El Editorial

No hay mal que por peor no venga

En tiempos españoles surgió en América en general, y en Venezuela en particular, una floreciente generación de hombres y mujeres que no sólo entendieron la democracia y la libertad como derechos y deberes de todos los seres humanos, sino que fueron a la guerra y al sacrificio para hacer de las leyes de Indias normas justas para todos, y para quitarnos de encima una monarquía de imbéciles y degenerados para entregar a los ciudadanos residentes la responsabilidad de gobernar, fortalecer la libertad como relación equilibrada de derechos y deberes y de crear y fortalecer el bienestar de todos.

En tiempos de la tiranía gomecista de puño militar, surgió en Venezuela una generación de hombres y mujeres que entendieron la libertad y la democracia arrebatadas por la fuerza y que fueron al sacrificio personal hasta de la vida para rescatarlas para sus conciudadanos, y lucharon hasta hacerlas realidad, y así, sobre sus conciencias y ejemplos –y fallas, también, con la libertad de reconocerlas- las mantuvieron por cuarenta años hasta que ellos mismos fueron desgastándose y muriendo.

Fueron sustituidos por hombres y mujeres que levantaron esas banderas pero después no supieron qué hacer con ellas, creyeron como ignorantes profesionales que todo lo sabían pero no supieron reconocer que el éxito nace de la originalidad y del esfuerzo propio, y no de las músicas tropicales de carnavales que terminan perdiendo sus máscaras.

Hoy estamos en pleno baile, con papelillo lanzado desde todas partes, con banderas desplegadas sin viento bien orientado que las dirija, barcos de papel que flotan sin ton ni son creyendo que son buques de verdad, como si pescar de madrugada no fuera resultado de sudor, experiencia y saber jugarse la vida, como si cruzar los océanos no sea correr todos los riesgos entre profundidades insondables y huracanes implacables tanto si va usted en una pequeña barca, como un gran portaaviones o en un lujoso y confortable crucero.

Por eso vamos de mal en peor, porque nos negamos a ser equipo, porque no hay capitán ni timonel que sepan usar la brújula, porque dando vueltas entre mares atractivos que escondían sus profundidades nos gastamos el carbón y después descubrimos que las velas estaban podridas.

Y mientras no salgamos de la ruta de peor, no podremos llegar a buen puerto.

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