El Editorial

Tiempo de cambiar para sobrevivir

Sacarse de la manga a última hora la candidatura de Bolivia para el puesto que aspiró Venezuela, no son la solución ni la respuesta apropiada a un tema que nació erróneo y fue empeorando a lo largo del tiempo. Votar por Bolivia sería votar por Venezuela, y ése es un tema que ya está zanjado en las Naciones Unidas.

Los que realmente conocen el tema de la diplomacia, lo previeron. Un desastre que el Presidente y algún dirigente tratan ahora de disimular, argumentando que lo que realmente pasó fue que los Estados Unidos fueron derrotados al no lograr la cifra necesaria para dar a Guatemala el puesto no permanente en el Consejo de Seguridad de la ONU.

Argumento baladí porque los votos que tuvo y mantiene los consiguió Guatemala –con ayuda de Washington, claro- a través de una extensa campaña de silenciosa y acertada gestión diplomática. El fracaso venezolano tiene que ver con la manera en que fueron buscados los votos correspondientes y por la muestra constante, con el Presidente a la cabeza, de una filosofía de acción agresiva y altanera que se contrapone al estilo de la ONU y del Consejo de Seguridad de trabajar con el consenso en la mira.

La diplomacia chavista demostró una vez más su incompetencia y que el empeño de exclusión es mal consejero, porque un buen argumento hubiera sido la exitosa e irreprochable tradición venezolana en cuatro períodos en el Consejo de Seguridad. Pero como según el chavismo antes de 1999 era el diluvio, se desaprovechó la garantía de un brillante pasado sin ofrecer a cambio más que un futuro lleno de amenazas y del uso de la posición como una trinchera de combate que nadie está pidiendo ni nadie quiere.

El Presidente y sus gerentes políticos deberían empezar a revisar con profundo espíritu crítico un modelo exageradamente agresivo que cae incluso en la falta de educación elemental. Un modelo que llamó la atención cuando parecía sólo un estilo peculiar, pero se está convirtiendo en firme motivo de rechazo cuando se va comprobando que es una forma de vida que no parece tener la capacidad de llevar a mar de felicidad alguno, sino a mares tormentosos.

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