El Editorial

Milicias y amargura

El Presidente anunció este domingo en su programa televisivo semanal que las Milicias Bolivarianas, nombre tras el cual esconde su anhelada guardia personal, deberían ser entrenadas militarmente y contar con armamento.

Vuelve el argumento del miedo y la amenaza, pero se trata sin dudas de una típica reacción ante un resultado electoral que lo lleva por la calle de la amargura: la Asamblea a partir de enero recibirá, y en buen número, a quienes le pondrán control a cada una de sus acciones y harán contrapeso político. No más regalitos groseros a sus amigotes de la ALBA, no más viajecitos a Cuba sin autorización del Legislativo, no más casos de corrupción que se esconden debajo de la alfombra y se oxidan en una gaveta, no más imposiciones de candidatos al Poder Ciudadano o el Poder Electoral.

El resultado electoral del 26S no le produjo ni un ápice de consideración con esa enorme masa de personas, la mitad del país, que le expresó con meridiana claridad su desacuerdo con el llamado socialismo del siglo XXI.

La salida ha sido, como hemos visto, la de siempre: la descalificación, el insulto a la prensa (caso Radio Francia) y recordarle a sus adversarios, poco más de 5 millones y medios de venezolanos a los que llamó este lunes “miseria humana”, que él está armado y cuenta con un contingente de seguidores que lo defenderán.

Ahora, ¿quién tendrá control sobre esas armas que se le entregarán a las milicias? ¿Quién garantiza que no vayan a llegar a manos de delincuentes o la guerrilla? ¿Quiénes tendrán el acceso a ese armamento? Son preguntas que no han sido respondidas por el régimen y probablemente no lo serán.

Milicias armadas a la orden de un mandatario y de un partido político tuvieron los más criminales regímenes del siglo XX: Hitler (los camisas negras o SS), Mussolini (los fasci di combattimento), Stalin (milicia obreras soviéticas), Pol-Pot (los jemer rojos), Franco (la falange). Sus resultados están penosamente retratados en la Historia de la humanidad y alimentan el cementerio de las ideologías fracasadas.

En lugar de armar a unas milicias para defender la revolución, lo preciso es todo lo contrario: desarmar a la delincuencia que a diario enluta a decenas de hogares venezolanos, a esos que sí se debe defender.

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