen conducirnos a algo que se podría denominar castrochavismo. ¿Por qué, si se trata de construir una sociedad socialista pero plenamente democrática, la inspiración sigue siendo el leninismo-stalinismo en su versión tropical, el régimen cubano?
Aún dentro del corpus de tesis ligadas al marxismo, existen pensadores que podrían ser una fuente de inspiración mucho más idónea, si la idea fuese realmente la de una sociedad socialista y democrática. Antonio Gramsci, pensador y político, fundador del Partido Comunista italiano, sostenía que es en la sociedad civil donde las relaciones sociales, principalmente las políticas, le dan forma a la estructura del Estado. De ahí emerge el criterio de la verdadera realidad social, por cuanto es el lugar en el que los ciudadanos viven, se relacionan y desarrollan sus actividades. La sociedad civil es la base de sustentación del Estado, y la construcción de un nuevo orden no puede hacerse desde arriba, desde el poder y a través de un líder iluminado, sino a través de construir consensos sociales profundos, que de soporte real orden social.
Por definición la sociedad civil ha sido históricamente el espacio para el consenso, elemento imprescindible de la cohesión social. Es el lugar privilegiado de donde emanan los conflictos y consensos, sin los cuáles deja de existir la base estructural del desarrollo sustentable de una nación. Concebir, diseñar y proponerse a proyectar acuerdos por medio del diálogo y la persuasión es la vía como se construye paso a paso la cohesión necesaria para visualizar hacia dónde es que deseamos dirigirnos.
Resulta obvio que la política del presidente Castrochavista dista mucho de inspirarse en ideas plenamente democráticas, y lo que predomina es desprecio por la sociedad civil. Las decisiones las toma una cúpula, o autocráticamente el Gran Timonel, muchas veces en secreto (por ejemplo, la modificación de la constitución), sin participación de las bases de la sociedad venezolana y despreciando rasgos fundamentales del comportamiento de los venezolanos, donde predomina una visión que busca participación y consenso, contraria a imposiciones autoritarias.
Pero todo tiene sus límites. Hoy, los ciudadanos no piensan igual que cuando votaron, creyendo que era un cambio manteniendo la democracia. Hoy, están más concientes de lo que pretende imponerse. Se han percatado que no se ajusta al interés del país, a sus propios intereses, sino a los caprichos de Hugo Chávez. Su publicitado proyecto de socialismo siglo XXI no es socialismo cum democracia sino un engendro autoritario, estrechamente ligado al objetivo expandir y dominar en Latinoamérica, un propósito que siempre tuvo Fidel.
¿Acaso piensa el Castrochavismo que dócilmente los venezolanos vamos, en este inicio de siglo, a negar nuestro gentilicio, historia y convicciones profundas? Basta ya de tanta insensatez. Demos un paso adelante para reconstruir el camino que nos corresponde adelantar, con las diferencias inevitables, pero en plena democracia. Dentro de una dinámica que resuelva las diferencias, que nos una y busque, a pesar de las diferencias, un terreno común. Donde participe el pueblo, haya votado por Chávez o en su contra. Hay que rechazar con fuerza la implantación del autoritarismo.