El Editorial

¿Se cierra el círculo?

El Presidente viene cosechando aquello que sembró durante más de tres años. La confrontación permanente lo conduce a un aislamiento inmenso, frente a la comunidad internacional y frente a la sociedad venezolana.

La aparición intempestiva del coronel viene a sumar más leña al fuego de una tensión política que se hace insoportable. El contexto en el cual aparece el militar disidente no es, de ninguna manera, casual. Pero la reacción social frente a su aparición tuvo un carácter espontáneo inimaginable.

El gobierno venezolano ha perdido muchas oportunidades de llamar al diálogo seriamente y de ejecutar políticas que reflejen una voluntad de conciliación. El último discurso presidencial tuvo un carácter conciliador, pero la escasa credibilidad del Presidente lo hizo caer en el vacío. El gobierno ha perdido credibilidad debido a los vaivenes del discurso presidencial, el juego se ha repetido demasiadas veces: llamado al diálogo, seguido de un discurso que estimula la confrontación y la polarización. El cansancio de unos interlocutores humillados se convierte en una evidente, y justificada, falta de confianza en la iniciativa gubernamental.

La crispación política ha fortalecido la polarización. Las movilizaciones de masas, de lado y lado, parecen llevan el debate a la calle pero, entre cacerolas y cohetes, los argumentos racionales se van perdiendo.

Luego de las concentraciones masivas del 23 de enero la dinámica se ha acelerado y las posturas se han radicalizado. A cada movilización de un sector se contrapone la reacción de la otra parte, ante la congregación oficialista del 4 de febrero la oposición se vistió de luto, resonó las cacerolas y se agrupó en Altamira. Ante el “rescate” del coronel y el cacerolazo opositor posterior, con una reunión en la Plaza Francia, el oficialismo convocó una multitud en Miraflores para proteger al proceso. Por lo menos desde noviembre la calle no le pertenece a Chávez.

Ante la comunidad internacional el aislamiento se va imponiendo. Las declaraciones de Colin Powell y del Director de la CIA acusan mucho más que preocupación en el gobierno norteamericano. Las declaraciones del delegado de la OEA sobre la libertad de expresión, truncadas por una intervención oficialista, son otro mensaje que el gobierno debería escuchar.

La intervención de militares en el debate político es un rasgo preocupante, pero no podemos olvidar que ha sido la retórica presidencial la que ha estimulado la polítización de la Fuerza Armada. ¿Acaso Chávez esperaba que su estímulo a la beligerancia militar sólo produciría apoyos? La política democrática es plural, y el debate ha sido incorporado a los cuarteles, con toda su polarización. Es importante recordar que no podemos tolerar el cambio de un “militar salvador” por otro “militar salvador”, la oposición no puede convertir la movilización masiva en una política desesperada, flaco servicio le estaría dando a la democracia venezolana. Razones para estar alerta.

Difícil tránsito nos queda por delante. La polarización política salió a la calle, llenándola de emoción y discusión, pero también de odio y rencor. He aquí uno de los más grandes retos de nuestro futuro, reto que supera la coyuntura de Hugo Chávez en el gobierno. ¿Qué hacemos con el odio enquistado en la sociedad?

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