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Ai Weiwei, el artista disidente que no puede viajar a su homenaje en Berlín

EFE.-Azote del Gobierno chino, tanto en algunas de sus obras como en sus frecuentes declaraciones a los medios internacionales, Ai vio cómo era requisado su pasaporte por las autoridades chinas en 2011, cuando se inició un proceso contra él por fraude fiscal, para muchos como represalia por su activismo.

Tras pasar entonces 81 días retenido e incomunicado por la Policía, Ai fue puesto en libertad pero se le prohibió salir no ya de China, sino hasta de la ciudad de Pekín, y se le exhortó a que limitara al mínimo sus declaraciones a la prensa internacional, aunque no por ello ha dejado de conceder entrevistas.

Desde entonces, el artista de 56 años, que vivió en EEUU de 1981 a 1993, no ha podido salir del país, algo que ha sentido especialmente en esta ocasión, ya que Alemania, país que visitó anteriormente, es uno de los lugares donde su arte es más apreciado.

Muestra de su pesar es el vídeo que publicó recientemente para explicar su ausencia en la muestra que mañana se inaugura en la capital germana, bajo el título «Evidencia» y que ocupa 18 salas del Museo Martin-Gropius-Bau.

«Las autoridades me quitaron el pasaporte hace casi tres años, y no hay todavía una razón clara sobre por qué lo hicieron. Me han prometido que me lo devolverían muchas, muchas veces, pero nunca lo han cumplido», destacaba Ai en el vídeo.

«Ahora, debido a que tengo varios proyectos fuera, entre ellos la exhibición en Alemania, he vuelto a escribir a las autoridades, al Ministerio de Seguridad Pública, para preguntarles si me lo pueden devolver y así poder viajar. Si no lo hacen, querría saber claramente el porqué», insistió.

La exposición, que incluye entre otras obras una instalación con 6.000 taburetes formando una gigantesca cuadrícula, se inaugura precisamente en el tercer aniversario de la detención de Ai, que fue muy criticada por grupos de Derechos Humanos internacionales y numerosos gobiernos occidentales.

Hijo del poeta Ai Qing, un escritor afín al maoísmo, Ai ha defendido durante años todo tipo de causas sobre Derechos Humanos, desde el apoyo al Nobel de la Paz Liu Xiaobo a la defensa de las víctimas del terremoto de Sichuan de 2008.

Nunca pasa desapercibido su activismo, a veces ácido y provocador, palpable por ejemplo en obras donde le dedicó una peineta con la mano al rostro de Mao Zedong en Tiananmen, o aquéllas fotografías en las que rompió milenarios jarrones chinos de valor incalculable.

Los críticos de Ai le acusan de buscar más notoriedad mediática para vender obras que justicia social en China, e incluso le consideraron un «falso disidente» que en realidad contaba con protección de las autoridades, al proceder de una familia de intelectuales ligada al régimen.

Sin embargo, la detención y retirada del pasaporte de 2011, y una agresión que sufrió en 2009 (cuando intentaba asistir al juicio de un famoso activista chino) mostraron que el personaje se había convertido en «incómodo» para el régimen y que la presunta protección de las autoridades, si algún día existió, había acabado.

De resultas de esa agresión, Ai sufrió un derrame cerebral del que tuvo que ser operado, precisamente, en Berlín, la ciudad que mañana le rinde homenaje y a la que, pese a haber querido, no podrá viajar, pues el cerco de las autoridades contra él continúa.

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