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Adrian Pujol …Yo soy un viajero que pinta”. (*)

Adrián Pujol ha ido llegando a un encuentro con la naturaleza como al gran género que parece estar más allá –y más acá- de todo tema, dejados hoy atrás en su recorrido los detenimientos sobre laberintos de otros tiempos, sobre lonas de circo, sobre toneles abandonados o chatarras urbanas que hubiesen sido temática precisa en períodos con fechas por abrir y por cerrar.

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Y es que el paisaje está antes y está después de toda fecha; está fuera de la ventana pero también, y sobre todo, al interior del artista: en esa admirada emoción que se confiesa conmovida de “poder amanecer en la totalidad del paisaje”, o más aún y más allá de lo visible: en esa intuición de algo sagrado fundando toda naturaleza, especie de temeroso respeto por algo que está antes y está después de la realidad transitable que se ofrece a su privilegiada visión de viajero-que-pinta (pues, por momentos, la pintura parece buscar convertirse en mediación luminosa, en ese cruce que el pintor intuye “entre lo instantáneo y lo eterno”). Pero ese paisaje que está antes y que está después -porque está siempre- atrae también intensamente sus conocimientos de maestro pintor: ese que puede y sabe cómo inventar con la pintura la naturaleza segunda que es la obra de arte: el paisaje-pintado, el paisaje que sólo sobre una tela puede llegar a existir.

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Si Pujol quisiera que el paisaje en él estuviera más allá de todo tema, y si como hemos visto su pintura tiende además a la trascendencia, no es posible dejar de constatar que este artista hace su viaje a través de un territorio circunscrito, esta Venezuela que es, con su amplitud y diversidad, uno de los reiterados destinos tanto de sus viajes como de su trayectoria creadora misma.

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Interesa ahora establecer un contrapunto entre aquellos llamados más allá de lo visible y estos títulos tan denotadores de paisajes inminentes en un territorio por demás tan visual y palpable como éste llamado Venezuela. Son nombres nítidamente escritos junto a las obras como señalizando las estaciones de algún viaje interminable. Así aparecen “El pico Bolívar”, “El páramo hacia Piñango”, “El Pico, Paraguaná”, “La Finca Santa María”, “El río Santo Domingo” o “La Sabana de Uruyén”. Como si fueran nombres de libro de geografía, Pujol con ellos parece querer señalarnos que esta es una realidad y no otra, que este es un país y no otro, que esta es una diversidad territorial y no una homogeneidad climática o topográfica, que este es, en fin, el lugar donde el pintor llegado en su juventud desde Palma de Mallorca eligió pintar, pero también donde se dispuso a indagar la vida más allá de la pintura, como hacen en definitiva los creadores verdaderos, que nunca se conforman con llegar a ser un pintor, porque la pintura es para ellos su modo idóneo (al que su don ayuda) de llegar a ser simplemente un poco más humanos -más abiertos, más penetrantes, más vulnerables-.

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Pujol va inventando entonces una otra geografía, profunda en los verdes-grises, luminosa de blancos y azules al fondo del paisaje, con nubes que se mueven y van borrando las montañas, con tan matizados cielos que son paisaje en sí mismos, con pinceladas tan dinámicas que ponen un “mar” de verdes en movimiento sobre los llanos, con un registro tan libre de las palmeras que dejan ellas de ser figura y se vuelven contraste y levedad, silueta; con un diálogo que los códigos de la cultura podrían ubicar entre lo bello y lo sublime y que Pujol recoge en un lienzo oscuro (“Nocturno con naranjos, Choroní”) capaz de transmitirnos los miedos de la noche o algún drama del alma. Con una preferencia, en fin, por reiterar la mirada desde lejos para grandes planos generales, en su urgencia de mostrar la inmensidad de los paisajes de este país extenso, y en una necesidad más profunda –más atemporal, más incierta- de poner distancia respetuosa y maravillada entre el acto de crear y aquel mundo natural siempre más vasto que una tela, siempre más ilimitado que cualquier específico lugar.

(*) Las tres citas que aparecen en el texto son de Adrián Pujol, en conversación con la autora.

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