El Editorial

Venezuela invertebrada

Tomamos el término invertebrado que utilizó José Ortega y Gasset hace 100 años describiendo a la España de 1921, para referimos a la Venezuela actual. La palabra invertebrado se refiere a los animales que carecen de una columna vertebral como los artrópodos, insectos, arácnidos, sanguijuelas, moluscos, erizos de mar, esponjas, gusanos y tantos otros especímenes que pululan en el mundo.

Ortega hablaba de invertebración porque España era ya, en esa época, un país desarticulado por el regionalismo y el separatismo, elementos que conducirían a la desaparición de un país que había sido, por varios siglos, un imperio en el que, como decía Carlos V, el sol nunca se ponía.

En el caso de la Venezuela de hoy la situación es aún más grave, ya que no sólo existe una balcanización del país, en la que el Estado no controla ya vastas porciones de su territorio, sino que, además, el régimen en el poder la ha convertido en una nación inviable.

En el siglo XX Venezuela fue un ejemplo de lo cómo un país rural -y de los más pobres de Hispanoamérica y del continente americano- podía convertirse en una nación emergente, que llegó a ser el principal productor y exportador de petróleo, cuya moneda era respetada mundialmente y que, gracias a la riqueza de su subsuelo, pudo empezar, con sus tropiezos y desigualdades, a crear una sociedad en la que una porción relevante de su población tuvo la oportunidad de llegar a ser una clase media pujante.

No fue una sociedad perfecta, quedaban aún sectores del país en situación de pobreza, pero proliferaron las escuelas, universidades, hospitales, servicios públicos y, sobre todo, la esperanza de que en democracia se podían resolver los males del pasado.

Hoy, la revolución bolivariana ha convertido a nuestro país en el más pobre del continente, superando a Nicaragua y Haití; pero también, en una sociedad en la que 1,5 % de la población vive en un estado de riqueza equivalente al de los más ricos del mundo, gracias al enriquecimiento, fundamentalmente ilícito, o producto del arrime al árbol del poder revolucionario, y no por el fruto del trabajo acumulado por años o generaciones.

La mejor expresión de esa Venezuela es la proliferación de los llamados bodegones, lugares donde se pueden conseguir productos importados de cualquier lugar del planeta y que solo son accesibles a, tal vez, 300.000 venezolanos que pueden pagar en dólares las exquisiteces que allí se venden.

Pero no para la mayoría de los empleados públicos, profesores universitarios, maestros de escuela, personal sanitario de los hospitales públicos, obreros y campesinos, que, si acaso, tienen sueldos mensuales que superan los 6 dólares.

Los modelos de crecimiento económico favorecidos por el régimen y sus acólitos pretenden hacer crecer esa población de 300.000 a tal vez el doble, pero lo que no podrán, si se mantienen en el poder, es generar el nivel de producción nacional que eleve el ingreso per cápita de la mayoría de los venezolanos, en cifras que superen los 1000 dólares mensuales.

Si no hay un cambio de modelo económico, político y social, y sobre todo, un reforzamiento ético y moral, si no logramos producir bienes y servicios exportables, si no le damos una oportunidad a la inmensa mayoría del país de tener acceso a un sistema educativo del primer mundo, acompañado por un eficiente y accesible a la salud, Venezuela seguirá decayendo para convertirse en un país más pobre que el que tuvimos en el siglo XIX.

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Un comentario

  1. Los maquiavelistas de entonces denunciaron las verdaderas intenciones de Adolfo Hitler cuando aspiraba ser el Canciller Presidente del Estado alemán en 1930 y llevado al poder electoralmente por los puritanos que querían cambiar, con razón, la terrible realidad alemana por el Tratado de Versalles de 1918. Por enfrentar el peligro que son los puritanos dueños de las verdades absolutas los maquiavelistas fueron execrados durante el nacional socialismo, y como la verdad política siempre duele, siempre los maquiavelistas son cuestionados, y se llaman maquiavelistas porque advierten a la gente sobre lo dura que es la normal lucha por el poder y si el gran Maquiavelo fue satanizado por los puritanos de toda laya desde la aparición de su libro El Príncipe, lo cierto es que advertir al público de cómo es la lucha política verdadera molesta a los necios que se enfundan en la falsa moralidad de los puritanos. Por eso Nicolás Maquiavelo debería ser elevado a los altares de la santidad y así la gente estaría advertida de los peligros de la demagogia, pero vamos para cinco siglos de falsos puritanos echándole paja al pobre San Maquiavelo. Y a riesgo de ser tildado de maquiavelista,

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