El Editorial

La unidad no puede ser un eslogan

En tiempos tan extremos como los que estamos viviendo, la necesidad de unirnos para resistir y enfrentar al mal que nos carcome, no es un recurso retórico sino un llamado imperioso a dejar de lado las diferencias y los reclamos, e imponernos un comportamiento diferente con el que convirtamos en acciones nuestros sentimientos y pasiones.

Basta de buscar las cinco patas al gato y ver la paja en el ojo del vecino. Motivos para criticar, para estar insatisfechos, siempre estarán presentes, pero insistir en ellos en nada contribuye a enfrentar a un régimen que aunque aún se aferra al poder, cada día está más aislado, tanto internacionalmente, como en el propio país. Basta ver cómo han fracasado en su intento de encender la pradera con un nacionalismo histriónico, provocando incidentes fronterizos e invocando invasiones que sólo existen en la propaganda oficial.

La realidad nos impone como necesidad ineludible cerrar filas detrás de la persona, que nos guste o no, es el vector de la resistencia democrática y que, conjuntamente con los países que nos están apoyando activamente, está diseñando la estrategia para acorralar al régimen y forzar, a través de la presión, tanto nacional, como internacional, el quiebre necesario para que cese la usurpación y se abra el camino a una transición democrática.

Como no hay otras alternativas viables en el horizonte cercano, lo sensato es convertir en fuerza nuestro rechazo a esta insensata realidad y unirnos y luchar sin desmedro para que termine por convertirse en verdad el mantra: “ cese de la usurpación, gobierno de transición y elecciones libres”.

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2 comentarios

  1. La retórica como disciplina del lenguaje no es la del usurpador y sus huestes: Ellos no usan la palabra en su noble finalidad de comunicación humana y social. El régimen no tiene la capacidad de expresar ideas coherentes con la realidad política. Es un lenguaje primitivo, casi de señas, el que exprimen para que llegue a la población sin recursos. Así fue en la era hittleriana y en la de Stalin: «El grito» que sale de la mltitud no es el mismo que el de Munch, en cuya expresión está la soledad.
    La palabra editorial ha reaccionado con firmeza a fin de que se obtenga el regreso a la política verdadera y no al disfraz de poder que solo produce pobreza y miedo.

  2. La retórica como disciplina del lenguaje no es la del usurpador y sus huestes: Ellos no usan la palabra en su noble finalidad de comunicación humana y social. El régimen no tiene la capacidad de expresar ideas coherentes con la realidad política. Es un lenguaje primitivo, casi de señas, el que exprimen para que llegue a la población sin recursos. Así fue en la era hittleriana y en la de Stalin: «El grito» que sale de la multitud no es el mismo que el de Munch, en cuya expresión está la soledad.
    La palabra editorial ha reaccionado con firmeza a fin de que se obtenga el regreso a la política verdadera y no al disfraz de poder que solo produce pobreza y miedo.

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