El Editorial

No basta soñar, hay que persistir

Soñar es bueno, es humano, puede ser motivador. Todas las grandes obras de los seres humanos han nacido en sus sueños, pero no todos los sueños terminan convertidos en grandes obras. Porque entre el sueño y la obra completada hay un período duro y exigente que se llama persistencia.

Miles de venezolanos han soñado con una Venezuela libre, democrática, eficiente, productiva, un vergel de sueños cargado de flores y frutos. Pero no basta con poner la semilla del sueño. Hay que regarlo, cultivarlo, cuidarlo, verlo surgir, verlo crecer día a día hasta que florece.

Los frutos no nacen de los sueños, los produce la persistencia, y esta muchas veces debe enfrentar dificultades, que en política son policías armados, represión, poder, crueldad en beneficio de la permanencia. Persistir en la realidad querida para una nación es la gran virtud de los grandes dirigentes. De Gaulle y Churchill, por ejemplo, son hijos de la persistencia. En Venezuela Simón Bolívar sufrió derrotas, se tragó desprecios, evadió persecuciones, pero persistió en su objetivo de patria soberana y de libre albedrío. Rómulo Betancourt fue comunista reflexivo y estudioso, y por estudiar y reflexionar, comprobó el lado oscuro del comunismo y tuvo la humildad de reconocer su error y la audacia de cambiar su camino para persistir en la libertad y terminar por ser calificado como “el padre de la democracia”. Que no fue el único, claro, pero Betancourt, como Jóvito Villalba, tuvo la persistencia del intercambio de ideas y de sumar para llegar a más por convicción y no por imposición.

Es posible seducir mediante engaños, incluso cuando el engaño es a sí mismo. Seducción que debe llevar al ajuste de caminos, a no hablar de socialismos cuando se tiene el empeño de la participación de todos.

De persistir en el beneficio de más con la unión de todos.

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Un comentario

  1. La sociedad en crisis es una sociedad habitada por sombras y fantasmas, incapaz de realizar el rescate de la democracia.
    Nuestro país enfrenta un pasado doloroso en el siglo que corre y que afecta a todas las generaciones, lo cual dificulta la construcción de un proyecto futuro de nación. No hay proyecto de país que no implique la elaboración de la memoria.
    Pero las sociedades no comparten una sola memoria, entendida como proceso abierto de reinterpretación del pasado que deshace y rehace sus nudos, para que se ensayen de nuevo sucesos y comprensiones que reconstruyan el futuro.
    No pueden existir verdades históricas monolíticas. De igual modo, la memoria colectiva, es decir la elaboración que un grupo o sociedad hace de su pasado no puede aglutinar los recuerdos de toda la sociedad. En esta línea, podría afirmarse que en toda sociedad coexiste la memoria parcial en un acontecimiento de referencia común, aunque se comparta la memoria del mismo acontecimiento y los mismos significados y otros diferentes o contradictorios.
    Lo anterior se traduce en «batallas por la memoria», en las que se enfrentan múltiples actores sociales y políticos que van estructurando relatos del pasado y, en el proceso de hacerlo, expresan también sus proyectos y expectativas políticas hacia el futuro.

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