El Editorial

Otaiza: Muchas preguntas sin respuestas

No resulta, por ejemplo, fácil de entender como un hombre de su importancia dentro del oficialismo estuviese sin escoltas transitando por áreas relativamente solitarias.

Tampoco resulta explicable que nadie se haya percatado de su ausencia por un lapso, relativamente largo, en un país sometido a la delincuencia, en el que un retraso de horas alarma hasta el más sereno de los familiares y amigos cercanos, en este caso es de suponer que sus guardaespaldas tendrían también razones para estar alarmados.

Otra cosa que no entendemos, aunque en realidad en materia de violencia desatada deberíamos estar acostumbrados  y no sorprendernos; sin embargo, la violencia inusitada y la brutalidad con la que fue torturado y cobardemente asesinado, luce como una expresión de odio y venganza.

La pregunta es quiénes pueden ser ese tipo de personas, si es que se las puede llamar así, que se atrevan a matar a un alto funcionario del régimen sabiendo que todo el aparato criminalístico del país no va a cejar hasta que encuentre un culpable.

Esperamos que el afán de encontrar a alguien a quien echarle la culpa no obnubile la búsqueda de los verdaderos autores materiales y no se haga de esta tragedia una causa política.

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