El Editorial

¿Perdió el Norte?

“No porque corra un navío tormenta o se anegue, han de dejar los otros de navegar”

Cervantes

Buena parte del apoyo a Chávez se basa en experiencias concretas. En los últimos tres años (2004-2006), la economía creció alrededor del 10% promedio por año, una tasa muy elevada. Si bien la inflación fue alta y se ha agravado la inseguridad, la expansión del gasto sustentada en el boom de los precios del petróleo tuvo repercusiones positivas y permitió importantes transferencias a sectores de bajos ingresos. Se puede cuestionar, con razón, la falta de sostenibilidad y baja calidad de esas políticas, pero de hecho llegó a buena parte de la población; lo que parcialmente explica el éxito de Chávez en las últimas elecciones. Sin embargo, para muchos que lo apoyaron, hoy en día existe confusión. Se está evaporando la sensación de éxito. Parecen surgir los problemas e insuficiencias en múltiples frentes, y se comienza a evaluar con creciente resistencia el “nuevo rumbo”. Como si el “proceso” hubiese entrado a una situación crecientemente adversa y el control, bajo el mando del Gran Timonel, ya no es capaz de reproducir los deseados éxitos.

En el sector petrolero se patentiza la declinación. De repente, saltan a la luz pública el elevado déficit de caja en PDVSA (causa del nuevo endeudamiento), señales de elevada corrupción en la empresa y dudas crecientes de que sea capaz de operar con éxito la recién “nacionalizada” faja petrolífera. La política energética hacia América Latina cosecha fracasos, especialmente en el “combate” contra el Etanol.

No sólo persiste la inflación, sino que aparecen fallas de abastecimiento significativas en los alimentos, producto en buena parte de la política de controles. Las reservas internacionales se reducen drásticamente en más de 12.000 millones de dólares, 35%, parcialmente por traslados a Fonden, y también por menos exportaciones, aumento de importaciones y las compras de activos: la “nacionalización” de CANTV, Electricidad de Caracas y de otros activos. El gobierno expande su acción estatizadora, que implica compromisos de gastos, cuando el BCV registra en el primer bimestre del año un impresionante déficit de más de 8 billones de bolívares. Se anuncia el retiro del FMI y el Banco Mundial, sin percatarse de que existe algo denominado technical default.

Se amplifica el rechazo al cierre de RCTV y a la reelección indefinida así como a la idea de transformar a Venezuela en una República Socialista. En la fundación del partido de la “revolución socialista” el desánimo ha sido patente y el resultado es un partido gobiernero. La reforma de la constitución que supuestamente tenía que estar lista en el segundo semestre del año, de repente se pospone por tiempo indefinido.

La sensación es de fallas en la conducción, de pérdida de rumbo y falta de contacto con la realidad. En cierta manera, Venezuela comienza a lucir como un barco a la deriva. ¿Ha perdido el Norte el Gran Timonel?

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