Ortega y Maduro el anverso y el reverso
Ahora está más claro que nunca que Nicaragua y Venezuela siguen el camino trazado por Cuba. Las ilusiones que algunos se hicieron de que ambos regímenes iban a evolucionar se truncaron cuando Ortega puso presos a todos los candidatos que lo confrontarían en la elección presidencial y Maduro por su parte, que usa el recurso de la inhabilitación, dócilmente suministrado por el plegado TSJ, para impedir que cualquier candidato que le moleste pueda ser elegido.
A todas estas, el CNE está pintado en la pared y muestra que es otro instrumento dócil en manos del dictador. Al menos, en este organismo, hubo un director suplente de la oposición que tuvo la dignidad de renunciar a su cargo.
Se suma a las arbitrariedades la expulsión de los observadores internacionales junto a la decisión de que no habrá observación electoral en Barinas, de paso innecesaria, ya que el ungido Arreaza competirá solo porque el régimen no permitirá que haya ningún contrincante verdaderamente opositor, porque sabe que sea el que sea derrotaría al ex canciller.
Por otro lado, vemos la mezquindad de Julio Borges, que al igual que Capriles, quiere al precio que sea sacar del juego a Juan Guaidó, sin darse cuenta -o tal vez si- que al hacerlo, le están pavimentando el camino al régimen para su permanencia en el poder.
Si la maniobra para sacar a Guaidó, es decir, el remanente de institucionalidad que nos queda, prospera, el régimen habrá logrado su maniobra de dividir a la oposición organizada y convertir a Venezuela en el reverso de Nicaragua.
Los que se han prestado a esa maniobra deben tener un lugar preeminente en la historia universal de la infamia.
