El Editorial

¿Resucitarán los partidos?

Se sabe que la democracia no funciona sin partidos políticos, pero también es notorio que una auténtica democracia necesita que los partidos tengan o representen una ideología que se corresponda con una determinada visión de cómo mejorar o resolver los problemas de una determinada sociedad o nación.

A partir de la caída del muro de Berlín, y el final de la guerra fría, se habló en el mundo académico del fin de la historia y de la muerte de las ideologías, como si al desaparecer como opción de poder ya el debate estaba transado con el presunto triunfo del capitalismo de mercado.

Sea esa hipótesis válida o no, lo cierto es que han surgido nuevas organizaciones políticas en diversas partes del mundo basadas más en la personalidad carismática de un líder o en el rechazo a los crecientes desplazamientos migratorios de los habitantes de países cada día más inviables.

Eso lo vemos en Europa en países como Italia, Francia, Polonia, Hungría e incluso, en mayor o menor grado, en los Países Bajos. El resto de los países europeos mantienen la nomenclatura de los partidos tradicionales aunque resulta difícil discernir la diferencia ideológica entre ellos. Tal vez una expresión de ello está en el parlamento europeo, en el que la reagrupación de organizaciones políticas se basa en una identificación, por decirlo de alguna manera, entre izquierda y derecha, aunque ya detrás de esa etiqueta no haya una diferencia ideológica real.

Un excelente análisis de esa realidad se puede ver en la magnífica serie Borgen, que se transmite en Netflix.

Nuestro país no es ajeno a esa circunstancia, proliferan muchas organizaciones que se llaman a sí mismas partidos políticos. En la oposición según se dice hay más de 37, y en el régimen, aún con su vocación y aspiración a crear un único partido como en Cuba, y la desaparecida URSS, hay al menos 5 o más organizaciones que se autodenominan partidos políticos, aunque sean más de papel que de otra cosa.

Si bien es cierto que la realidad actual no es la misma del siglo XX, la existencia de problemas medulares en los países no ha desaparecido y se incrementará con la expansión mundial de la cuarta revolución industrial, propiciada por la inteligencia artificial.

¿Surgirán en Venezuela y en el resto del mundo partidos políticos que tengan posiciones ideológicas claras y diferentes sobre cómo enfrentar o adaptarse a los grandes cambios que ocurrirán? No lo sabemos, pero suponemos que más temprano que tarde aparecerán, ya que los desequilibrios se acentuarán por el impacto de las transformaciones que en cada sociedad causarán la robótica, la nanotecnología, los cambios genéticos, en fin, todos los fenómenos que potenciará la indetenible expansión planetaria de la inteligencia artificial.

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Un comentario

  1. Se dice que Maquiavelo tuvo un extraño sueño poco antes de su muerte: Maquiavelo vio una multitud de miserables hambrientos, y cuando preguntó quiénes eran, supo que formaban el grupo de los bienaventurados del Paraíso; luego vio otra multitud, esta vez de hombres graves que hablaban de los arduos temas de la política, y entre los que reconoció a muchos ilustres filósofos de la Antigüedad; y al preguntar por ellos, le contestaron que eran los condenados a las penas eternas del Infierno. Maquiavelo sacó sus propias conclusiones, y cuando lo interrogaron acerca de dónde prefería ir él, respondió: «Mejor al Infierno, a discutir sobre política con los grandes espíritus, que no al Paraíso, entre aquella gentuza que vi antes».
    ¿Habrá una salida justa e inteligente?

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