El Editorial

Una para todos, todos para una

Hay un solo país, una sola comunidad, una sola Patria que se llama Venezuela. Y hay varias facciones del partidismo oficial y varias facciones de quienes se les oponen, como correctamente ha dicho Maduro, “las oposiciones”, aunque convenientemente callando que también el madurismo está dividido en pedazos.

Pero todos esos grupos –o facciones, si usted quiere llamarlos así- conviven, chocan, buscan, el mismo país. Todos aseguran servirlo, todos coinciden en ser a ellos a los que necesita Venezuela, todos la aprovechan.

Pero son como aquellos mosqueteros de Luis XIII. Estaban el enamoradizo, el glotón, el religioso, el humorista. Cada uno por su lado sólo unidos cuando debían batirse con los mosqueteros del Cardenal Richelieu –por cierto, mucho más importante en la vida real que en la novela, Richelieu reconstruía la gran Francia que ni el rey ni los mosqueteros entendieron jamás.

Los gobernantes actuales son responsables de la debacle venezolana, pero quienes aseguran oponérseles fueron los causantes de que llegaran al poder. Los servicios públicos no son mediocres y nada confiables ahora, ya eran así antes. La codicia y la corrupción no son fenómenos traídos ahora, son parte de la historia venezolana.

En aquella Venezuela de antes de Chávez eran muchos los que apoyaban a los adecos porque decían que dejaban robar a otros, mientras los copeyanos robaban solos. La dirigencia adeca bloqueó a Prieto Figueroa, la dirigencia copeyana bloqueó a Luis Herrera. Algunos individuos, ellos solos, levantaron grandes obras, pero los gobiernos socialistas retrasaron, se equivocaron, dejaron de lado obras de importancia.

Los puentes sobre el Lago de Maracaibo y sobre el Orinoco, los Metros de Caracas y de Valencia, para sólo citar unas pocas obras, tardaron años en realizarse. Es cierto que continuaron grandes obras y desarrollos, pero sin la participación privada muy poca de aquella Venezuela hubiera sido posible. Fue la iniciativa privada la que enriqueció a aquella Venezuela petrolera, y PDVSA fue posible porque las empresas formaron a los expertos.

Aquella Venezuela y quienes la manejaron tiene el mérito del pensamiento democrático forjado por adecos y copeyanos, con el matiz de que los venezolanos la interpretan como dame y mírame pero no me toques.

Hoy el país es un desastre no sólo porque haya corrupción, sino especialmente porque hay incompetencia, y aunque la culpa principal sea del chavismo militarizante que gobierna, la responsabilidad es de todos. Chávez no llegó al poder por su propio esfuerzo, sino con el apoyo de empresarios, militares y medios de comunicación. E hizo lo que hizo porque lo dejamos. Todos somos responsables.

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Un comentario

  1. Las dictaduras frecuentemente parecen invulnerables mediante Servicios de inteligencia, policía, fuerzas militares, prisiones, campos de concentración, y pelotones de fusilamiento son controlados por unos pocos con poder. Las finanzas, los recursos naturales, y la capacidad productiva de un país son arbitrariamente saqueados por dictadores utilizados para sostener la voluntad del poder.
    Por comparación, las fuerzas de la oposición democrática a veces parecen extremadamente débiles, inefectivas y sin poder. Esa percepción de invulnerabilidad comparada ante la aparente impotencia del pueblo hace que una efectiva oposición no atienda la situación social y económica del país.
    Los gobernantes actuales son responsables de la debacle venezolana, pero quienes aseguran oponérseles fueron los causantes de que llegaran al poder. Los servicios públicos no son mediocres y nada confiables ahora, ya eran así antes. La codicia y la corrupción no son fenómenos traídos ahora, son parte de la historia venezolana.
    ¿Pero es eso probable? ¿Y cómo podrían cambiar las cosas para este tipo de líderes en el futuro? Sin embargo, esta no es la historia completa.

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