Entretenimiento

A la medianoche y media

Recuerdo que en la época cuando circulaba “Domingo Hoy” había escrito en mi columna de cine que esperaba ver algún día un largometraje de Mariana Rondón, a propósito de su corto “Calle 22” que mucho me había impresionado . “Calle 22” recorrió el mundo de los festivales y fue galardonado con una veintena de premios, incluyendo al del mejor cortometraje en Biarritz y Huelva (1994). La ambigüedad temática fue una de las características del corto y tal tratamiento resurge en “A la medianoche y media”, subtitulado : “una apuesta al amor y al fin del mundo”, un film atípico y ajeno a los temas habituales que aflora en el cine venezolano como estereotipo. Lejos estamos de las historias que comulgan con la violencia cotidiana (sicológica, familiar, policial), la marginalidad y el submundo de sus habitantes, personajes que se expresan a gritos , para adentrarnos ahora en un mundo de misterio y de ambigüedad. Un juego donde un trío de personajes juegan a la búsqueda de algo, ¿pero de qué? Como en toda ambigüedad, varias son sus interpretaciones.

Film premonitorio, “A la medianoche y media” se adelantó a la tragedia del estado Vargas pues el film comienza con una caravana de automóviles por un litoral que nunca se menciona (pero que lo sabemos nuestro, venezolano) huyendo de un maremoto que se anuncia causará el fin del mundo. Un joven conductor (Salvador del Solar) arrolla a un perro y recoge a una niña (Constanza Morales) abandonada por su padres y entre ambos nace cierta unión (en el film “Rouge” de Kieslowski Irene Jacob arrolla un perro y es motivo para indagar el paradero del dueño…). Paralelamente divaga por el puerto (los puertos?) una fotógrafa (Maria Fernanda Ferro) quien realiza un trabajo de maquetas y según se desprende de la historia visual, algún intríngulis amoroso existe (o existió?) entre ella y él.

Técnicamente inobjetable, admirablemente fotografiada, esta coproducción peruano- venezolana, es un film no comercial, de arte y ensayo, un film de festivales, pero que adolece de una falla que se observa desde los primeros instantes: la ambigüedad. No molesta que los personajes sean ambiguos pero esta ambigüedad llevada al extremo ( ¿qué es lo que realmente pasa?) puede resultar dañino desde el punto de vista cinematográfico. Un ejemplo: no es lo mismo filmar a personas aburridas o que se aburren que hacer un film aburrido. Antonioni gustaba de filmar a gente vacía, que se aburría (L´avventura” film capital en la historia del cine, “El eclipse”, “La noche”) pero sus films, aunque intelectuales y abstractos jamás eran aburridos. El último film de Leos Carax “Pola X” basado en la novela “Pierre, o las ambiguedades” de Herman Melville también sufre del mismo síndrome, aunque la trama tiene cierta ilación y el espectador sabe lo que está pasando. Otro ejemplo: no es lo mismo filmar a personajes morbosos que hacer un film morboso (ambos casos lo vemos en “Salo” de Passolini).

Por ciertos códigos cinematográficos deduzco que al binomio Rondón/Ugás ( todo el equipo forma parte de los egresados de la Escuela Internacional de Cine y TV de San Antonio de los Baños, Cuba) le compromete una inquietud temática/emocional que ellas quisieron aflorar pero que no quisieron o no supieron cómo. Films como “A la medianoche y media” enaltecen y dan lustre al cine venezolano.

Clasificación: Buena

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