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286 O como leer una ciudad

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Edité con otros amigos, de juerga y poesía, una revista de cien páginas multigrafiada. Tenía entonces apenas 16 años y más vocación de tirapiedras que de escritor. Cuando se es joven la escritura es un boxeo de sombra, un pugilato irritante con las palabras. A golpes uno se va haciendo con un estilo hasta encontrar esa melodía única que sale del lenguaje. Luego uno se echa andar con muchos libros en el estante del alma, con demasiadas lecturas punzando detrás de los ojos.

Desde entonces he participado en muchos proyectos literarios, he ido descubriendo que la literatura más que una profesión en una vocación/vagancia para tomarle el pulso a la vida, para leer ese lirismo escueto que ofrecen las ciudades con sus personajes inusitados y después escribir con un estilo sanguíneo en donde las palabras fluyen como a saltos y sobresaltos a causa de la reseca, o de una vigilia, inyectada en las pupilas del corazón.

Uno intenta guarecerse de la lluvia del silencio y de la niebla del olvido a través de la literatura. Escribir siempre y en todo momento para llegar con el tiempo justo a la existencia. Escribir en cualquier lugar, sin un género definido, mezclando cuento, ensayo, memoria, realidad y sueño hasta lograr un texto abierto con muchas ventanas para que se cuelgue la luz y salga cualquier tufo a moho que pueda almidonar el estilo.

Mi piel se ha curtido en periódicos y revistas literarias. Tenga el alma ennegrecida de tinta aunque mis enemigos aseguran que no es por la tinta, sino el hollín del infierno donde ángeles excluidos del cielo escriben sus pecados. A pesar de todo sigo firme de aclararme el alma a fuerza de escribir, de rayar papeles hasta encontrar la límpida luz que irradian las palabras.

Hoy que la cultura oficial naufraga en las aguas de un dogmatismo anacrónico, que la poesía del proceso toma la palabra y los periódicos reducen las páginas culturales uno tiene que buscar otros soportes para el artículo urgente, para la memoria que se desparrama por los dedos buscando el teclado de la computadora.

Luego de tanto vagavagar me detengo, sacudo el polvo anidado en mis huesos y llego a 286. Una revista, un código, una ciudad. Allí está Sergio Guerra sacándole punta al lenguaje, convirtiéndolo en punzón. Está Robert Aboud, diseñando sus páginas, buscando la belleza convulsa y merodeando por ahí, con la vigilia echando raíces en sus pupilas, se encuentra también Ovidio Jiménez, actor y director teatral esquivando por un momento el escenario, pero con la pasión intacta por ese telón de fondo que son las palabras.

286 es el código de área de Ciudad Guayana y la revista está más cerca de la crónica urgente, del artículo irreverente, de la minucia literaria antes que de la gran literatura. Una revista que trata de alejarse del tópico, de la frase hecha y del diseño de hipermercado, o sea todo aparatoso y sin alma.

También 286 es una apuesta por la imaginación, por la exploración sin cortapisa. Cuando la literatura oficial desemboca en un juego floral a favor del poder la imaginación pierde fuelle, cuando todo actividad artística desemboca en una consigna como “el pueblo es la cultura” o cualquier otra antigualla tardomarxista es el momento de izar la bandera de las palabras (a la mierda también esto parece una consigna), o sea que hay que asumir la palabra escrita con el sonido inconfundible de la inteligencia y la irreverencia, de esa flor pisoteada, u olvidada, de la rebeldía.

Jorge Luis Borges escribió artículos, reseñas y cortos ensayos para la revista “El Hogar” y uno como no es Borges escribe donde los prejuicios sean menos encoñados, a veces cuando todo se torna asfixiante los baños públicos son buena hoja. Cuando uno es un bisoño frotabares, con más talento para beber literatura que para escribirla, sólo aspira a convertirse en un clásico, pero el clasicismo es también una pesada cargada y entonces uno busca aligerar el estilo, quedar desnudo sin otro compromiso que el desengaño.

Ahora que el país huele a militar desplanchado, a buhoneros del servilismo táctico, a politicastros de saldo y a ley mordaza una revista puede ser una apuesta valedera, puede ser una venganza a favor de la creatividad y la imaginación.

La presentación de la revista será el día martes 16 de noviembre de 2004.

La Casona de Ovidio- Altos de Chilemex-Calle Las Antillas-Puerto Ordaz.

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