El Editorial

Tumbar las barreras

En Venezuela se sienten como nunca los efectos de una crisis que va tomando cuerpo aceleradamente y nos llena a todos de incertidumbre.

Veamos:

La pandemia del COVID-19 constituye una amenaza para todo el mundo, no solo por sus graves implicaciones para la salud de los seres humanos, sino por sus efectos de contagio sobre la economía, perfilándose ya una severa recesión con efectos globales. Ahora bien si tal amenaza es grave para todos, en Venezuela puede asumir características de catástrofe.

Venezuela atraviesa por un terrible colapso económico. De hecho la revista Time la catalogó como “el peor colapso económico de la historia moderna”. Señala que el PIB se contrajo en un 65% desde 2013. El país padece, según cifras del Fondo Monetario Internacional, la peor hiperinflación del mundo, la mayor contracción económica, el mayor número de desempleados en Latinoamérica y, según ACNUR, pronto el mayor número de migrantes del planeta.

Se trata de un cuadro devastador, resultado de la destrucción masiva de su aparato productivo comenzando por su principal sector, el petrolero. En  1998, Venezuela producía casi 3,5 millones de barriles diarios. De haberse cumplido los contratos de la Apertura Petrolera hoy deberíamos estar produciendo más de 5 millones de barriles. Pero de acuerdo con informaciones suministradas por Argus Media, nuestra producción apenas es hoy del orden de los 500.000 b/d. Los clientes se alejan de nosotros temerosos de nuestros incumplimientos y de las sanciones de los EEUU. Hasta Rusia parece haber perdido interés.

No es esa situación diferente a la que sufren otros sectores. Más del 80% de las industrias han cerrado sus puertas, los campos están abandonados e improductivos después de haber sufrido una expropiación de unas 6 millones de hectáreas, el sector financiero asolado por una normativa de encajes que le impide otorgar financiamientos, los servicios públicos colapsados y el país bajo la incertidumbre de una escasez aún mayor de gasolina y diésel. La demagogia, la corrupción, el populismo y la ineficiencia lo han aniquilado todo.

Sobre esa “tormenta perfecta” se arroja ahora el Coronavirus cuyas consecuencias pueden ser exponencialmente más graves en un país donde no existen las condiciones sanitarias y donde la falta del equipamiento médico se suma a la de otros servicios más elementales como pueden ser el agua y la electricidad.

Uno se pregunta: ¿cuánto podrá resistir un sector importante de la población que vive al día y que si no sale a trabajar no puede llevar los alimentos a su casa? ¿A qué actitudes podrían llevarlos circunstancias como esas? ¿Cómo hacen las industrias estratégicas para producir si los trabajadores no llegan por las limitaciones del transporte?  ¿Cómo se paga el ISLR con un flujo de caja negativo y sin financiamiento de la banca? Y mil preguntas más.

Podríamos pensar que llegó la hora. El mundo está dispuesto a ayudar, pero depende de nosotros mismos tumbar las barreras que impiden que la ayuda externa comience a ejercer su efecto benefactor sobre tan dramático panorama. Depende de que el país recupere sus instituciones y su democracia para que comiencen a fluir las inversiones que con su efecto multiplicador y benéfico permitan una reactivación de nuestra economía. Depende de las lecciones que hayamos aprendido el que podamos reinsertarnos en la escena mundial como una nación próspera y civilizada.

José Toro Hardy, Editor Adjunto de Analítica

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Un comentario

  1. Lo del COVID – 19 va a ser determinante en el arrinconamiento del presidente Maduro – quién mientras mantenga el apoyo mayoritario de las FANB -, podrá mantener a raya cualquier intento de derrocamiento. Y es que pensar en una confrontación armada en medio de una pandemia en plena expansión, sería condenar a muerte a los ejércitos en pugna (oficialistas v.s. sediciosos) y se llevaría por los cachos a buena parte de la población civil. Si se tuvo la oportunidad, esta ya se perdió. Máxime con unos Estados Unidos con una economía camino a una recesión profunda y una Europa occidental bajo una presión sanitaria e industrial que los está conduciendo a una parálisis y una recesión. Ni USA ni Europa pueden mantener por mucho tiempo ese desembolso financiero para ayudas sin que sus economías se desplomen. Mientras tanto, Brasil está resentido ; Chile ve caer el precio del cobre ; México está perdiendo el rumbo con un presidente que lanza mensajes incoherentes ; Colombia perdiendo terreno y el narcotráfico recobra espacios; y, en fin, que paralelo al coronavirus, la penetración de China y Rusia, la recesión … Se está dando unos grados de desigualdad social que, como en Francia, clases medias y obreras están ya en las calles y buscando crear un nuevo mayo Francés y construir un nuevo orden que parece está gestándose. Y entre nuestros países del continente, quedarían Perú, Ecuador Y Bolivia, que tampoco son garantía de nada en el mediano plazo.

    ¿ Qué hacemos entonces ?. La opinión del editorialista la vemos como la más sensata, prudente y hasta viable, siempre y cuando las variables políticas y militares se acoplen a la opinión expresada y se vaya en una sola dirección para lograr la resolución del conflicto y, no se excluya a los millones de Juan Bimba, pues tengamos en cuenta que hay millones de armas y dineros escondidos que, pueden hacer mucho daño. Al respecto hay una opinión de un respetable General, pero no nos atreveríamos a emitir algún punto de vista hasta releer el mismo varias veces. De momento, el análisis del Dr. José Toro Hardy nos resulta de lo más bien fundamentada.

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