El Editorial

¡Qué lío!

La Cámara de Representantes votó la semana pasada por el impeachment de Trump. Es la primera vez en la historia de los EEUU que un mismo presidente es sometido dos veces a esa medida. En esta oportunidad fue acusado de “incitación a la insurrección”. De hecho, diez congresistas republicanos se sumaron a los demócratas. Ahora bien, aunque la Cámara Baja aprueba el impeachment con mayoría simple de votos, es el Senado el que tiene el poder exclusivo de juzgarlo.

Surgen entonces algunos interrogantes. Trump debe entregar el cargo el día 20 de enero. Es imposible que el actual Senado, donde los Republicanos cuentan con una ligera mayoría, pueda realizar el juicio antes de esa fecha.

La presidenta de la Cámara de Representantes, Nancy Pelosi, puede optar por presentar al Senado el impeachment aprobado antes o después del 20 de enero para no entorpecer la toma de posesión del presidente electo.

Pero el juicio del Senado se realizará después de la toma de posesión cuando además los demócratas pasan a controlar la Cámara Alta ya que, a pesar de estar empatados con los republicanos en cuanto al número de senadores (50/50), de producirse un empate sería la vice presidenta Kamala Harris la que rompería el juego trancado con su voto.

Ahora bien la Constitución prevé que no basta con una mayoría simple para condenar a un presidente. Se requeriría el voto favorable de los dos tercios de la Cámara Alta, o sea de 67 de los 100 senadores que conforman el Senado. A los demócratas les haría falta el voto de al menos 17 senadores republicanos para lograr la condena. ¿Es esto posible?

Pero surge una segunda pregunta: ¿Puede ser condenado un presidente que ya dejó de serlo? Existe el precedente de otros funcionarios juzgados después de abandonar el cargo, aunque nunca ha ocurrido con un presidente. Si el objetivo de la condena fuese simplemente separarlo del cargo, es obvio que el juicio ya no cumpliría con ese fin. Si el objetivo fuese sentar un precedente e inhabilitarlo para el futuro, entonces hay muchos partidarios de que la condena procede.

Ahora bien, puesto que tal condena puede afectar no sólo el futuro político del presidente saliente sino también tener consecuencias perjudiciales al Partido Republicano, no parece fácil que 17 senadores Republicanos se sumen a los 50 los senadores Demócratas de la Cámara Alta para así obtener la mayoría mínima requerida para condenar al presidente saliente.

En tal caso los demócratas tendrían que sopesar el riesgo de que no se logre aprobar la condena que buscan, lo que conllevaría una curiosa situación: Trump no sólo sería el primer caso de un mismo presidente sometido dos veces a un impeachment, sino que sería además el único presidente que en dos oportunidades haya sido absuelto por el Senado.

Paradójicamente el mayor perjuicio recaería sobre el presidente Biden cuya Administración se podría vería marcadamente entorpecida por un escándalo político que podría ensombrecer los 100 primeros días de su mandato, obstaculizar la confirmación del Senado de los altos cargos de su gobierno y dificultar otras medidas que requieren aprobación de ambas cámaras legislativas.

¡Qué lío!

José Toro Hardy, editor adjunto de Analítica

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