Mirar al futuro
Están empezando a vislumbrarse algunas miradas hacia un país que fundamentalmente tenía la mirada anclada en el pasado.
Si algo nos ha hecho daño a los venezolanos ha sido precisamente una lectura deformada de nuestra historia, en la que se le dio gloria a las batallas y se ignoraron los relevantes hechos de nuestra civilidad.
Un libro que ha tenido consecuencias desafortunadas ha sido «Venezuela Heroica», de Eduardo Blanco, que exaltó, en grado superlativo, la guerra de la independencia, dándole características homéricas, en las que nuestros militares de entonces eran Aquiles y los españoles algo menos que villanos.
No es que no haya sido importante luchar por la independencia de nuestro país, sino que, glorificar lo militar como lo que nos define, nos ha arrastrado a donde estamos hoy.
Nadie recuerda a José Maria Vargas, hasta borraron su nombre del estado costero; tampoco se sabe que la Universidad Central de Venezuela, con sus trescientos años de existencia, es anterior a la muy famosa Universidad de Harvard; o que, a principios del siglo XX, fuimos el primer país en el mundo en el que se erradicó la malaria.
Solo recordamos que nuestros ejércitos fueron forjadores de libertades y no rescatamos la importancia de haber sido en el siglo XX la más pujante y dinámica democracia de Iberoamérica.
En el reciente informe de Fedecámaras se habla del futuro como norte y aunque muchos no lo sepan o le resten interés, más de 3000 venezolanos elaboraron hace dos años un Plan País que da las claves para construir la Venezuela del futuro.
Dejemos el pasado en paz y veamos al futuro como nuestra verdadera potencialidad, para convertirnos en una nación dinámica y democrática.
