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8 millones de firmas.

(%=Image(6166386,»R»)%) Que la Virgen María ascendió a los cielos en cuerpo y alma es creencia
primordial y básica entre los católicos, pero la obligación de creerlo fue
conseguida como un logro colectivo de la espiritualidad cristiana católica
en 1950, cuando Pío XII promulgó la Asunción de la Virgen como dogma de Fe.

Cien años antes, Pío nono (IX) había abierto la posibilidad de reconocer
como dogma de Fe la ascensión a los cielos de la Virgen, creencia asumida
como verdad incontrovertible por todos los cristianos desde la muerte de la
Virgen María, pero que no siempre fue expresada como tal, ya que también se
conoció su fecha conmemorativa -15 de agosto- como la de la Dormición de la
Virgen. La constancia, la determinación, la Fe cristiana y el propósito
definido de conseguirlo como fuente de inspiración y celebración de su
excelsa santidad, llevaron a los católicos a recoger firmas para solicitar
al Santo Padre que declarase la Asunción de la Virgen María en cuerpo y
alma a los cielos. Y así fue. Más de 8.000.000 de peticiones firmadas
llegaron al Vaticano entre 1858 y 1950. Ese fue un firmazo colectivo que
duró casi cien años y que rindió un fruto tan inocente como divino y tan
justo como reconfortante.

Pocos humanos han ascendido a los cielos en cuerpo y alma. Según el viejo
Testamento sólo Elías el Profeta y quizá Moisés. Según el Nuevo Testamento,
Jesucristo y su madre. En alguna parte leí que el padre de Matusalén
también, pero no tengo mayores referencias al respecto.

Los católicos han sido tradicionalmente dedicados y valientes en defender y
difundir su religión. Los mártires en la defensa de la Fe y los innumerables
sacrificios personales y colectivos por la permanencia y extensión del
cristianismo, han sido regla y norma del ser cristiano. Además de
cristianos los católicos somos marianos. La Santísima Virgen María, en
cualquiera de las denominaciones que nuestra Fe y nuestro cariño le
manifieste, sigue siendo bendita entre todas las mujeres y a ella seguimos
pidiendo que ruegue por nosotros pecadores, ahora y en la hora de nuestra
muerte.

(%=Image(4749404,»LRCN»)%)
Vandalizar imágenes de la Virgen o iglesias y otros santuarios de alta
significación religiosa, es un acto agresivo, violento, irrespetuoso y
aterrorizante. Los venezolanos católicos tenemos miedo, los católicos del
resto del mundo tienen miedo por nosotros. El miedo reta nuestra Fe y
nuestra devoción mariana y cristiana. También a los venezolanos de otras
religiones le asalta el miedo y sus correligionarios en otros países temen
por ellos y por nosotros. El reto a la Fe y la agresión a las creencias
espirituales o de cualquier tipo, son estímulos muy fuertes para la
aparición de los actos de coraje y valentía desmedidos que orientan a los
grandes líderes y también a los mártires y a los denodados e incansables
luchadores por los principios e ideas que mueven al hombre. El miedo es el
ingrediente principal del valor. La burla y el desprecio lo son de la rabia
y la sinrazón. Mantener la cordura y la serenidad en estas circunstancias
que vivimos exige valor.

Yo entiendo que quienes han violentado las imágenes
religiosas y las iglesias, se sienten burlados y despreciados por sus jefes
y supuestos líderes, sienten la indiferencia a su drama social, cultural y
económico. Sus necesidades no han sido consideradas y hasta han perdido la
fe, sienten que los políticos no les escuchan y por analogía tampoco los
Santos ni la Virgen . Sienten que sus necesidades terrenales y puntuales
dependen de otros, no les han enseñado a depender de sí mismos e interactuar
con la colectividad en paz, respeto y armonía, les han mostrado que la
interacción posible en la comunidad es sólo con quienes piensan y actúan
así, de esta manera y con quienes apoyan y no cuestionan los líderes que
ahora son incuestionables, despóticos, intolerantes, mentirosos y cínicos.

Se sienten derrotados como ciudadanos y su frustración la expresan así: con
rabia, violencia, vandalismo y sinrazón. Hoy son imágenes religiosas, mañana
serán libros, fotografías y estatuas, pasado mañana
Mussolini como otros, vivió y disfrutó la gloria y la exaltada esperanza de
sus seguidores por muchos años, pero cuando se acabó la esperanza de sus
seguidores ante tanta inconsistencia e infelicidad y ante tanta sordera,
desprecio, violencia y abuso de la colectividad; las cambiantes masas,
ardidas de rabia y frustración se rebelaron contra él, lo sometieron a un
juicio sumario, y luego de condenarle y ejecutarle fue expuesto a la
indignación popular. Tal es la evolución de la frustración y la
desesperanza. Las personas sabemos que no son los Santos ni las Vírgenes
nuestros proveedores ni nuestros gobernantes. Sabemos muy bien «quién es
quien» y que busca cada quien.

Amar a la Virgen no tiene explicación, es un afecto profundo y envolvente
que exige, como todo amor, entrega total, y como todo amor es para siempre.

Eso no va a cambiar.

La adoración a un líder carismático puede cambiar. Mantenerse inmaculados
como líderes de la revolución y de las esperanzas de los ciudadanos es
imposible cuando no se tienen o no se ejercen las bondades de la
misericordia, la aceptación, la tolerancia y el respeto.

Hacer valer los derechos que como seres humanos nos pertenecen es muy
importante para todos, tanto para los que amamos a la Virgen y creemos en su
ascensión a los cielos y de haber tenido que firmar esa petición de
reconocimiento de nuestra creencia, lo hubiésemos hecho, como para quienes
creemos en la democracia, el respeto, la tolerancia, la igualdad y la
fraternidad y firmamos por el revocatorio de un gobernante que consideramos
inadecuado, ineficiente, irrespetuoso, egoísta e insufrible, aún con la
mejor intención y caridad cristiana.

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