¿Se está “arreglando” Venezuela?

Si apartamos el empeño -digamos estratégico- del régimen, la respuesta es no. Ha mejorado la economía un par de rasguños en cuanto a que el régimen y la desesperación han logrado que baje la hiperinflación a sólo enorme inflación. El impuesto a las transacciones en dólares –u otras divisas- no ha volteado la confianza hacia la moneda nacional, no porque sea débil o fuerte, sino porque por una parte sus billetes no se consiguen y por la otra, y más importante, porque todo el mundo sabe que se real valor depende del régimen, y es en este en el cual se desconfía.

El dólar es costoso, pero se consigue en todas partes. Y su valor cambia muy poco, es la moneda universal que depende de la primera potencia económica del mundo. Mucho nos gustaría que el bolívar fuese una moneda de confianza como hace treinta o cuarenta años, pero eso no es realista. Diga lo que digan Maduro, cualquier ministro o algún bancario, no es creíble porque el régimen que lo maneja no es creíble.

Es cierto que hay venezolanos poniéndole empeño a sus negocios y comprometidos con progresar, y en ellos confiamos para que Venezuela vaya reconstruyendo, ladrillo a ladrillo, el futuro que la incompetencia, los errores, la corrupción, el militarismo exacerbado, nos borraron de la fe y la confianza. Pero esos empresarios con entusiasmo, que incluso tratan de operar con bolívares, terminan sometidos a la realidad del dólar, porque tienen fe en sí mismos, en su capacidad, en su talento, en las oportunidades de su especialidad, pero no en quienes manejan hoy y lo han hecho durante los últimos veintitrés años, el país, su economía y la emisión de moneda.

Con ellos hay profesionales universitarios, técnicos, trabajadores, pero no políticos de gobierno ni de oposición. Podremos decir que el país se está arreglando cuando sea esa clase de venezolanos la que esté gobernando.