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Literatura Fantástica

Osama

Lavie Tidhar (Israel, 1976) es un joven e inquieto escritor que ha recorrido diversos continentes y vivido en países tan dispares como Gran Bretaña, Vanuatu, Laos y Sudáfrica. Prolífico narrador, articulista y editor, en su estilo se reconoce influido por autores como Paul Auster, Vázquez Montalbán o Arturo Pérez-Reverte. Ha publicado colaboraciones en antologías y revistas de todo el mundo, recopilado dos volúmenes de ciencia ficción mundial bajo el título «The Apex Book of World SF» y una biografía sobre el escritor Michael Marshall Smith. Entre sus obras destacan el ciclo de relatos Central Station, la novela «The Tel Aviv Dossier» (2009), la trilogía steampunk «The Bookman» (2010), «Camera Obscura» (2011) y «The Great Game» (2012), la recopilación «HebrewPunk» (2007) y, muy especialmente, «Osama» (2011), novela ganadora en 2012 del premio World Fantasy, Mención de Honor en el John W. Campbell Memorial y nominada a los British Science Fiction y Kitschies.

 

 

 

«Osama» es una inteligente novela negra que cuenta con elementos de historia alternativa y New Weird, situada en un universo alternativo en donde Osama Bin Laden es un personaje de ficción que protagoniza la serie de novelas populares «Osama, Vigilante» (1). Una perturbadora fantasía política que se mueve a la perfección entre el realismo más crudo y un surrealismo sucio y onírico.

Su argumento resulta deliberadamente tópico y estereotipado: Joe, un solitario y curtido detective privado afincado en Laos, aficionado al whisky, la nicotina y el café, recibe el encargo de una bella desconocida de encontrar a Mike Longshott, autor de unas novelas pulp protagonizadas por un personaje de ficción llamado Osama bin Laden. Su búsqueda le conducirá a viajar por todo el mundo, desde Asia hasta París y Londres, donde al parecer reside el recóndito autor. Pero a medida que su investigación progresa, se incrementa el misterio que rodea a la figura de Mike Longshott: ¿Quién es y por qué oculta su identidad? ¿Qué parte de sus novelas es ficción y cual refleja una inquietante realidad? ¿Por qué siguen a Joe un desconocido musulmán de lustrosos zapatos negros y unos enigmáticos agentes de una ignota agencia estatal? Y, sobre todo, ¿a qué se debe su creciente sensación de déjà vu, de reconocer hechos y lugares de los que nunca antes había oído hablar y en donde nunca había estado?

Joe intenta desentrañar la complicada madeja de ocultaciones que se ha trazado alrededor de Mike Longshott y su mundo, arrojar alguna luz acerca de su paradero para, quizás así, entender mejor su propia situación personal. Porque Joe empieza a tener problemas muy serios a la hora de diferenciar donde termina la realidad y donde comienza el resbaladizo territorio de la ficción.

Lavie Tidhar escribe una novela de trama aparentemente sencilla y estructura compleja, con varios niveles encadenados de lectura: relato convencional, historia alternativa, suplemento metaficcional, etc. En su construcción, alterna capítulos dedicados a la peripecia de los personajes con otros procedentes del universo “ficticio” creado por Osama bin Laden, extractos de sus novelas redactados en un lenguaje periodístico que desmenuza los pormenores de los atentados islamistas de al-Qaeda, la guerra sucia contra el terrorismo y diversos complots perpetrados por agencias de inteligencia norteamericanas para derrocar gobiernos contrarios a sus intereses; la cara oculta de la realidad del Primer Mundo.

Surge así un sorprendente universo de ficción en donde nuestra realidad más sórdida se transmuta en irreal elemento fantástico, una afilada metáfora posmoderna de los tiempos que vivimos que obliga al lector a interrogarse acerca de la sutil línea que separa la verdad de la interpretación subjetiva y las mentiras interesadas, una barrera que puede traspasarse con suma facilidad.

Pero no nos encontramos ante una novela de simple denuncia y doble forma de pensar. En cierto momento, se trasciende la visión general para centrarse en el personaje principal, el desorientado Joe, víctima colateral de una guerra global, cuyas pesquisas conducen a un desenlace inesperado y, hasta cierto punto, anticlimático pero completamente coherente con el cuadro global.

Es precisamente este descenso al microcosmos personal lo que resta solidez a la endeble (a posta) descripción de la historia alternativa, una realidad sin ordenadores domésticos, con sólo un puñado de cadenas de televisión, cámaras de fotos con carrete, librerías por doquier y en donde aún se puede fumar en la parte trasera de los aviones… pues se impone con cada vez más fuerza la irrealidad que experimenta el protagonista: Joe observa cómo ciertas personas parecen perder su consistencia física y desdibujarse como fantasmas, mantiene peligrosos encuentros en lugares cargados de simbolismo (el parque Monceau de París, que cuenta con réplicas en miniatura de monumentos famosos, una estación de metro fuera de servicio, un bar de Rick émulo de “Casablanca”), fantasea con elementos inexistentes (cartas que no se han escrito, los efectos de la luz en una habitación en penumbra, el color del whisky al contraluz…), se le aparece su cliente en los lugares más insospechados, consume opio con el que “viaja” temporalmente a nuestra realidad e, incluso da cuenta de la estatua del antiguo presidente de la república francesa: Saint Exupéry.

En cuanto a estilo, los capítulos son breves e impregnados de un prototípico tono de novela negra, el lenguaje sencillo y sin una particular belleza formal –excepto algunos contados pasajes en donde brillan las metáforas que introducen detalles surrealistas o irrumpe con fuerza la belleza en la vida del maltratado personaje; sin duda, las mejores páginas del libro: tristes, melancólicas, literarias-. Una narrativa fluida que parece deslizarse a la perfección, como el propio Joe, en las sombras y en la que se respira una progresiva atmósfera de inquietud causada por la sutil frontera que separa realidad de ficción. Salpican el texto, además, algunas interesantes (e interesadas) digresiones, por ejemplo sobre la importancia del opio en terrenos tan dispares como la medicina o la financiación de una guerra.

La traducción de Raúl García Campos es excelente, como perfecta la edición a cargo del sello Literatura Fantástica de R.B.A., una colección que en muy breve espacio de tiempo se ha convertido en uno de los principales referentes del género fantástico en nuestro país.

«Osama» es una propuesta original, arriesgada, posmoderna y a contracorriente, para amantes de la literatura comprometida y fronteriza, sin etiquetas, y hasta cierto punto transgresora. Una obra muy recomendable, que se complementa con dos cuentos relacionados: la precursora “My travels with al-Qaeda” y “El último Osama”, relato que forma parte del segundo volumen de la antología Terra Nova, una metaficción con ambientación de western protagonizada por un cazarrecompensas especializado en la caza y captura de Osamas clónicos. No se los pierdan.

(1) La relación, involuntaria, del autor con al-Qaeda se inició en 1998 cuando se encontraba en Dar es-Salaam durante el ataque contra la embajada de los Estados Unidos. En 2004 evitó por poco un ataque en el Sinaí y en 2005 fue testigo de las bombas en Londres. Sus experiencias personales le llevaron a escribir esta novela.

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